Los
héroes suelen estar solos. No importa que se hayan saboreado las mieles del
éxito y se agasajen sus proezas. Siempre es algo momentáneo, sin poso, sin
destino, sin mañana. Llegará un instante que, al estar a solas consigo mismos,
se dan cuenta de que no tienen a nadie y que ese éxito que alcanzaron es
adictivo, fugaz y traidor. Miran hacia dentro y, en muchas ocasiones, no les
gusta lo que ven. Necesitan hacer algo rápido, algo que satisfaga esa ansia por
ser queridos porque el cariño es lo único que puede calmar sus problemas. Puede
que la solución se halle en juntarse con otros perdedores, tan solitarios como
ellos, para encontrar un cruce de miradas que les consuele de un destino que
les ha dado todo para luego quitárselo.
Ya no estamos ante los
Vengadores, capitaneados por Tony Stark y dirigidos por Nick Furia. Ahora son
unos pobres diablos que han trabajado en la clandestinidad creyendo que hacían
el bien cuando, en realidad, estaban sirviendo intereses políticos de muy baja
estofa que se han utilizado para el aprovechamiento personal del aventajado o
aventajada de turno. Habrá un elemento extraño que se ha salvado de la quema y
que no saben muy bien cómo aceptar porque tampoco tienen mucha idea de qué es
lo que es capaz de hacer. En realidad, ser un super-héroe no trae más que
problemas, por mucho que lo que se intente sea precisamente lo contrario. Curar
de problemas a la Humanidad. Mucho cuidado con ellos.
Hay que reconocer que,
durante dos tercios del metraje, la película llega a ser bastante interesante,
aunque de esta versión de saldo de los Vengadores sea El Soldado de Invierno el
que tiene más carisma de largo y es, casi, al que menos cancha le dan.
Prácticamente todo está visto bajo el prisma de la nueva Viuda Negra, confiando
en las habilidades interpretativas de Florence Pugh, despreciando la
posibilidad de darle el respiro cómico a David Harbour con su papel de ridículo
capitán soviético en ruinas, sin desarrollar en absoluto a la pobre Fantasma y
dejando al nuevo Capitán América de segunda mano sin más armas que la de su
escudo doblado y su carácter de veleta. Sin embargo, con el público en el
bolsillo, la historia se confía demasiado y el último tercio decae sin remedio.
No hay grandes enfrentamientos, ni grandes batallas, ni una lucha a muerte…no,
sólo las visitas a unas cuantas habitaciones mentales que evidencian que aquí
no hay ninguno que tenga las neuronas en su sitio. Digamos que Thunderbolts está por encima de los
últimos intentos de Marvel, pero que dista bastante de estar entre las mejores.
De lo que se trata primordialmente es de recuperar el espíritu de los Vengadores (en algún momento hasta se puede escuchar el tema principal de la música de sus películas, debido a Michael Giacchino) y plantear la posibilidad de que hay personajes con recorrido suficiente como para creerse un renacimiento de estos justicieros que están por encima del bien y del mal aunque tengan ciertos retorcimientos mentales que hacen que no distingan una cosa de la otra. Mientras tanto, sí, se pasa un buen rato debido a que la película es larga, y que se llega a algún que otro momento de disfrute sin llegar a ese espectáculo de acción continua sin descanso y sin sentido que hemos podido ver en anteriores entregas del universo Marvel. Al menos, se puede decir sin ruborizarse demasiado, que aquí se intenta hacer algo de cine, sin llegar una espectacularidad de cebo que hace que el argumento importe menos que el edificio Stark que, por cierto, debe ser la construcción más maltratada del universo a secas. Pónganse cómodos. Y a ver si alguno de ustedes aprende a volar con ellos.
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