martes, 1 de julio de 2025

A CONTRARRELOJ (Out of time) (2003), de Carl Franklin

 

La vida es apacible en un pueblo costero de Florida, cerca de Miami. Eso lo sabe bien el jefe de policía que, de vez en cuando, tiene que atender algún hurto, bajar a un gato de un árbol o llamar la atención al consabido vecino ruidoso. Su privacidad es desastrosa. Está al borde del divorcio porque, al fin y al cabo, su mujer ha ascendido más rápidamente que él dentro de la policía y ha conseguido el grado de inspectora en la gran ciudad, así que se ha buscado un entretenimiento con otra para sus ratos libres. Juegan a que es un policía que viene a investigar un posible allanamiento y ella se hace la indefensa y una cosa lleva a otra y él acaba tomándole declaración en ese polígono de placer y tormento que es la cama. El caso es que, de repente, todo parece cerrarse en torno a él. La amante y su rechazable marido, un violento guardia de seguridad, mueren en un incendio, hay un dinero del narcotráfico custodiado en comisaría, la mujer del jefe de policía regresa para investigar y todo apunta a que él puede ser el causante. Todo milimétrico. Todo muy bien planeado.

En eso se basa la película, más que en la investigación del crimen, en cómo se las ingenia Matt Whitlock, jefe de policía de un apacible pueblecito playero, en eludir todas las pistas que se van agolpando en su contra. Al fin y al cabo, él era el amante de la mujer muerta y podría tener algo que ver en el asesinato de su marido. Los indicios se suceden, el dominio del tiempo de Whitlock es extraordinario. Su mujer no es tonta y enseguida se da cuenta de que Matt tiene algo que esconder y muy poco que enseñar. Pruebas como mazos. El cerco se estrecha. El tiempo se acaba. Su nombre va a aparecer tarde o temprano y Whitlock tiene una doble tarea: impedir que le detengan como sospechoso y, al mismo tiempo, averiguar quién es el culpable.

Con claros antecedentes en No hay salida, de Roger Donaldson, el director Carl Franklin articula una película de notable entretenimiento, con ritmo, con agobio, midiendo la apretura del nudo que, poco a poco, se va estrechando alrededor de la garganta del protagonista. A ello también contribuye el siempre estupendo trabajo de Denzel Washington, en esta ocasión secundado por una atractiva Eva Mendes, con mención especial al consabido amigo del protagonista que interpreta John Billingsley, dándole un toque bastante tirado. Carl Franklin ya había dirigido algunos años antes la excelente El demonio vestido de azul, también con Denzel Washington, consiguiendo una película más que apreciable aunque en clave más negra y menos suspensiva y, sin olvidar ninguno de los dos elementos, aquí logra una historia muy interesante, muy bien llevada, con sentido y con la certeza de que el desenlace, aunque algo previsible, va a tener su lógica.

Así que ajústense los cinturones y siéntense en la parte de atrás del coche de policía. El jefe Whitlock les va a llevar por las calles de la emboscada personal, entrando la policía del Estado, el FBI y los tejemanejes de unos cuantos innombrables que están decididos a que pague por ellos mientras el dinero vuela como la suave brisa de las playas de Miami. Y corran. No dejen de hacerlo.

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