viernes, 17 de mayo de 2024

IMPRIMIR LA LEYENDA (2024), de César Bardés

 

El próximo miércoles, día 22 de mayo, a las 19 horas, se presentará en Madrid este libro, prologado por Gerardo Sánchez, director y presentador de Días de cine, y epilogado por Juan Ramón López, crítico y director de los premios Cinemasmusic. Será en la mítica librería cinematográfica Ocho y Medio, en la calle Martín de los Heros, 11, al lado justo de la Plaza de España y enfrente de los cines Golem y Renoir. Presentarán conmigo el propio Gerardo Sánchez y la periodista Anna Bosch, que debido a la baja de Alejandra Herranz por un problema familiar, se ha ofrecido generosamente, por amistad y pasión, a sustituirla. 

Ha sido un largo camino. Primero, la casualidad que ha abierto puertas desde aquel 30 de marzo de 2020, en pleno confinamiento por la pandemia, cuando, con una taza de café con leche, me decidí a poner una anécdota en la red social Twitter. A partir de ahí, la bola fue creciendo. Comenzaron a llegar seguidores a espuertas mientras yo iba poniendo una anécdota cada día, descansando solo los fines de semana y fiestas de guardar. Primero, tiré de memoria porque me sabía unas cuantas. Seguían creciendo los seguidores. ¿De dónde las sacaba? Tampoco lo sé decir muy bien. Muchas las he oído en conferencias, por boca de José Luis Garcia, o de Antonio Giménez Rico, o del gran Miguel Marías. Otras las leí, aquí y allá, en artículos de El Mundo, o de El País, o de ABC en donde escribía Oti Rodríguez Marchante. Otras las he visto en extras de DVD o en documentales variados. Otras me las contó mi amigo Arturo González-Campos, alguna que otra también mi buen amigo Miguel Rellán, o el catedrático de Historia Miguel Martorell, o el actor Emilio Alonso e incluso recuerdo que una me la contó Gerardo Malla en uno de los dos encuentros que mantuvimos en casa de Miguel Rellán. Cuando son tantas, uno acude a donde puede. 

Sin embargo, eso se acabó cuando llegó el verano. Ya no me acordaba de muchas más y tenía que tirar de otras fuentes. Bueno, ahí está el imdb, todo internet, otras páginas de cine que, a su vez, copian de otras páginas y de otras fuentes. Desde el principio, tuve el presentimiento de que esto se convertiría en un libro. Ah, y para los mal pensados. Sí, es un trabajo eminentemente de recopilación, pero no es una copia. He tenido que reconstruir todas y cada una de las anécdotas para que, al menos, llevaran un sello de autoría. Modesto y despreciable, sí, pero ahí está.

Una editorial se interesó por el asunto. Al principio, el libro iba a constar sólo de 288 anécdotas. ¿Por qué? Bueno, yo había pensado que haciendo pequeños tomos, se podía contar con una especie de clientela fija. Pasó el tiempo y, debido a problemas económicos, la editorial me comunicó que no iba a seguir adelante. Eso me dejaba las manos libres, así que publiqué un anuncio, medio en broma, medio en serio en la red social. La respuesta fue impresionante. Cinco editoriales se pusieron en contacto conmigo para sacar el libro. Me hice querer y elegí la más sólida en mi opinión y no es otra que RBA. 

Tengo que decir que, hasta el momento, creo que he acertado. Están atentos, dan apoyo, tienen puestas ciertas esperanzas en el libro y, en determinado punto del recorrido, me han hablado de segundas ediciones e, incluso, de segundas partes. Todo habrá que verse. De momento, ahí está el libro, con su presentación a la que, ojalá, espero que vaya mucha gente. Tú también. 

El día 1 de junio, estaré firmando en la caseta de RBA todos los ejemplares que me podáis traer, con todo el cariño. De 12 a 14 horas.

