jueves, 31 de marzo de 2022

LLEGARON DE NOCHE (2022), de imanol Uribe

 

Unos hombres buenos fueron asesinados a sangre fría porque se atrevían a decir en sus clases universitarias palabras de libertad. Se preocupaban por la gente, por los pobres, por tratar de llevar algo de esperanza a muchas personas que se movían entre el barro y la nada. Y además se trató de disfrazar su crimen de acto revolucionario cuando, en realidad, estaba premeditadamente ordenado por el gobierno de Alfredo Cristiani en El Salvador. Esa noche, esa noche en la que llegaron las balas a sus cabezas, la verdad quiso empezar a salir.

Siempre hay unos ojos indiscretos que miran lo indebido. Y aún así, recibirá presiones para que haya algún testimonio fehaciente de que aquello lo perpetró la guerrilla izquierdista. Ya se sabe, unos curas que predicaban la Teoría de la Liberación son incómodos para todas las partes y más aún cuando se hallan en un conflicto que tiene pocos visos de resolverse. El miedo se instala en quien ha visto lo que no debía ver y los burócratas del interrogatorio jugarán al agotamiento, a la presión bárbara, a la siembra de dudas, al enfrentamiento vil, a la más nauseabunda de las bajezas. Lo que sea con tal de liberar al gobierno de Cristiani de la culpabilidad de un crimen sin nombre, del asesinato de la libertad, por mucho que tenga alzacuellos.

Así, pues, asistimos más al ejercicio de la coacción de testigos antes que a la investigación del delito. No sabemos, con nombre y apellidos, quién ejecutó a los sacerdotes, aunque podemos intuir quién dio la orden y por qué. Sólo sabemos que agentes latinos del FBI, con la colaboración de los Estados Unidos, y el propio gobierno de El Salvador, se aplicaron en cuerpo y maldad y maltratar psicológicamente a la única persona que pudo ver algo de lo sucedido aquella noche. Y sí, la verdad quiere salir. Sea como sea. La verdad se empeña. La verdad lucha.

Imanol Uribe dirige esta reconstrucción de hechos e interrogatorios con austeridad, y no deja en ningún momento que los intérpretes se salgan de la sobriedad. Juana Acosta, por supuesto, lleva todo el peso y lo hace realmente bien. Karra Elejalde no es que sea serio, es que es vizcaíno. Y Carmelo Gómez quizá pone más soniquete religioso que el debido, pero resulta creíble. El resultado es una película realizada con cierta rabia, algo reiterativa en algún pasaje mientras va desarrollándose en tres planos temporales distintos, pero eficaz, porque pone el acento en la injusticia, en el crimen sin explicación, en el odio por las ideas y por la verdad. Y eso siempre es valioso.

Quizá porque esos curas españoles ponían en entredicho los métodos de la guerrilla de izquierdas, pero no sus objetivos. Quizá porque cualquier signo de bondad en una tierra que está siendo quemada se convierte en una conducta sospechosa. O quizá porque sólo se quiso ejecutar un simple golpe de mano para dejar bien clara la identidad de quién mandaba. No importa. Fue un asesinato. Terrible. Execrable. Rechazable. Una muestra más de que la propaganda, aunque sea mentira, si se repite suficientes veces, se convierte en verdad. Una verdad contaminada y corrompida. La auténtica no dejará de gritar, de querer ser dicha, de salir del alma para instalarse en el corazón y en el cerebro de los que escuchan. La verdad es el arma más poderosa contra la sinrazón. El padre Ignacio Ellacuría y sus compañeros lo sabían muy bien. Y murieron con la verdad. E hicieron verdad con su muerte. Que no se olvide.

No hay comentarios: