viernes, 20 de enero de 2017

SE INTERPONE UN HOMBRE (1953), de Carol Reed

Berlín parece tragarse todo el aire nuevo que pueda llegar sobre sus ruinas. La ciudad está dividida aunque aún no hay muros y el estraperlo es el modo de vida habitual entre los que quieren pan todos los días. Susanne Mallinson llega para estar con su hermano y su cuñada pero se da cuenta de que allí, en una ciudad rota que trata de resurgir de unas cenizas cansadas, es muy difícil vivir con normalidad. Le presentan a un hombre que, para ella, resulta fascinante. Se llama Ivo Kern. Tiene un barniz de ambigüedad notable. Es como si fuese un tiburón moviéndose por las aguas infestadas de depredadores y, al mismo tiempo, estuviese profundamente herido porque tiene conciencia de poder rehacer su vida en medio de tanto escombro y tanta miseria. El equívoco llega y el secuestro se produce. Todo es un malentendido del que todos quieren sacar provecho e Ivo Kern tratará de encontrar una última salida para Susanne. ¿Quién sabe? Puede que sea su última oportunidad de escapar de la ratonera de la que se encuentra y el mañana no sea otro día en busca de algo para comer.
El pasado de Ivo Kern puede que sea el mayor obstáculo para volver al Berlín libre. Demasiadas sombras en sus silencios. Demasiadas desviaciones en sus evasivas. La guerra y sus pecados están demasiado recientes y la noche se hace larga en una Europa que, hasta hace muy poco, estaba en el puño del peor de los hombres. El frío se instala en los huesos como un inquilino indeseable y la atracción parece inevitable en un mundo que ya no existe. Pero Ivo debe expiar sus pecados aunque sea el ángel salvador de Susanne. Ivo es el ayer ametrallado por los Aliados. Ivo es el hombre que se interpone entre la sordidez y el encanto.

Carol Reed dirigió esta atípica película con mano maestra, sin renunciar a su gusto por lo barroco en la imagen y por la ambigüedad de unos personajes que están atrapados en un lugar de perdición y mentiras. A su lado, dando lo mejor de sí mismos, están James Mason como Ivo Kern, deslizándose por la noche, siendo una sombra más de una ciudad hostil y partida y jugando excepcionalmente bien con esa cualidad de decir una cosa y estar pensando en otra totalmente diferente. Claire Bloom, inocente pero decidida, es Susanne Mallinson, la americana que viene a Berlín para perder su mirada y encontrar la verdad y que también dota a su personaje de una paulatina madurez que deja atrás el tópico de una guerra que solo ha dejado a vencedores y vencidos. Berlín se vuelve protagonista de esta historia de evasión y amor, donde los niños ya no tienen donde jugar y lo único que da dinero para sobrevivir es el contrabando despiadado, el secuestro y el chantaje, hermanos de sangre en un tiempo de canallas. Quizás no deja de ser interesante comprobar cómo una ciudad que trata desesperadamente de reconstruirse se empeña en quedarse en las ruinas de lo moral. Quizá no se haya aprendido nada de la guerra. 

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