Imprimamos la leyenda juntos. Seamos cine.

jueves, 16 de mayo de 2024

HASTA EL FIN DEL MUNDO (2024), de Viggo Mortensen

 

Hay lugares en los que parece que la tierra se niega a ser amiga. En ellos, el polvo construye su guarida con el viento, la dureza es la compañera ideal y los hombres se empeñan en que no haya ningún atisbo de bondad. Enterrar a alguien es penoso, pero lo es aún más si, a cada palada, la tierra repite su enfado de sequedad, de antipatía, de ruido de gravilla sin matices. Además de todo eso, las almas malditas de los que quieren despojar de ley al territorio no tienen piedad, ni comprensión, ni descifran nada más que el solitario disparo de bala de indiferencia hacia la vida. En esa zona inhóspita, sin refugio, un hombre con conciencia llega para construir algo parecido a la tranquilidad al lado de una mujer que no esconde su decepción, pero que derrocha valentía y firmeza. No es país para amar.

La guerra estalla, la mujer tiene que defenderse sola porque ese hombre cree que debe luchar por un país que le ha acogido y que debe desterrar la esclavitud de su conciencia. Y es entonces cuando ocurre algo terrible que hace que ese hombre continúe en guerra aunque tenga una razón para seguir adelante. Aplaza la beligerancia. Intenta la integración llevado por su participación en el frente, trata de que haya algo que merezca la pena en ese lugar de nada y odio. Cuando pierde lo que más quiere, seguirá las huellas para librar un último duelo. Luego, sólo quedará el mar. Sólo las olas. Sólo el agua. Solo…

Es una hermosa historia la que cuenta Viggo Mortensen delante y detrás de las cámaras. A pesar de la tristeza de una aventura que es vivir, destila algo de integridad moral que no escapa a su interpretación de hombre que hace lo que tiene que hacer, sin más ataduras que el cariño. Los sentimientos, en ese mar de polvo, no tienen cabida y él no los muestra, pero, en todo momento, sabemos que los tiene. Al final, parece que quiere remitirnos a Los cuatrocientos golpes, de François Truffaut, con una mirada de esperanza hacia un horizonte que parece no tener final aunque sí atardecer. En algunos pasajes, la película languidece, con una lentitud algo forzada y se echa de menos un poco más de pulso narrativo, de energía, de puño en la mesa y cambio de tambor en el revólver. No hay ninguna duda de que su interpretación, introvertida y sugerente, es uno de los principales haberes de esta historia junto a la poderosa presencia de Vicky Krieps, que otorga el contrapunto de mujer fuerte y, a la vez, sin renunciar a la dulzura. Excelente también Danny Huston en las pocas escenas en las que aparece, escondiendo detrás de la mirada terceras intenciones. Lo cierto es que no es despreciable nada de lo que se ve, pero necesita algo más de brío.

Más allá de todo eso, hay que detenerse en el retorcimiento de algunas actitudes que hacen que esa áspera tierra que se erige también como protagonista, sea mucho más dura y difícil de lo que ya espeta en las suelas de las botas desgastadas. Más vale dejarlo todo para que el cambio sea completo porque hay vidas que se merecen nuevos comienzos. Si no, el camino de la supervivencia se va a hacer demasiado largo y complicado. El fin del mundo está allí, más allá de las montañas, mucho más allá de los estampidos provocados por los rifles e infinitamente más lejos que las horcas arbitrarias que balancean los cuerpos como avisando de que es mejor no visitar determinados parajes de muerte y desolación. En la profunda mirada de Mortensen encontramos al hombre que nunca pierde la esperanza aunque conozca sobradamente la decepción y el sufrimiento. En los decididos ojos de Vicky Krieps hallamos todas las razones para levantarse al día siguiente para empezar de nuevo. A veces, merece mucho la pena.

martes, 14 de mayo de 2024

ALARMA: CATÁSTROFE (1978), de Jack Gold

 

Mañana, día de San Isidro y festivo en Madrid, no habrá artículo. Retomamos ya hasta verano el ritmo habitual a partir del jueves 16 de mayo. Id al cine, lo digo siempre, pero no me hacéis caso...

