miércoles, 25 de marzo de 2009

EL CARTERO SIEMPRE LLAMA DOS VECES (1946), de Tay Garnett


Los senderos de la pasión siempre van marcados por la estrecha cintura de una mujer que hace que te precipites en el pecado y en la corrupción. Cuando la amargura te rodea, entonces cualquier asidero merece la pena con tal de seguir adelante, sacando la cabeza, aunque tus nudillos se aferren a esas curvas que te marean, que te hacen saltar de la derrota a la perdición, que te obligan a deslizarte por el barranco del deseo y de la muerte. El cartero siempre llama dos veces, sí, pero no siempre estás allí para abrir la puerta.
Y es que, a menudo, el cine negro alcanza cotas de obra superior si sabe adentrarnos en la blancura de la piel que admiramos con ojos de espectador que no puede tocar. Por nuestras pantallas, desfila una mujer no muy alta pero que dispara la pasión hasta que te hiere el corazón de negrura y fatalidad. El blanco y negro de la película se convierte en el rojo de la sangre derramada con premeditación, en el rojo del deseo indomable, en el rojo de la ambición corta y la vida a corto plazo, en el rojo del destino implacable que cae como la noche sobre los que conspiran para ser esclavos de la nada.
No hay maestría en el pensamiento, y tampoco en la ejecución. Sólo son dos personas que se ven arrastradas violentamente hacia su lado más turbio intentando el dinero fácil, la libertad temporal, el fracaso a la vuelta de la esquina, la finalidad de existencias inútiles. Sólo hay una química brutal esperando a explotar y hábilmente disfrazada en una época en la que simplemente se podía sugerir y todo se ve recubierto por una climática atmósfera de polvo, lujuria y asesinato. La respiramos. La sentimos. La intuimos. No la vemos. Pero el cine no tiene por qué mostrar. El cine sólo tiene que esbozar algunas líneas maestras. El cuadro completo lo tenemos que poner nosotros.
El cartero siempre llama dos veces, de Tay Garnett, es una película estructurada de forma muy diferente a lo que se tenía por habitual en los años en los que se realizó. Fue un poco más allá de lo permitido por el Código Hays de censura y Lana Turner se convirtió en un símbolo sexual que transpira por cada uno de los agujeros de su ajustada ropa un torrente de calor que llega al público en oleadas de imaginación. John Garfield, muerto apenas unos pocos años después víctima de un ataque al corazón por causa del agobio al que le sometía el Comité de Actividades Antiamericanas, sabe transmitir en su cara lo que hoy en día no hay ningún problema en mostrar por debajo de la cintura. El resultado, claro, es una obra maestra que supera a la afamada versión de 1981 con Jessica Lange y Jack Nicholson con escandalosa escena de sexo incluida.
Y es que en un mundo de cinismo y maldad tal vez todos tenemos que esperar que el cartero sólo llame una vez. Si vuelve, es que nos han pillado bajando por el tobogán que nos precipita hacia las caderas insinuantes de lo prohibido y, por el camino, hemos tenido que eliminar los obstáculos que nos estorbaban por los medios que nuestra inteligencia nos ha dado. Y esa inteligencia, aunque creamos que no, nunca es mucha. Siempre hay alguien que es más inteligente que nosotros. Aunque sea el mismo objeto de nuestro imparable deseo. Aunque sea el cazador que eche el cierre a nuestra jaula.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

En algunas de las frases que has escrito en esta entrada, resumes a la perfección las diferencias que hay entre el cine que se hacía hace años y el que se hace ahora. Cuando dices que Garfield "sabe transmitir en su cara lo que hoy en día no hay ningún problema en mostrar por debajo de la cintura", hahí queda dicho todo. Me gusta esta película que muestra como la pasión por una mujer te puede llevar a la absoluta autodestrucción. Pero yo creo que sus protagonistas tenían en común la búsqueda de la felicidad, del cariño que no encontraron antes en sus vidas. Ocurre que no eligen el camino adecuado, claro. Yo creo que ni siquiera son calculadores. Por supuesto me gusta mucho más esta versión que su remake que para mí basó todo su éxito en la famosa escena de la cocina y la harina. Pasa como en " El último tango en París", que todo el mundo iba a verla por la escenita de la mantequilla que a mí sinceramente, no me pareció tanto. Yo recuerdo más esa película por su maravillosa BSO.
Maravilloso blanco y negro, maravillosa la Turner con ese vestido blanco que encerraba más erotismo que cualquier cuerpo enharinado. Creo yo, vamos.
Veo que sigues bajando toboganes.Lo digo con una sonrisa que espero te llegue.

Gema

César Bardés dijo...

Ése es uno de los grandes valores del cine clásico frente al actual: la capacidad de sugerir. No cabe duda de que los protagonistas buscan la felicidad pero por el peor camino posible aunque estoy de acuerdo en que son dos seres absolutamente perdidos. La leyenda dice que esa escena de la harina entre Jessica Lange y Jack Nicholson fue muy excitante para ambos y que el sexo que practicaron fue real y que ésa fue la razón del divorcio de ella con el maravilloso bailarín Mikhail Baryshnikov. Yo, sinceramente, no lo creo.
En cuanto a "El último tango en París" es verdad que fue creándose un falso halo de erotismo en la película cuando, en realidad, era una historia que hablaba de manera muy descarnada sobre la soledad. Como película a mí me gustó mucho porque Brando, una vez más, me impresiona. Recuerdo que hay un plano fijo de Bernardo Bertolucci que dura varios minutos y se ve claramente cómo Brando va narrando algo y pasa de una emoción a otra con una profesionalidad y una sabiduría extraordinarias hasta que al final le caen lágrimas. Y esas lágrimas caen de verdad porque la glicerina es mucho más rápida que eso. A mí me parece una excelente película de injusta fama sexual. Y sí, yo creo que "El cartero siempre llama dos veces" es una maravillosa película con una Lana Turner más bella que nunca (aunque fuentes más que fidedignas me han dicho alguna vez que era demasiado bajita, demasiado pecosa y demasiado fea).
Yo nunca dejaré de bajar toboganes, aunque sea con la imaginación. Es uno de mis pasatiempos preferidos.
Buen comentario, Gema, muy acertado.

Anónimo dijo...

A ver, que cuando he dicho que " El último tango en París", no me pareció tanto me refería sólo a la escena de la mantequilla. Seguramente me esperaba algo más.... mantecoso. Vamos, que yo creo que no vi la mantequilla por ningún lado. Hay una escena en "Ricas y famosas" en que la Bisset se encierra en el baño de un avión con un señor. Bueno, pues esa escena a mí me pareció mucho más erótica que la de la mantequilla. Por lo demás sí me gustó El ültimo tango. Recuerdo la luz tan especial que se filtraba en ese piso. Por supuesto me encantó Brando, reflejo de la soledad más absoluta y enloquecida. En cuanto a la Turner, puede que fuera demasiado bajita, pecosa y yo añadiría cabezona. Pero demasiado fea sinceramente no creo que fuera aunque no figure en mi lista de actrices guapas.

Gema

César Bardés dijo...

Bueno, se ve cómo Brando coge la mantequilla con los dedos pero, claro, "El último tango en París" no es una película porno. Por supuesto, es una escena puesta para escandalizar y estoy totalmente de acuerdo contigo en que la escena de la Bisset en "Ricas y famosas" es mucho más excitante.
El tema Lana Turner, bueno, guardaré el nombre de mis fuentes pero se llevaron una decepción que no veas. Es que dio la casualidad de que Lana Turner vino de luna de miel a Madrid cuando se casó con Lex Barker y fue vista en la Gran Vía. A más de uno se le cayó el alma a los pies.
Aclarado queda.

Anónimo dijo...

Ya sé que no es una película pornográfica, pero comprende que me extrañe que se organizaran viajes a Perpignan sólo para ver cómo el Sr Brando cogía mantequilla con los dedos. Una de las muchas razones por las que os envidio a los que vivis en Madrid es por la posibilidad que teneis de cruzaros alguna vez con algún actor o actriz. En fin, imagino cuáles eran tus fuentes. En cualquier caso, aunque sólo sea por las pecas que compartimos, sigo opinando que más que fea era algo vulgar y cabezona.

Gema

César Bardés dijo...

Bueno, tengo que reconocer que en un viaje a París, mis padres se fueron a verla pero yo creo que eso lógicamente fue una consecuencia de la represión sexual de la época. Comprende que para la generación de nuestros padres que eso saliera en una pantalla de cine era algo inaudito e impensable y menos si uno de los protagonistas era Marlon Brando. Por cierto, qué razón tienes con la excelente banda sonora de "El último tango en París", del Gato Barbieri, estupenda, la tengo guardada en un sitio privilegiado de mi discoteca. En cuanto a la Turner, bueno, básicamente creo que pensamos lo mismo así que no hay mucho más que decir. Es cierto que según fue madurando se hizo mejor actriz y está estupenda en "Imitación a la vida", de Douglas Sirk o en un estupendo y desconocido melodrama que se llamó "La mujer X" y que saca todo su talento dramático.
Buen debate de tangos y pecas, vive Dios.

Anónimo dijo...

Confesión por confesión, mis padres son de los que también fueron a verla. Es más, organizaron un viaje adrede con varios matrimonios amigos y fueron adrede a Perpignan a verla. Has nombrado dos películas que me encantan. Por un lado Imitación a la vida, aunque he de decir que la historia que más me gustaba era la de la negra y la hija. Preciosa. Y La mujer x, una de las películas en la que más he llorado. Esa suegra tan bruja.. Hay una escena en que está la Turner ya mayor en la cama creo que de la carcel y va a visitarla el hijo. Ella le pregunta cómo le ha tratado la vida, si tiene novia.. esas cosas que nos gusta saber a las madres. Para mí en esa escena ella está de oscar. Cuánto tiempo sin comentar esta película con nadie. Me ha encantado hacerlo.
Gema

M.I. dijo...

Ainsss, qué poco ha cambiado este país, en cuanto a cotilleos envidiosos se refiere. Ya lo mostraba Almodóvar en "Mujeres...". Carmen Maura, actriz de anuncios de TV, entra en una farmacia y la vecina de turno -tinte en pelo- dice eso de "Pues no te creas, que no vale nada en persona".
No sé, será que yo entiendo menos de cine clásico que vosotros. Será que tengo debilidad por Lana Turner. Será que siempre proyecto otra mirada sobre las cosas. El caso es que me parece el prototipo de diva, de elegancia y majestuosidad.

dexter dijo...

Qué película, desde luego ya no se hacen cosas así. Y me parece interesante también el remake de Rafelson, que los árboles a veces impiden ver el bosque y la escena de la mesa de la cocina tapa mucho. Curiosamente, la película es coétanea de esa otra joya del thriller erótico ochentero que es Fuego en el cuerpo, remake oficioso de Perdición basado a su vez en una obra de James M Cain, autor de El cartero siempre llama dos veces. Uff qué pillao por los pelos y que rebuscado soy a veces. Joer, vaya semana, Wins, tu hablando de Barbra Stanwick y de Lana Turner, el Wally sin venir, y yo con estos pelos. Ha sido una semana de locos. a ver si puedo contestarte en breve en los post de Voces de muerte y de Almodóvar.

César Bardés dijo...

Sí, estoy de acuerdo, "La mujer X" es una película muy olvidada y ella, sigamos por una vez el criterio de la Academia, fue nominada al Oscar por ese papel. Desde luego es un drama muy desgarrador aunque yo tuve la inmensa mala suerte de verla con un doblaje que era para cortar las cuerdas vocales a los responsables.
M.I. en cuanto al prototipo de la elegancia, de la belleza y de la sensualidad...bueno, podríamos decir lo mismo de Penélope Cruz sin caérsenos los anillos, total... Lana Turner medía 1,60 escaso, había perdido las cejas en su juventud porque quiso tener un "look" asiático y además fue sospechosa del asesinato del gángster Johnny Stompanato, con el que mantenía un romance (cosa que es tangencialmente recreada en "L.A. Confidential"). Sí, a veces la leyenda puede más que el cotilleo.
No te preocupes, Dex, todos trabajamos y todos tenemos ocupaciones así que contéstame cuando quieras, cuando puedas y sólo si quieres.

Anónimo dijo...

Mmmm...Lana Turner apenas 1,60, pecosa....¿Y por eso menos atractiva?....En cuanto a lo de fea o actriz regular, ya lo dije hablando de la Stanwick, hay mujeres que capturan la mirada, que llenan la pantalla, que son atractivas a lo grande...
La imagen de Turner y Garfield en el coche rumbo a su final es icono del cine...el ya ha perdido, siempre perdió, pero la tuvo a ella, poco, pero la tuvo...y nosotros le envidiamos.
Muchas veces pensé si un hombre puede asesinar a otro por una mujer fatal en la vida real...Tenía (tengo) mis dudas, pero viendo en esta pelí a Lana o a la Stanwick de "Perdición" casi me quedo convencido.

Saludos, Carpet.

César Bardés dijo...

No, no nos confundamos. Yo nunca he dicho que Lana Turner no llenase la pantalla. Lo hacía y vaya si lo hacía. Yo sólo he querido contar la anécdota de que ese rostro perfecto que se nos enseñaba no era el que ella tenía en realidad, su rostro era un cúmulo de imperfecciones disfrazado por el maquillaje y de ahí también su reticencia a hacer películas en color hasta que la madurez hizo que le diera más o menos igual. Por supuesto que llenaba la pantalla y que los espectadores se quedaban embobados viéndola, en eso no hay discusión. Ahora, también he de decir que no era mi tipo de mujer y como tal no ejercía fascinación sobre mí como sí lo hizo, por poner un ejemplo, una actriz como Gene Tierney. Sólo era un ejemplo anecdótico.