miércoles, 1 de diciembre de 2021

EL HOMBRE QUE NUNCA EXISTIÓ (1956), de Ronald Neame

 

La audacia es lo sencillo. Un plan con poco despliegue, pero mucha logística. Se trata de inventarse todas las circunstancias que rodean a un hombre que no existe. Él es el Mayor William Martin. Sólo es un cuerpo hallado en una playa con una serie de documentos encima. Entre ellos, la carta de su novia. También un par de entradas para el teatro. Es como si la muerte le hubiera sorprendido en algún lugar del Atlántico y las aguas lo depositaran en la costa española porque no le corresponde estar en el océano. Y, sin embargo, todo obedece a un plan minuciosamente preparado por el Comandante Ewan Montagu, del Servicio Naval de Inteligencia. Consiste en hacer creer a los nazis que los ingleses desembarcarán en Grecia y no en Sicilia. Y no van a necesitar toda una red de espías para filtrar esa falsa información. Sólo un cadáver. Nada más y nada menos.

Así que, lo primero de todo, es fabricar una vida. Hay que tratar al finado como si hubiera existido realmente. Y así fue, pero nadie lo sabrá nunca. Más tarde, hay que mantener el engaño. Incluirlo en la lista de bajas, hacer que todo parezca real. Un agente secreto se presentará en Londres, intentando corroborar esos pequeños detalles que hacen que una vida sea muy similar a la realidad aunque no siempre sea así. Y habrá suspense, detalles, inquietudes, casualidades que nunca deben faltar en cualquier misión, incluso cuando el encargado de llevarla a cabo sea un muerto. Los nazis deben llegar hasta el final del engaño para tragárselo entero, sin dejar ni una migaja. Y el Comandante Montagu hará todo lo posible para que así sea.

Espléndidamente interpretada por Clifton Webb en la piel del Comandante que inventa uno de los planes más fantásticos de la Segunda Guerra Mundial, El hombre que nunca existió es una excelente película, que contiene elementos de varios géneros y resuelve todos ellos de forma apasionante. Habrá momentos de humor, de suspense, de intriga, de melodrama y de espionaje mezclados con una fotografía maravillosa y la compañía de un reparto competente empezando por el extraño e inusual papel que realiza Gloria Grahame o el convincente retrato de Stephen Boyd que, con sólo miradas y gestos, hace del espía nazi un personaje agresivo y odioso. Detrás de las cámaras, Ronald Neame demuestra un estupendo dominio del ritmo, con secuencias en las que se detiene con minuciosidad y otras en las que imprime velocidad a la historia sin desequilibrar en ningún instante toda la película. Al fin y al cabo, es apasionante comprobar cómo se engañó a todo un ejército con la ayuda de las olas, de unos cuantos documentos hollados apropiadamente y con un cadáver.

Y es que, a veces, las guerras se ganan a través de ínfimos detalles que se hacen creíbles al enemigo. No cabe duda de que la Segunda Guerra Mundial, en materia de espionaje, estuvo repleta de señuelos llenos de astucia y sentido y que eso daría para toda una enciclopedia. En todo caso, el hombre que nunca existió es uno de sus más apasionantes episodios.

2 comentarios:

andres aros dijo...

interesante película y reseña, de otras tantas que pondré en mi lista a revisar, un saludo: https://asaltovisual.blogspot.com/

César Bardés dijo...

Un saludo y gracias por tus palabras. Espero que disfrutes con la revisión.