En la cárcel se pueden
hacer negocios. Y éste es uno muy grande. Se trata de reclutar a unos cuantos
profesionales para robar unas cuantas cajas de seguridad en el centro del
distrito joyero de Londres. Ahí es nada. Primero, salir del trullo. Segundo,
obtener la información y la financiación necesaria como para poner en marcha el
asunto. Tercero, lamentablemente, en estos casos, siempre hay algún elemento
disonante y es una mujer húngara, irrompiblemente poderosa, que seduce con la mirada
y amenaza con la palabra. Ellos proporcionarán la información, para eso la han
buscado entre rejas, pero deberá pagar la suma de quince millones de libras.
Salga bien o salga mal. No todo el mundo se arriesgaría, pero así es. El
fulano, del cual en ningún momento se sabe el nombre, comienza a buscar a unos
profesionales con garantías y cuenta con un socio que sabe moverse por los
bajos fondos y es un observador nato de las cualidades de los que se dedican al
oficio.
Hay un pequeño
inconveniente en este atraco de guante blanco. Los profesionales que más
garantías ofrecen son tres viejos algo achacosos que, un día, tuvieron, pero
que hoy no se sabe si serán capaces de retener. No cabe duda, son duros, son
decididos, les sobra empuje, pero el físico no acompaña demasiado. Uno de ellos
es diabético y debe pincharse insulina y, por si fuera poco, también acaba de
salir del agujero. Otro, el mejor conductor de Inglaterra, tiene el cerebro del
tamaño del pomo de un cambio de marchas. El tercero sí que es un tipo de
cuidado. Se nota que ha tratado con los peores y es tan duro como un
pedernal…pero tiene un pequeño problema de corazón. Con estos mimbres, se
planea el atraco y, para tener tiempo de sobra, se va a realizar en Pascua.
Tres días para hacer un agujero en el hormigón justo al lado de la puñetera
puerta acorazada y ya está ejecutado el mayor palo de la historia de la pérfida
Albion.
En un principio, podría
parecer una comedia, pero no lo es. Tiene algún que otro momento divertido,
pero se centra en el saber de estos ladrones que saben muy bien lo que se
hacen. Para aderezar un poco la pinta de cerveza negra está un antiguo policía
que, merced a un soplo, sabe lo que pretenden hacer. No hay que preocuparse, no
los va a delatar. Siempre y cuando rescaten para él una caja con un número
determinado. Lo demás, para ellos. O eso es lo que dice.
La película, sobre todo, está bien interpretada, con mención especial para Larry Lamb en la piel de ese ladrón duro y tremendo con un corazón a medio gas. La dirección de Ronnie Thompson es ágil y bastante correcta. Aunque, quizá, al final haya un acuerdo demasiado caballeroso que no converge demasiado con la idea que se puede tener. No obstante, señoras y señores, está bien, se pasa un rato muy entretenido. Con estos individuos no se puede perder y se llevan un botín que no cabría ni en los sueños más fantasiosos. Yo me apunto. ¿Qué puedo perder?
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