Con este artículo, despedimos el blog ya hasta el martes día 22 de abril. No dejéis de ir al cine. Felices Pascuas.
La juventud es el
escaparate perfecto para la osadía. Por eso, cuando un joven recién licenciado
en Derecho entra en la Fiscalía General del Estado como ayudante, lleva en la
cabeza un buen puñado de reglas que no se deben saltar y hacia las cuales no se
puede hacer ninguna excepción. Si una persona infringe el código de
circulación, la multa está fijada por la ley, no se pueden hacer apaños de
pagar menos porque la acusada en cuestión sea bonita, tenga carácter y caiga
bien. Aunque luego parte de la sanción la tenga que pagar el propio fiscal. Eso
es lo de menos. Lo importante es que se cumpla la ley.
En la Alemania federal
de los años cincuenta existen demasiadas personas que se han saltado la ley.
Fueron nazis colaboradores del aparato del Estado que llevan vidas respetables.
Ese fiscal de entusiasmo juvenil va a tratar de destapar a todos cuantos pueda
de los que trabajaron por el horror en el campo de concentración de Auschwitz.
Sí, eran ocho mil personas las que pasaron por allí siguiendo órdenes. Fueron
las responsables del exterminio en masa del campo más brutal levantado por los
nazis. Tendrá que leer miles de expedientes, escuchar cientos de testimonios
escalofriantes, bucear en océanos de papeles perdidos en el marasmo burocrático
teutón. Nada le arredra. Sólo la decepción le asola cuando se da cuenta de que
nadie estuvo libre de culpa en aquellos años en los que la nación entera se
condujo hacia la locura. Y cuando es nadie, quiere decir nadie.
Excelente película
sobre los juicios promovidos por la siguiente generación alemana contra la de
sus propios padres para establecer verdades como que no todos seguían órdenes,
sino que muchos de ellos dieron rienda suelta a sus instintos más asesinos para
sentirse superiores y poderosos. Esto parece una frase cualquiera, pero no lo
es. Es una auténtica droga para cualquiera porque sentirse superior a los demás
es toda una tentación cuando se tiene el poder de arrebatar vida y regalar
muerte. Y muchos se adhirieron a la causa por todos los fines patrióticos que
se quiera, pero, en cualquier caso, eran fines abyectos, que trataban de
imponer conceptos sobre las personas a través del empleo de la fuerza más cruel
que se pueda imaginar. Ese fiscal joven, atractivo, inteligente y algo ingenuo
representa la esperanza de un futuro mejor en una Europa que necesita la unión
para dejar atrás heridas supurantes y abismales de disputas y expansionismo.
Todo ello bajo la mirada severa y exigente de un Fiscal General que no sonreirá
nunca, pero que aprueba todo aquello que este joven abogado está haciendo. Es
necesario para poder mirar hacia delante. Es preceptivo para que, de algún
modo, se note que Alemania se ha preocupado de mirarse en lo más repugnante que
lleva dentro, aunque algunos defectos básicos de carácter queden temerosamente
de forma indeleble.
Y lo peor no es la culpabilidad de los que intervinieron en todo aquello sino el silencio de los que los conocieron y ni siquiera se atrevieron a exhalar un reproche. La muerte también llega cuando nadie habla. Y eso es algo que todos deberíamos saber.
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