Sólo pensar en que un avión se estrelle es suficiente como para que pase. Es un poder terrible que no siempre es fácil de dominar porque, al fin y al cabo, presos de la rabia a consecuencia de cualquier revés vital, podemos desear el mal a alguien, o querer que se suba a un aeroplano y se estrelle, o que se ahogue en un accidente algo inexplicable, o cualquier otra desgracia. Eso es lo que le ocurre a un escritor que va sembrando la catástrofe con sólo pensarla. Bah, un loco, podemos pensar. Sí, es verdad. Sin embargo, cuando ese escritor aparece con la cabeza destrozada, un honesto inspector de policía en intercambio con la Sureté francesa empieza a investigar. El tipo lleva con esa maldición toda su vida. No se sabe muy bien el momento en el que fue consciente de su poder, pero lo cierto es que lo ha desarrollado hasta límites obscenos. Tiene la facultad de decidir sobre la vida y la muerte de las personas que le rodean y quiere ir al psiquiatra para controlar del todo esa terrible capacidad que posee.

Con un psiquiatra se dicen un buen puñado de verdades si se quiere llegar al fondo del asunto. Y entonces, en este caso, la doctora decide que es el momento de actuar, de hacer algo realmente bueno. El escritor lleva un peso moral encima que no se puede quitar porque es consciente de que mucha gente ha muerto y lo peor es que cada vez le importa menos que mueran. La telequinesis es muy fuerte en él y el inspector francés apenas puede creer todo lo que rodea el caso. El hombre desea. El hombre mata. El hombre provoca la catástrofe. Un avión cae. Una abadía se derrumba.

El tiempo ha pasado ya sobre esta extraña película de coproducción anglo-franco-americana con protagonistas tan dispares como Richard Burton, Lino Ventura y Lee Remick. La dirección de Jack Gold es casi televisiva y no cabe duda de que el argumento es absorbente e interesante, pero su estética ha quedado anticuada y todo se reduce a un cuento bastante increíble que, en su momento, debió de tener una cierta repercusión al amparo de la moda sobre la telequinesis que desató una película como Carrie y que luego tuvo su continuación en otras como La furia, Ojos de fuego o La zona muerta. El resultado es confuso, a pesar de que está bien interpretada y de que Lino Ventura no desentona entre tanto nombre ilustre, porque el argumento está lleno de puntos atractivos y la realización es torpe, como hecha por un estudiante que no tiene demasiada idea de la composición de planos y de la naturalidad en las reacciones. Todo es exagerado y múltiple, y en cada secuencia inexplicable, existe una conferencia detrás. Quizá es una de esas películas que, con una revisión seria, ganaría con una segunda versión protagonizada por intérpretes a la misma altura.

Así que tengan mucho cuidado con desear el mal. Puede que, en algún momento, algo se desate en la mente y se haga realidad todo lo que han querido que pase. A eso se le llama el toque de la Medusa… ¿Quieren tenerlo?

viernes, 10 de mayo de 2024

DESDE EL INFIERNO (2001), de Albert y Allen Hughes

 

El infierno está empedrado con pavés. Sus calles son húmedas y lóbregas. Y, de vez en cuando, una bocanada de calor sale de alguna puerta furtivamente abierta de un bar. El olor a sexo y a basura se amontona en la nariz mientras se hiere la niebla de la medianoche. El frío se instala en los huesos porque se prostituyen en busca del mejor cliente. La noche parece interminable y el día no es mucho mejor. El aliento a cerveza rancia y alcohol inunda el vaho de los transeúntes. La sangre va a correr en ese infierno que ha emergido en un rincón de Londres y que se llama White Chapell. El diablo no va a ser otro que Jack el Destripador. Y allí, donde la perdición se pierde en un callejón sin salida abocando a todos a un final de desesperación, todo parece fundirse en una extraña mezcla de verdad, alucinación, sueño y crimen.

