martes, 27 de abril de 2010

BILLY EL MENTIROSO (1963), de John Schlesinger

Allá por finales de los años cincuenta surgió en Inglaterra un movimiento literario de vital importancia para la historia del arte a través de unos cuantos autores, con John Osborne a la cabeza, que quisieron retratar en sus obras de teatro y en sus novelas el realismo de una sociedad inmersa en una serie de problemas generacionales y sociales que hacían que la usual complacencia británica sobre sus propios defectos se convirtiera en toda una denuncia hacia la angustia de vivir en la fea realidad. A este grupo literario, se le denominó “los jóvenes airados”, y por supuesto, tuvo su prolongación en el cine dando nacimiento al movimiento del “free cinema”. A esta generación de directores pertenecieron nombres ilustres como Tony Richardson, quizá el más representativo de todos ellos, Karel Reisz, Lindsay Anderson y el director de esta película que hoy nos ocupa, John Schlesinger.
Schlesinger, después de unas cuantas y excelentes películas dentro de los preceptos de este tipo de cine, emigró a Estados Unidos y aportó su propia mirada a una película tan urbana como Cowboy de medianoche pero más tarde quizá se dejó absorber por la tentadora comercialidad que le ofrecía el oropel de Hollywood y, sin dejar de ser nunca un director interesante, abandonó su estilo de origen para adentrarse en la comodidad aceptada de ser un creador con menos personalidad y con más gancho en la taquilla.
En cualquier caso, Billy el mentiroso, entra de lleno en su etapa británica, en su concepción de la realidad de la que hay que huir a través de la fábula sobre un hombre que se fabrica su propio mundo lleno de mentiras hasta tal punto que llega a creerse algunas de ellas. Para ello contó con un extraordinario trabajo de Tom Courtenay en el papel protagonista, una de las grandes leyendas de la escena británica, escasamente bien tratado en el cine aunque, de seguro, le recordarán como el sangriento revolucionario de Doctor Zhivago o como el protagonista atormentado de La noche de los generales. Aquí, su personaje se mueve en parámetros de angustia, aprisionado por rancios cimientos de estabilidad social personificados en su familia y por ese mundo de fantasía paralelo como vía de escape hacia una vida soñada. En él confluyen la ignorancia y el ideal de su propia pareja sentimental y de tantas otras cosas que hacen de él una personalidad disgregada, de hábitos autodestructivos, de tacaña política económica hacia la verdad a través de un trabajo de enorme intensidad, envidiable en su concepción dramática que elevan a Courtenay a la categoría que siempre ha tenido de extraordinario actor.
Es decir, no dejen influenciarse por el ambiente típicamente británico que rodea la cinta. Esta es una historia que nos hará pensar sobre el camino que llevamos. Sobre la confortabilidad de la mentira. Sobre la huida del mundo en que nos movemos. Sobre la nada en la que asentamos nuestras vidas. Es una película para usar la cabeza. En pensar está la grandeza que poseemos así que sean grandes y no dejen de reflexionar mientras se hallan inmersos en este realismo de cocina.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Muy interesante film.

Es de destacar el papel de los autores del Free Cinema, quizá un poco metidos en el cajón del olvido para bien de los Franceses y la Nouvelle Vague.

Personalmente me gusta el estilo que impregnan sus películas. Sencillas a mas no poder e impolutamente dirigidas, con una calidad de imagen excepcional y un ambiente realista que da ese "toque" personal.

Courtenay me parece un actor excepcional, lleno de energía y con la capacidad de meterse de lleno en su papel hasta el punto de que el personaje trasciende a la pantalla. Esos momentos donde se le pillan las mentiras son genialmente interpretados. A mi ya me había convencido sobradamente en la maravillosa "la soledad del corredor de fondo" (otra historia interesante con ambientes domésticos de ida y vuelta, como en esta ocasión).

Eran autores muy interesantes. Además de buenos cineastas. De Anderson destaco también un documental realizado sobre la filmografía de John Ford (aunque no esté del todo de acuerdo con las opiniones vertidas por el en algunos momentos del mismo).

Gracias por descubrirme otra buena película.

Un abrazo.

César Bardés dijo...

Cierto es que han quedado un poco relegados al olvido los autores del "free cinema" debido a la enorme calidad de los chicos de la "nouvelle vague". Sin duda, Courtenay es un actor muy potente, a ratos incómodo, te hace incluso sentir mal pero es excepcional. No cabe duda, además, de que una de las obras cumbre del "free cinema" es "La soledad del corredor de fondo", de Tony Richardson (que sí que me parece que estaba un peldaño por encima de los demás). De Lindsay Anderson yo destacaría una película sobre la rigidez colegial británica titulada "If", con Malcolm McDowell liderando una rebelión destinada a la derrota. Tampoco cabe duda del trabajo enorme de Anderson con respecto a su documentación escrita y fílmica relativa a John Ford. De esta generación también destacaría "Sabor a miel", y muy especialmente "Mirando hacia atrás con ira", ambas de Richardson cuya mejor obra es "Tom Jones" aunque quizá aquí se aleja un poco de los preceptos que movían a los "jóvenes airados".
Me alegro de seguir descubriéndote cosas, es muy bonito.