miércoles, 25 de noviembre de 2020

SCORPIO (1973), de Michael Winner

 

Scorpio es un sicario francés de los servicios secretos estadounidenses. Es frío y metódico. Sabe lo que hace en cada momento y jamás se le ocurre dar un paso en falso. Sin embargo, recibe el peor de los encargos posibles. Se trata de eliminar a su mentor y maestro, un viejo espía de los viejos tiempos, lleno de trucos y de engaños, capaz de despistar a organizaciones enteras desapareciendo en la nada y con la ayuda de una red de confidentes y amistades que despliegan verdaderas cortinas de humo con tal de que Cross, como así se llama, lleve a cabo cualquier plan. Así que el juego del gato y del ratón está servido y los contendientes son de altura. Tanta que se llega a sospechar sobre los motivos de uno para matar y del otro para huir. Tal vez se trata de ese mismo juego que dirimen unos cuantos hombres sin rostro en una habitación en el que el objetivo no es ganar, pero no es perder. Tan sólo seguir en el juego.

Más cercano a John Le Carré que a cualquier otro autor literario, el director Michael Winner articula un drama de espionaje que está lejos de la acción, pero que muestra duelos de inteligencia atractivos, con una inevitable mirada europea entre medias. Burt Lancaster y Alain Delon resultan creíbles como maestro y alumno condenados al enfrentamiento a pesar de esa simpatía casi amistosa que se profesan. A un poco más de distancia, el ruso interpretado por Paul Scofield, siempre eficaz y ladino, sopesando la posibilidad de una posible deserción en medio del desafío. Razonamientos enroscados y retorcidos, dobles sentidos habitan en esta película de intriga que va más allá de las consabidas rutas de la guerra fría.

Así que es el momento en el que habrá que guardar las armas y poner en guardia algo tan poco utilizado como es la inteligencia. Tal vez, todo sea una trampa y atraer al gato hacia el queso sea una treta del ratón. O puede que, sencillamente, haya alguien que quiere dejar el juego de una vez por todas. Lo cierto es que la persecución ha comenzado y Scorpio no deja pistas. Es el hombre indicado porque no hay ningún indicio de autoridad moral a través de la pesquisa por hallar al veterano espía. Quizá sepa demasiado y sea necesario meterle una bala entre ceja y ceja. Scorpio, de hecho, ha tenido que ser chantajeado para aceptar el trabajo de eliminación. Al final, no acaba de quedar claro quién está traicionando a quién, quién sobrevivirá cuando la partida termine, quién es el bueno y quién el malo. Es el dilema de la caza. Viena será el campo de batida. Y… ¿quién sabe? Puede que en algún momento paseemos por uno de esos puentes empedrados con adoquines y alguien silbe una melodía muy conocida que haga que recordemos que los mejores quedaron atrás, enterrados en algún pedazo de tierra bastante familiar. Cross tendrá que poner encima de la mesa toda su experiencia para esquivar a la CIA. Va a ser la última vez.

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