martes, 3 de junio de 2025

EL GENIO DEL AMOR (1994), de Fred Schepisi

 

El amor no deja de ser una reacción química, así que algo de ciencia se puede hallar en el núcleo sentimental de cualquier relación. Perdónenme mi frialdad prosaica, pero es que cuando el accidente va a ocurrir porque está muy claro, es mejor que entren las ciencias a arreglar el desaguisado. Me explico. Resulta que la sobrina de Albert Einstein se ha enamorado de un petimetre universitario de altos vuelos y la chica merece algo mejor. El profesor Einstein, certero como siempre, encuentra que el chico adecuado es un joven mecánico de taller que es inteligente, pero tampoco tanto. Para que la sobrina se vea atraída por él, debería demostrar algo de su valía científica. Así que Einstein y sus estupendos colegas, los profesores Podolsky, Godel y Liebknecht, se ponen manos a la obra. Se rescata un antiguo trabajo de Einstein, se simula un encuentro casual en el que todos están discutiendo el loco proyecto de fusión fría de ese don nadie y la chica comienza a encontrarle atractivo.

La cosa es fácil y, al mismo tiempo, difícil. El pretendiente pretencioso quiere dejar al joven mecánico en ridículo y le somete a una serie de pruebas delante de la comunidad universitaria para demostrar que vale menos que un tubo de escape. No importa. Einstein, Podolsky, Godel y Liebknecht le soplan las respuestas con un método tan ingenioso que puede que sea uno de los exámenes más divertidos que se hayan visto en el cine. Sí, la película es una comedia romántica y, además, no se avergüenza de serlo, pero tiene momentos en los que no se puede evitar la carcajada.

Y es que más allá del triángulo que forman Tim Robbins, Meg Ryan y Stephen Fry como el engolado pretendiente, la auténtica gozada de esta película está en ver a cuatro viejos sabios jugando a ser celestinos con medios de inteligencia científica. Ahí están Walter Matthau como Einstein, divertido, sagaz, con diálogos maravillosos; Lou Jacobi como Godel, en su última aparición cinematográfica, un niño travieso que disfruta con los resultados; Gene Saks, el director de La extraña pareja y Descalzos por el parque, como Podolsky, tratando de sacar conclusiones filosóficas a las distintas reacciones experimentales; y Joseph Maher como Liebknecht, perplejo y aún así tremendamente preciso en sus líneas. El resultado es una película agradable, risueña, en la que incluso aparece el doble perfecto del presidente Eisenhower, el actor Keene Curtis, con instantes de alta comedia, con enredos, con esos cuatro viejos revoloteando alrededor de un periscopio para perderse la aparición de un cometa en el cielo porque es mucho más interesante la evolución del amor en el campus de la Universidad de Princeton. Y es que la sabiduría, probablemente, consiste en saber vivir y en aplicar los descubrimientos a la rutina, si es que el amor se puede considerar rutina, naturalmente.

Así que siéntense con la debida compostura. Es una conferencia magistral de cuatro actores ancianos que nos enseñan lo divertida que es la inocencia, lo gamberra que es la ciencia y lo entretenida que es la película. Saldrán encantados y, con toda probabilidad, con un aprobado firmado por estos cuatro profesores que, por encima de todo, quieren reírse.

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