Quizá un inspector con pequeñas visiones de horror tenga la llave para detener las infernales carnicerías que se llevan a cabo en esas calles llenas de suciedad física y moral. Puede que a su lado, también haya un fiel amigo que, al fin y al cabo, será el único que derramará lágrimas cuando nadie más esté cerca. Puede que no se realizaran todos los asesinatos que han pasado a la historia. Puede que Jack el Destripador fuera un individuo que mataba en nombre de evitar males mayores. En su opinión, claro. Las víctimas sólo pudieron disfrutar de un racimo de uvas frescas, la expectativa de ganar un dinero fácil y salir durante unos instantes de esas calles impregnadas de miseria. Lo demás fue sólo muerte y ensañamiento. Así es como matan los caballeros. Sacando las entrañas. Con guante blanco y bisturí. Y, si es necesario, colaborando con la policía.

Con muchos puntos de contacto con la aún superior Asesinato por decreto, de Bob Clark, con Sherlock Holmes investigando los crímenes de White Chapell bajo el rostro de Christopher Plummer, los hermanos Hughes hicieron una valiosa película con su descripción de ambientes, su atención a los actores, especialmente en la contención de Johnny Depp y en la profundidad entrañable de Robbie Coltrane. El resultado es una película inquietante, algo amarga, atractivamente misteriosa y con ciertos elementos policíacos en los que se introduce la capacidad de anticiparse a los horrendos crímenes que tuvieron lugar en 1888. Incluso, en un homenaje espectacular, los hermanos Hughes se detienen en la figura de John Merrick, personaje que John Hurt interpretó de forma magistral en El hombre elefante, de David Lynch. Así se completa el retrato de una época de humillación y búsqueda con el telón de fondo más sangriento.

Así que, tal vez, sea el momento de mirar siempre al otro lado de la esquina, de no dejar que se acerquen los caballeros bien vestidos que bajan del coche por un estribo muy particular, de aumentar la vigilancia policial porque las prostitutas, aunque no son nada, también merecen algo de protección, de darse una vuelta por los callejones donde abundan tantos perdedores y de creer que el hecho de que nunca se capturase a Jack el Destripador obedeció a razones estrictamente de seguridad. Sí, a veces, los encargos llegan demasiado lejos...

jueves, 9 de mayo de 2024

MISIÓN HOSTIL (2024), de William Eubank

 

Todos los que nos hemos acercado alguna vez a una sala de cine podemos enumerar las veces en las nos ilusionamos con el inicio de una película, con su desarrollo, hasta que, en determinado momento, toda la historia cae en picado porque contiene un giro bastante increíble, que no tiene nada que ver con lo que se ha visto antes. Es como si los guionistas se hubieran cansado de escribir y, con la anuencia del director, se torpedeara todo con premeditación y alevosía, dejando algo que era, cuando menos, aceptable en algo bastante despreciable.

Eso es lo que le pasa a esta película de William Eubank. Comienza bien, con una acción de comando basada en un rescate que sale rematadamente mal por un imprevisto y que, de alguna manera, en su primera mitad se parece bastante a la notable El único superviviente, de Peter Berg y a la excelente Bat 21, de Peter Markle. Sin embargo, desde el mismo instante en que el protagonista cae prisionero, todo deja de tener interés porque se introduce una escena bastante insospechada y la historia desanda sus pasos y vuelve hacia atrás sólo para introducirse en lo sórdido y en la algo torpe creación de un suspense basado en el segundero.

Sin duda, los momentos más brillantes no están en las escenas de acción, aunque hay algunas de mérito y otras resueltas de forma notablemente mediocre. Pertenecen a Russell Crowe en la piel de ese capitán que se convierte en los ojos del cielo que presencian la huida del superviviente de la misión del título. Por supuesto, con su cobertura correspondiente y su insubordinación preceptiva. No obstante, la película se queda en apenas nada con toda esa segunda mitad oscura, desagradable y menos que regular que contrasta notablemente con algunas escenas a cámara lenta de mérito, con sentido estético y narrativo y con un desarrollo coherente que se va todo hacia el caos sin más razón que la falta de inspiración.

