miércoles, 4 de julio de 2012

PROFESOR HOLLAND (1995), de Stephen Herek

Profesor Holland no es una buena película. Algunos ni siquiera la califican de mediocre. Pero es uno de esos títulos que me tocaron el corazón en clave de sol y amanecer. Tal vez porque fui profesor y nunca tuve una despedida así. O porque cuando se prescinde de ti como ocurrió conmigo te das cuenta de que todo el esfuerzo que has puesto por acercarte a los alumnos, por hacer algo diferente, algo nuevo y algo atractivo puede que no haya servido de nada. O porque, después de todo, siempre viene la nada. O porque la música tiene ese extraño poder que hace que, por mucho que te arrebaten, hay algo que te pertenece siempre a ti. O porque la dedicación puede convertirse en entusiasmo. O porque el entusiasmo puede convertirse en un estilo de vida. O porque la felicidad nunca estriba en lo que la vida nos da sino en el nivel de esperanza que guardamos dentro de nosotros. O porque la capacidad de apreciar la belleza es el patrimonio que, día tras día, te hace seguir adelante. O porque el amor, el verdadero amor, te acompaña toda la vida. O porque el sueño, el falso sueño, dura lo mismo que un compás que te impresiona dentro de un pentagrama que nunca podrás rellenar con las notas adecuadas. O porque una melodía de vida siempre es más grande, aunque casi nunca sepamos verlo, que la corchea de un instante. O porque sí.
Con una canción, en mi mundo tan lleno de imaginación, se pueden decir más cosas que con la palabra. Con unos gestos de comunicación, se puede dar más amor que con unas notas nunca oídas. Con una sinfonía acabada, se puede echar la mirada atrás y ver la emoción que representa el haber vivido.
Son muchas razones para Profesor Holland ocupe su lugar en mi recuerdo.
Y todas…todas estas letras…son mentira…
Por eso, esta entrada es tan breve. Porque la emoción se apodera de mis dedos y de mi pensamiento. Y ahora quiero recordar y no escribir...

7 comentarios:

dexter dijo...

Yo abrí 2012, el pasado 1 de enero, viendo esta película por consejo directo de un tío que escribe por ahí por Internet y al que de vez en cuando le da por publicar libros inencontrables. No me defraudó. Buena forma de empezar un año tan infausto como el que vivimos peligrosamente. Al contrario que tú pienso que es una buena película, aunque quizá sin Dreyfuss no lo sería tanto. Es heredera directa del cine de Capra y llega incluso hasta “Forrest Gump” sin chirriar un ápice. ¿Y por qué no se puede hacer una película de las de Capra en nuestros días sin que huela a rancia ni pierda vigencia? Tiene escenas inolvidables que van más allá de ponerte los ojos vidriosos en el momento. Por supuesto el final, pero también la de Dreyfuss cantando el “Beautiful Son” de Lennon – y hasta ahí puedo leer- o la última conversación de Dreifuss en el despacho de William H. Macy cuando aquel señala el retrato colgado en la pared de Olympia Dukakis – un clon por cierto de Esperanza Aguirre en esta película- y le viene a decir a este algo así como esta señora no se hubiera rendido tan fácilmente. Te confirmo que no se necesitan años de docencia a tus espaldas para que una película como ésta te llegue y te emocione.
Hablábamos el otro día de lo grande que es Richard Dreyfuss a propósito de “Encuentros en la tercera fase”, una película muy diferente a ésta. Muestra de su enorme versatilidad. A mí me sigue pasmando cómo se lo monta el tío en “La chica del adiós”. Debe ser la leche de difícil interpretar a un actor malo siendo tan bueno.

Abrazos en clave de sol y amanecer

César Bardés dijo...

Quizá mi comentario de que no es una buena película proviene de que es una de esas películas que no puedes juzgar con imparcialidad. En muchas cosas me siento identificado con Holland. En muchas otras, no (sé que es cine). Y, por supuesto, no puedo evitar llorar con ese final, esa disposición por parte de él a marcharse sin ruido y sin embargo acaba tocando la obra de su vida. Y no es la música. Mis alumnos no me querían tanto. Nunca me hicieron una despedida. No me dijeron nunca cosas tan "peliculeras" pero, algunos, algo de cariño sí que tuvieron (hay un seguidor que fue alumno mío). Pero ese sentimiento que sí destila la película, esa pasión, existe y lo que tiene que hacer cualquier profesor es luchar sin descanso para que esa pasión por enseñar no desaparezca.
Lo de los libros inencontrables se apaña, y eso que esta vez la distribución está siendo bastante más diligente que en el anterior.
El problema de Dreyfuss son las drogas. El tío se pasó de la raya (era la época en la que hizo esa primera versión de "Mar adentro" que se llamó "Mi vida es mía", de John Badham) y se metió tanto para el cuerpo que ya es incapaz de memorizar diálogos, de ahí que su carrera haya desmerecido tanto aún teniendo tanto talento como tiene.
Y además el muy capullo sabe música y es un excelente intérprete de piano como demostró en la película "El concurso", al lado de Amy Irving.
Abrazos emocionados.

