Una noche,
aparentemente tranquila, oscura, silenciosa, fría. Tu hija se sienta a tu lado
y, sin ninguna acritud, sin ningún rencor o rabia aparentes, te dice que se
suicidará aquella noche. Al principio, por supuesto, te lo tomas a broma. No
puede ser. Sin embargo, es muy en serio. Ella ya no estará a la mañana
siguiente. Comienza una conversación que durará hasta altas horas. Lo primero,
las culpas. Un padre o una madre siempre empiezan por ahí. ¿Dónde están las
culpas? Los padres siempre se la echan a sí mismos. Algo hicieron mal, en algún
momento. No se te dio lo que debía, se te dio demasiado, fueron severos, fueron
demasiado transigentes, te mimaron, te lo quitaron, dijeron algo que creyeron
que no tenía importancia y quedó grabado en aquel sitio donde el corazón nunca
borra las palabras. La vida adulta. El matrimonio. El fracaso. La culpa es de
él. Te engañó con aquella. Te dejó porque no te aguantaba. Te puso en el
disparadero. Te obligó a elegir. Decidió salir por la puerta de atrás dejándote
con la siempre amarga sensación de la decepción. Los sueños no realizados. No
hay rencores, salvo aquellos que da la vida y que son inevitables. No me
avisaste de eso. No me avisaste de aquello. Esperaba esta reacción y tuviste
esta otra. Tonterías. Todo eso son tonterías. No me hagas creer que te vas a
quitar la vida porque un día te dije lo que no esperabas. No me hagas creer que
te vas a quitar la vida por mucho que hayamos estado separadas. No me hagas
creer que a la mañana siguiente ya no estarás a mi lado. Quizá sea eso. No
quieres estar ni a mi lado, ni al lado de ningún otro porque sientes que no has
sido capaz de hacer feliz a nadie y crees que tu existencia es inútil, fea,
prescindible, fútil. No te vayas. No te quedes. Buenas noches, madre.
Y la desolación se va
apoderando de ti, porque asistes a esta conversación privada y te das cuenta de
que has cometido los mismos errores en las mismas épocas. Has dejado que tu
corazón se llenase de juicios que deberías haber evitado. Has permitido que su
corazón sea presa de la desesperación. Maldita sea. No es el modo de afrontar
las cosas. Es una evasión definitiva, pero las verdaderas mujeres se ponen de
frente, miran a los ojos al contrario y no dejan de embestir. Lágrimas.
Despedidas. No puede ser. No puede ser. Ahora no. Ahora nunca.
Sin dejar de lado la importantísima procedencia teatral de esta pieza de cine de cámara, Anne Bancroft y Sissy Spacek ofrecen un recital extraordinario de interpretación en la carne de madre e hija que mantienen una última conversación antes de que caiga el telón final. Estrenada en el Teatro Reina Victoria de Madrid con Mari Carrillo y Concha Velasco, el gran acierto de esta película se halla en que es capaz de trasladar al espectador la angustia de ambos personajes porque comprendes sus reacciones. Están totalmente introducidas en los márgenes de la lógica y deseas que todo se aclare, que todo haya sido una mala idea y que el nuevo día traiga todo lo necesario para que estas dos valientes mujeres abran los ojos y vean que siempre hay que vivir. Más allá de todo. De todos los errores. De todas las peleas. De todos los miedos, a veces insuperables. Pierdan el miedo y vayan al teatro viendo esta película. Es puro estremecimiento.
Me hubiera gustado ver a Mari Carrillo y la Velasco en esta historia. A mí, en cine, no me entusiasmó. Quizá porque se notaba demasiado que el contexto que le iba era un teatro. Pero sobre todo porque dos actrices que me encantan me parecieron mal dirigidas: Bancroft sobreactuada y Spacek fría como un témpano. Lo perdoné todo, sin embargo, por una media hora final magnífica.
ResponderEliminarPodía haber sido una obra maestra. No lo es, pero se ve con interés.
Comprendo perfectamente ese aire de acartonamiento que sobrevuela toda la dirección. Es esa manía que tienen algunos de otorgarle la dirección de la película al mismo que dirigió la obra en Broadway, como es el caso de Tom Moore, aunque no tenga ni idea de dónde colocar una cámara. Además, se renuncia a huir del espacio teatral, no se aire, no hay ni una conversación fuera del salón de esa casa.
ResponderEliminarAhora bien, también es cierto que los papeles (puedo hablar con cierto conocimiento de causa porque yo sí llegué a ver a Mari Carrillo y a Concha Velasco haciendo esos papeles, tiempos de estudiante, gallinero), que son un poco así. La madre,que no quiere afrontar sus responsabilidades, ni quiere oír hablar de aquello que le complica la vida, es un papel más dado al histrión (aunque Mari Carrillo lo clavaba). Y la hija, era pura frialdad porque su plan estaba concienzudamente pensado y nada iba a apartarla de ahí. Yo creo que la premisa argumental es tan abrumadoramente fuerte que está por encima de las indicaciones de un director que, es cierto, no estuvo demasiado acertado al pasar esa tormenta de sentimientos al cine.
Gracias por tu comentario. Un saludo y bienvenida.