Así que no olviden ser competentes en las tareas encomendadas, por mucho miedo o vacilación que anide en su interior. Sólo de ese modo es como se obtiene el respeto de los que comparten misión y objetivo. Comuníquense, hagan lo necesario para que nada puede truncar el alcance de la meta. Los profesionales, generalmente, están en la sombra, esperando un elogio que no llega, creyendo que alguien, en algún lugar, está apreciando lo que hacen. Al final, un baile será algo alegre en un día de emboscadas en el que sólo se ha apreciado el cambio y corto de unas órdenes dadas de forma breve, pero enormemente precisa. Puede que los que se opongan a la consecución del éxito sean aplastados por otros aún más temibles. Puede que una explosión sea la caballería que se espera como el aire en el agua. Puede que nada sirva de nada o que sea algo cínico la contraposición entre lo que se vive y lo que se sobrevive. ¿Qué más da? Todo dependerá de un segundo, de una carrera, de estar en el sitio adecuado en el momento más oportuno, de tener la palabra justa para sentir que no se está solo en medio de la jungla, o sintiendo el calor de unas bombas incendiarias. Cambio y corto. Cambio y corto. Coordenadas de ataque. Apártense, la juerga va a ser de campeonato.

Y allí, en algún lugar de ninguna parte, con los cuerpos magullados y la moral maltrecha porque la vida se ha encargado de entregarse a la muerte, habrá un saludo para alguien que no se conozca sólo porque ha sido capaz de hacer todo para que no ocurra nada. Todo tiene mucho sentido. Incluso la estupidez de una misión hostil en medio de una guerra que no se reconoce.

miércoles, 8 de mayo de 2024

LA CENTINELA (1977), de Michael Winner

 

Lo anunciaré con más detalle en cuanto tenga la invitación preparada por la editorial, pero presentaré mi libro "Imprimir la leyenda (500 anécdotas de cine)" el próximo día 22 de mayo, miércoles, en la Librería Ocho y Medio. Los copresentadores serán Gerardo Sánchez, director de Días de Cine, y Alejandra Herranz, gran periodista y presentadora del telediario del mediodía de la 1. La cita es a las 19 horas. Os espero a todos allí.

Una modelo de alta costura se muda a un apartamento en pleno centro de Manhattan. En un principio, todo va bien. El barrio es bueno, algo bohemio, con ese ambiente tan particular de unas calles que parece que hemos vivido siempre a través del cine. Sin embargo, la realidad se tuerce. Extrañas visiones. Algún que otro problema físico. Pesadillas. Sus vecinos comienzan a parecer monstruos. Y recuerdos que nunca existieron parecen estar aflorando en una memoria que parece que no es la suya. Es todo muy raro. Como si esa realidad que tanto le había gustado, le enseñase el lado más oscuro, más feo de todo. Es como, si de alguna manera, ella viviese en las mismas puertas del infierno.

Puede que la frustración para vivir en pareja tenga algo que ver y esa carencia hace de ella la candidata idónea para el puesto de centinela. Lleva dos intentos de suicidio a cuestas y ha dejado cualquier atisbo de fe atrás porque siente que está sola, aunque haya alguien que quiere vivir con ella a toda costa. Un sacerdote ciego es el único que comparte vivienda en todo el edificio y una fiesta de muertos con la excusa de un gato es un aviso de lo que puede estar esperando.

Notable película que quedó eclipsada en los años setenta por el éxito incomparable de El exorcista, de William Friedkin; y La profecía, de Richard Donner, quedándose como la hermana pequeña de estos títulos a la que nadie ha hecho caso cuando, en realidad, tiene un reparto impresionante que incluye nombres como Ava Gardner, Burgess Meredith, Chris Sarandon, Arthur Kennedy, José Ferrer, Sylvia Miles, Beverly D´Angelo, Eli Wallach, Martin Balsam, Christopher Walken, William Hickey, Tom Berenger, Jeff Goldblum y el inquietante clérigo interpretado por John Carradine. El protagonismo es para una excelente Christina Raines en el que es el mejor papel que ha hecho nunca para el cine. La dirección corre a cargo de Michael Winner y el resultado es una película enormemente inquietante, a la que le cuesta trabajo coger ritmo, pero que llega a tener momentos realmente oscuros, alejados del susto, pero enormemente incómodos, con multitud de elementos psicológicos que parecen saltar alrededor del entendimiento y, quizá, con un final que no está demasiado en consonancia con la sobriedad del resto de la película.

