viernes, 6 de junio de 2025

OPERACIÓN NAPOLEÓN (2023), de Oskar Thor Axelsson

 

Nunca se podrán saber los pactos secretos que los Aliados llegaron a acordar con los nazis cuando se derrumbaba todo. Y esta historia es una ficción, sin duda, pero es una especulación interesante con un plan maquiavélico destinado a sacar a Adolf Hitler del país antes de que los rusos llegasen a Berlín. Todo dependía de un pago gigantesco en obras de arte y oro cuya localización dependía de un mapa que nunca llegó a su destino. Ergo, nunca se ejecutó el plan. Y son varias las fuerzas que tratan de impedir que se sepa la verdad de una leyenda que todo el mundo ha podido consultar en diversas fuentes de internet. Desde el hijo del responsable de la operación, hasta los alemanes que no ven con buenos ojos que nadie meta las narices en los restos de aquel avión que, por aquellas casualidades, ha sido localizado por unos tipos que les gusta investigar los glaciares islandeses.

Hasta ahí, una premisa muy atractiva, con un punto de partida interesante y que podría haber dado lugar a una película de cierto valor. Sin embargo, a pesar de la confianza que últimamente se deposita en el cine nórdico, esta producción islandesa peca de desgana. Hay momentos en los que parece que se cansan de seguir el hilo y le falta fuerza a todo cuando la historia la tiene. Todo se concentra en una responsable de marketing que tiene unas imágenes enviadas por su hermano que nadie debe ver. A partir de ahí, comienza una persecución que, en teoría, debería ser trepidante, pero que no deja de ser bastante rutinaria. La policía, ese orden esterilizado de un país que parece dormido, los tremendos paisajes de los glaciares islandeses, algún personaje de cierta gracia como el misterioso Einar, interpretado por Olafur Darri Olafsson, un tipo de cuidado a pesar de una apariencia afable y de una mirada llena de miedo. Algunos activos se guardan dentro de la película, pero aún así, se nota la flojera, probablemente producida por el frío que se gastan los habitantes islandeses y por su falta de pasión en la visión del entretenimiento. Esto es pura especulación, igual que el atractivo argumento que exhibe la película. Faltaría más.

Así que quedémonos con esa chica de mirada casi felina, Vivian Olafsdottir, que lleva el peso de toda la acción y que resulta casi más creíble como ejecutiva agresiva que como aventurera capaz de llevar el arma de la presión al límite. Permanezcamos con la premisa argumental que podría dar lugar a una segunda versión, europea o americana, siempre y cuando la dirección ponga algo más de carne en el asador. Estemos con el hallazgo de los personajes interesantes y con la evidente sensación de peligro que va creciendo según avanza la trama. Y pongamos algo de calor en lo que se cuenta, que el espectador merece un entretenimiento con garra, con fuerza, con pasión y con creencia en lo que se cuenta, aunque sea una mentira del tamaño de un glaciar.

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