viernes, 4 de abril de 2025

SIROCO (1951), de Curtis Bernhardt

 

Ser un cínico en tiempos turbulentos no es nada fácil. Se trata de mantener una postura alejada de los conflictos a pesar de que no se conserva ningún escrúpulo para permitirse vender armas a uno de los bandos. Siria es un hervidero de buscavidas que tratan de hacer negocio con la venta de armas y Harry Smith ha encontrado a unos compradores habituales que le reportan pingües beneficios. Los franceses, al mando del país, no le pierden de vista. Se dan cuenta de que es un tipo que no se quiere implicar en lo que es estrictamente una lucha política con sangre en los campos de batalla, por mucho que venda armas a los rebeldes. El Coronel Feraud, un idealista de Marsellesa y gloria de Francia, trata de mantener un encuentro con el líder rebelde y cree que Smith puede ser el enlace ideal para arreglar la cita. Sin embargo, hay muchos intereses entre medias y, por supuesto, como no podía ser menos, también hay una chica. Así que tenemos a un cínico, a un coronel francés, contrabando de armas, ganas de paz y voluntades locas de guerra y una mirada irresistible. No está mal para un país asiático asediado por la pobreza y el hambre.

Aparte de revolucionarios y soldados, Smith desprecia a los terroristas, que atacan por la espalda sin importarles qué matan y cuántos mueren. En realidad, Siria en 1925 es moverse por una selva que guarda el siguiente peligro al doblar la esquina. Y todo ello, dentro de un laberinto de calles del que no es nada sencillo salir. Harry Smith va a tener que sacrificarse para que haya algo de justicia en esas calzadas empedradas, sin destino, ni final, que tratan de encontrar un camino para que algo bueno siga respirando entre tanta conspiración.

No cabe duda de que la sombra de Casablanca planea sobre esta película, con Damasco al fondo. Un Damasco tan falso como Casablanca en su legendaria aventura. No cabe duda de que Bogart vuelve a encarnar a un cínico con su habitual solvencia. Un cínico que tomará partido porque, en el fondo, guarda una cierta ética en algún lugar de su gabardina. Muchos elementos se repiten, a pesar de que, quizá, ésta es una película más implacable, más dura y hace menos concesiones hacia el sentimentalismo. Y, por último, volvemos a tragar, quizá con menos aura legendaria, con menos romanticismo y con los pies un poco más asentados en la tierra, esta historia de algún lugar exótico, perdido de la mano de Dios, que pone en juego una serie de pasiones que descubren que hay hombres que merecen la pena.

Al lado de Bogart, en la piel del Coronel Feraud, un comedido Lee J. Cobb, un actor que saltaba por encima del notable cuando sabía sujetarse y que el toque sueco, en lugar de Ingrid Bergman, lo pone una algo inexpresiva Marta Toren. El resultado es una buena película que, en ningún caso, hace sombra al mito, pero que contiene buenos momentos hasta ese final en el que también hay niebla y nobleza. Siria engulló a un héroe que siempre nos gustaba. Hiciera lo que hiciera. Incluso aunque fuera un contrabandista de armas en una tierra sin futuro.

No hay comentarios: