miércoles, 15 de julio de 2020

LA CIMA DE LOS HÉROES (1959), de Lewis Milestone



En demasiadas ocasiones hemos podido observar cómo los hombres son sacrificados mientras los políticos hablan. Esta vez, muchos van a ser los que mueran porque se trata de llegar a un acuerdo negociado para finalizar una guerra que nunca terminó oficialmente y la toma de una colina sin valor estratégico alguno va a ser una pieza clave en el tablero de ajedrez de las conversaciones de paz. Entre los soldados americanos, reina un optimismo evidente. Nadie quiere morir cuando el final está tan cerca. La cima se conquista, pero los norcoreanos quieren recuperarla. Quedan pocos hombres para defenderla y se piden refuerzos. Se pide lo imposible. Sería absurdo estar negociando la paz y mandar más tropas para consolidar una posición sin ningún valor. Los norcoreanos demoran la conclusión de las conversaciones. Todo es política. Mientras tanto, los hombres de ambos bandos mueren. La vida humana puesta encima de una mesa en la que vale más la estúpida supremacía que el acuerdo que se pretende alcanzar.
Al mando, el Teniente Joe Clemons trata de hacer que sus hombres no pierdan la moral. Ve con sus propios ojos cómo van cayendo y él pide una y otra vez refuerzos, obteniendo respuestas evasivas del cuartel general. ¿Es que no lo entienden? Van a morir todos. Apenas tienen municiones, sólo le quedan un puñado de hombres. Incluso pide permiso para una retirada y recibe una escueta negativa. Quizá sea la última batalla, pero no en el sentido que los políticos y militares del alto mando quieren darle. Será la última sangre para un puñado de valientes.
Trepidante y con una especial atención a los secundarios, Lewis Milestone dirigió con oficio esta espléndida película situada en la guerra de Corea, con un Gregory Peck algo estirado en sus gestos, pero espléndidamente acompañado de una segunda fila compuesta por nombres como Rip Torn, George Peppard, Woody Strode, Harry Guardino, James Edwards, Norman Fell y Robert Blake, dando textura y blanco y negro a la historia, desvelando las inquietudes de una lucha titánica por la supervivencia cuando todo parece en contra. El enemigo, además, es casi un fantasma al que no se ve salvo por la luz acusadora de unas bengalas que presagian el final. Mientras tanto, las balas siguen saliendo, la esperanza se sigue agotando y la vida, lentamente, se sigue escapando.
Así que es hora de aguantar más allá de lo posible. Órdenes son órdenes, por mucho que no se les vea el sentido lejos del diálogo. Todo vale para resistir. Desde sacos terreros hasta armas arrebatadas. Lo importante es seguir teniendo aliento durante un minuto más.

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