martes, 13 de mayo de 2025

EL JUEGO DE RIPLEY (2002), de Liliana Cavani

 

Tom Ripley es más viejo. Ha ido trastabillando con sus aventuras por media Europa y disfruta de un apacible y discreto retiro en las cercanías de Venecia. Y con una chica a su lado. Es fácil imaginar que un hombre de los recursos de Ripley ha conseguido todo lo que esperaba de la vida. Sin embargo, alguien quiere que haga un trabajo por él. Se trata de un asesinato y hay que poner las cosas en claro. Ripley puede ser un sinvergüenza, un vil maleante, un aprovechado y un oportunista, pero no es un asesino. Esto no puede quedar así. Su instinto de superviviente le lleva a aceptar el encargo, pero no para ejecutarlo, sino para investigar qué es lo que está pasando. Se trata de un tipo al que le sobran los millones, pero se está muriendo y quiere llevarse compañía al otro mundo. Vivir para creer, Tom. Tendrás que empezar un juego mortal, con idas y venidas y tu especialidad que es fingir para que todo comience a guardar algo de sentido.

Resulta algo sorprendente que una directora de la fuerza expresiva de Liliana Cavani se hiciera cargo de esta adaptación de la novela de Patricia Highsmith, transmitiendo una nueva mirada, totalmente distinta y decididamente más madura a las ofrecidas por René Clement en A pleno sol, por Anthony Minghella en El talento de Ripley y por Wim Wenders en El amigo americano, en el que se describe un Ripley que está en las antípodas de éste que interpreta con eficacia y ambigüedad John Malkovich, a pesar de ser una lejana versión de la misma historia.

No cabe duda de que el misterio, en esta ocasión, va un poco en detrimento de la fascinación. Estamos ante una autora que está muy orgullosa de serlo y la narración no es lineal, ni convencional. Cavani se esfuerza por ofrecer un jeroglífico de pistas que debemos montar al mismo tiempo que el personaje central y, al mismo tiempo, se recrea en espacios y ambientes haciendo una película que es exterior y que, de un modo ciertamente misterioso, resulta demoledoramente interior.

Y es que Ripley ya no es ese chaval guapo y aseado, ni mucho menos ese zarrapastroso que se arrastra por un cuadro. Ahora es un hombre elegante, de mirada aviesa y que siempre consigue un ángulo interesante a todos los problemas que se le plantean, por mucho que, en realidad, sea un farsante. Tom Ripley es uno de los grandes personajes de la literatura negra, en parte, por la valentía por parte de una escritora privilegiada, por narrar casos desde el punto de vista del malvado. El testigo lo recogió el cine con muchísimo cuidado y podemos decir que ninguna de las miradas que ha echado sobre el personaje es despreciable. Sabemos quién es Ripley, a qué se dedica, qué es lo que quiere y a qué aspira…y aún así, por alguna razón desconocida, estamos bastante de su lado. Por mucho que sus víctimas tengan siempre un punto de desvalidas. En el fondo, es la rebeldía de alguien que nació muy poco agraciado y que ambiciona todo lo que la vida no le ha dado. No es mala la película, pero, cuidado, es muy reflexiva y puede herir el pensamiento.

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