Nacho dijo...

Como alumno tuyo que fui, debo decirte que has sido todo un ejemplo de dedicación y de profesionalidad en esa labor que, sin duda, fue para ti tan complicada como satisfactoria, y que nos ofreciste con generosidad. Sí, era tu trabajo. Pero cuando se lleva a cabo con verdad y humildad como sólo tú lo hacías, se convertía en un verdadero placer, porque llegabas al alma de tus alumnos dejando una huella indeleble.
Por todo ello, sólo puedo decirte una cosa: GRACIAS PROFESOR.

César Bardés dijo...

Bueno, Nacho, no tengo palabras para agradecer lo que has puesto. Sé que cometí errores, como todo hijo de vecino, y que en todas las clases (en la tuya también) había algunos elementos que era auténticos enemigos. Sin embargo, sé también que algunos me echásteis de menos cuando promocionásteis y que algo mío, aunque sea pequeño, lo lleváis con vosotros. Gracias por decir que todo fue complicado, que todo fue satisfactorio (en ambos casos es verdad), que fui generoso en mi trabajo (cierto), que lo hice con verdad (no lo dudes) y que lo hice con humildad (también, aunque sé que a veces me ponía pelín pedante).
Ese Gracias Profesor es la obra de mi vida.
Un abrazo y gracias a ti.

Nacho dijo...

Uff qué recuerdos... Este momento nostálgico es demasiado. Sobre la película, debo reconocer que no la he visto aunque mr. Dreyfuss siempre me ha caído bien, especialmente cuando se ponía a las órdenes de Spielberg (Always, Tiburón y, sobre todo, Encuentros en la tercera fase).
Siguiendo con el tema que nos ocupa, guardo un cariño muy especial al club de los poetas muertos con el, a veces cargante, Robin Williams. Su interpretación del profesor Keating me pareció perfecta, rica en matices. El bueno de Williams estaba en estado de gracia por esa época (El Rey Pescador es otro ejemplo). Siempre me ví subiéndome en el pupitre con energía y gritando el ya famoso OH CAPITÁN MI CAPITÁN en tu ultimo día de clase.
Carpe Diem profe, CARPE DIEM!

Carpet dijo...

Bufff...que momentazo. Bravo Bardés, estos comentarios valen tanto como dirigir la "American Simphony" en un emotivo momento.

Podría hablar de cine, pero creo que es mejor darte la enhorabuena, que hayas dejado el suuficiente poso en alguén como para que te siga apreciando es que no lo hiciste tan mal...

La pedantería es una caracteristica, una impronta, un sello de marca...La humildad no está reñida con ella.

Abrazos hacia el atril

César Bardés dijo...

Es cierto, Nacho, que Dreyfuss estaba especialmente bien con Spielberg (aunque yo de esa lista retiraría el pastelón de "Always"). Aquí estaba francamente excepcional porque sabe muy bien lo que hace y habría que destacar, como dijo Dex, que en "La chica del adiós" estaba muy cerca de la genialidad. Tiene películas curiosas como la ya nombrada "Mi vida es mía" o un policíaco del que nadie se acuerda en la que daba vida a un detective muy atípico en "Un investigador muy privado".
Volví a ver "El club de los poetas muertos" y me sigue emocionando también y empleaba en clase una frase que sí que sale en la película, aunque quizá en la tuya no la dije (no recuerdo si sí o si no): "No quiero artistas, quiero librepensadores".
Madre mía, "Oh Capitán, mi Capitán". Whitman en mi clase. Eso no lo soñé ni borracho (y luego hubo el tonto de turno que dijo que yo le había llamado borracho).
Gracias por tus palabras, Carpet. Sé que no lo hice mal, pero también sé que pude hacerlo mejor. Mis mejores recuerdos son de mis memorias de la pizarra y también mis mayores culpabilidades.
Abrazos con tiza.