Charles tiene el
aspecto perfecto para ser considerado lo que comúnmente se puede llamar un buen
chico. Es atractivo, tiene sentido del humor, es algo díscolo con sus
relaciones con las chicas porque son esporádicas, nunca demasiado duraderas y
nada serias, pero es un buen amigo, se mueve con responsabilidad, siempre llega
tarde a las bodas y actúa maravillosamente bien como padrino de los que quieran
un buen discurso en el banquete. Prácticamente lo tiene todo, menos capacidad para
el compromiso. En una de esas bodas a las que, de vez en cuando, tiene que
asistir conoce a una americana irremediablemente atractiva. Es elegante, es
discreta, es hermosa y también tiene un curioso sentido del humor. Se llama
Carrie. Y todo cambia en la vida de Charles. Seguirá con su vida, sin duda,
porque Carrie debe volver a los Estados Unidos, pero todo lo que hará a partir
de ese momento estará presidido por la sombra de ella. La sombra de su sonrisa,
de su pelo, de su mirada, de su gesto, de su risa, de su ceño. Puede que
vuelvan a coincidir, puede que no, pero de lo que no cabe duda es que Carrie ha
dejado una huella indeleble en la levita de Charles.
Así se van sucediendo
los acontecimientos vitales. Nuevas bodas, nuevas amistades, alguien muere, alguien
nace…Charles, mientras tanto, sigue buscando a Carrie entre la multitud y se da
cuenta de que la decepción existe y de que él también puede ser presa de ella.
Carrie está comprometida, tiene novio, se ha tomado la aventura con Charles
como algo pasajero, sin permanencia…o eso cree Charles…o, más bien, eso es lo
que Carrie piensa de él. El caso es que la vida sigue y Carrie se casa y en
medio de la boda alguien muy querido fallece. Mientras tanto, la trayectoria
vital de Charles continúa con los mejores amigos que alguien puede imaginar.
Son bromistas, cariñosos, están ahí siempre, acuden a él en busca de consejo,
ofrecen su hombro para el siempre necesario consuelo e, incluso, una de sus
amigas, Fiona, parece la ideal para borrar a Carrie del corazón de Charles…pero
no, quizá Charles se considera tan ínfimo que no quiere arrastrar a Fiona a una
vida infeliz porque ella se merece mucho más. Todo tendrá que recolocarse para
que Charles encuentre al fin su destino.
Esta película fue un
éxito sin precedentes dentro de la cinematografía inglesa. Una de las primeras
historias salida de la imaginación de Richard Curtis, la principal virtud de Cuatro bodas y un funeral es que no se
desvía en ningún momento de su intención primigenia y es la de divertir con una
sonrisa. Algo leve, muy amable, pero sonrisa, al fin y al cabo. Alrededor de la
historia, hay intérpretes muy competentes como el propio Hugh Grant en la piel
de Charles, espléndidamente secundado por una aparentemente cómoda Andie
McDowell, una bella y algo insidiosa Kristin Scott Thomas y algunos de los
amigos como John Hannah y el maravilloso estudiante y posteriormente ordenado
sacerdote Rowan Atkinson, que pasea su inutilidad para oficiar bodas sin
vergüenza alguna.
Así que ya saben. No se queden encerrados con una pareja en el día de su boda. Más aún si son sus propios amigos. Y, en todo caso, no se olviden de llevar encima algo que pueda justificar que, en realidad, estaban buscando con denuedo el objeto de marras. Es la excusa perfecta. Risible, pero perfecta.

 
3 comentarios:
Creo que con el tiempo nos hemos dado cuenta de que los noventa fueron una etapa bastante productiva para la siempre denostada comedia romántica. Quizá porque lo que ha venido después haya sido peor, quizá por eso que se dice siempre de que éramos felices y no lo sabíamos, no sé. El caso es que conforme leía tu artículo me iban viniendo a la cabeza títulos como "French kiss" que a mí me parece una pequeña joya o "Atrapado en el tiempo" también con la McDowell. Oño, si hasta vista hoy, "Pretty woman" reuslta que tenía su aquel. Esta cuestión de perspectiva me pasa también con el propio Hugh Grant que entonces me parecía un tipo bastante soso y bisoño, y a la vejez, viruelas.
En cualquier caso no hay que negarle a la película de Newell cierta clase y distinción "so british" que la sitúan un nivel levemente superior a la media. Recuerdo que hasta estuvo nominada al Oscar a mejor película (cuando todavía había cinco finalistas y no se colaban las mediocridades que se cuelan ahora).
Abrazos con chaqué
Hace poco la reví, hacía mucho que no la veía entera otra vez. Estoy muy de acuerdo con vosotros. Es una pequeña delicia porque es elegante, sencilla, pero a la vez bastante novedosa para la época (hasta trataba con normalidad cotidiana la homosexualidad, que aquí se utilizaba de forma algo estridente por Almodovar y poco mas).
Y si, mirando hacia atrás con muy poca ira, la comedia romántica tuvo una época dorada en los 90, (si es que no la tuvo en alguna decada, hace nada recordábamos "Descalzos en el parque", por ejemplo). Y qué queréis que os diga, Richard Curtis tiene muchos detractores pero a mi me llega su humor y su discreta sencillez, seré un bobalicón blandengue.
Abrazos por señas.
Reconozco que yo era más descreído en los noventa y me costó entrar a ver esta película. Pensaba que era una de esas comedias de cierta tontería que sólo gustaba a las chicas de entonces. El éxito multitudinario que tuvo hizo que entrara en el cine a regañadientes y no salí encantado, pero tampoco malhumorado. Recientemente, también la volví a ver y me encontré con una comedia que, en realidad, es muy agradable, bien hecha, al borde de la "screwball" en algunos casos y con mordiente en muchas secuencias.
Alguien me dijo recientemente que "no comprendía cómo un hombre tan romántico como yo podía existir todavía". Y miro a mi alrededor y veo que tenía mucha razón. Ya no hay mucho sitio para el romanticismo salvo para los de nuestra generación. Las nuevas generaciones no saben lo que es eso, no saben practicarlo, y si lo saben, creen que es un signo de debilidad o, lo que es peor, de cursilería. Esta película es romántica. Es románticamente graciosa. Es románticamente graciosa y divertida. Y eso ya no se lleva. Fijaos en una cosa: salvo la muy reciente "Un viaje atrevido y maravilloso", apenas se hacen ya películas románticas. Ni en comedia, ni en drama. Ya no vende. En los sesenta las hubo (y antes), en los setenta, también, y en los a y en los noventa, pero lo peor que ha traído el siglo XXI es quitarnos la capacidad de tener ese punto romántico que, en el fondo, a todos nos gusta, pero que muchas veces nos negamos a reconocer.
Coño, casi como el protagonista de esta película.
Y vivan los bobalicones blandengues.
Abrazos buscando un lápiz.
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