La tensión se nota en las piernas en determinadas situaciones y, en ellas, siempre suele estar el hombre que lleva el alzacuellos y no ve. Éste apartamento puede ser uno de los mayores portales de entrada en el infierno, pero el cura, por mucha inquietud que llegue a despertar, tiene una misión muy importante que cumplir. Los diablos y los arcángeles se agolpan al otro lado de la puerta. En esa atmósfera bizarra se pueden apreciar espíritus del otro lado del océano como los de Mario Bava o Darío Argento y en algún momento se mezcla la realidad con la fantasía, fruto, en la mayoría de las ocasiones, de todas las frustraciones y traumas que todos llevamos encima, porque, al fin y al cabo, esas deben ser las maldiciones que el Diablo descarga sobre todos nosotros, redactando una carta muy personal para cada caso. El Diablo es tan sabio que adecúa el mal a las características de cada uno.

martes, 7 de mayo de 2024

LA IRA DE DIOS (1972), de Ralph Nelson

 

Quizá, en algún lugar del México más pobre, haya un sacerdote que lleve una navaja dentro de un crucifijo. Intentar arrebatar el poder a los terratenientes sólo con una sotana, se antoja como algo casi imposible porque, por supuesto, los más ricos son los que más hacen gala de una doble moral. Sin embargo, ahí está el Padre Oliver Van Horne, un individuo extraño que utiliza la violencia y también la piedad. Se alía con gente extraña para lograr sus objetivos y no tiene ningún problema en derramar sangre si la ocasión lo requiere. Al mal se le combate con el mal…y una parte de bien. El poder es el camino más corto hacia la locura y esa sotana implacable va a poner las cosas en su sitio con la ayuda de un par de aventureros. Misa, comunión y balas. Todo junto. Sólo así se podrá entender su mensaje.

No cabe duda de que la película es entretenida, aunque, en algún momento, se note una cierta prisa por hacerla debido, muy probablemente, a limitaciones presupuestarias, pero no deja de ser atractiva la idea de colocar a un sacerdote que reparte bondad y ánimo con una pistola al cinto. Robert Mitchum, desde luego, es el actor ideal para llevar a cabo tales tareas sin resultar ridículas y podemos ver a la devota Rita Hayworth en su último papel para el cine arrodillándose y rezando para que acabe la tiranía de los de siempre. Ralph Nelson, que, sin duda, tiene un puñado de películas muy competentes, no ahorra crítica hacia la iglesia, a la que considera aprovechada e inoperante y, por el camino, construye una cinta de aventuras que consigue el aprobado, sin llegar en ningún momento a algo más.

Y es que, como dicen las Santas Escrituras, “mía será la venganza” y a ello se aplica el Padre Van Horne porque, al fin y al cabo, la Biblia es un libro santo, pero también está repleto de sangre, de promiscuidad, de rencores, de días teñidos de malas ideas. Es establecer un reino con la ira de Dios y, en algunos lugares, hace bastante falta. Allí, en un pueblo repleto de polvo y beaterío, también es necesario que Dios se aparezca de alguna forma y que dé su merecido a los que tanto mal causan porque eso, se quiera o no, consuela a los afligidos. Más tarde, recibirán su castigo divino en los cielos, pero que algo se lleven de este valle de lágrimas que cada vez se inunda más con la pena y la impotencia.

La revolución, en muchas ocasiones, no está exenta de humor aunque no sea más que una fulana que se va con el primero que pasa. Y la irreverencia es una debilidad humana que debe ser tolerada porque, al fin y al cabo, el desenfado es algo que agrada a Dios, aunque sea a su costa. Nada mejor que un alzacuellos para guiar los destinos de la gente humilde, por mucho que sea algo equívoco en sus acciones y reacciones. Se trata de acercarse a los que ruegan y dejar que algo de satisfacción se guarde en ese alma que, con tanta paciencia, Dios espera.