Julie ama apasionadamente a Preston. Va a casarse con él. Pero, de manera infantil, pretende que ella sea lo primero en todo. No soporta el desplante aunque no sea tal. Por eso, urde un insulto de color rojo cuando él tiene una reunión inaplazable en el banco y no puede acompañarla a elegir un vestido para el baile del Olimpus de Nueva Orleans en el que todas las damas han de ir de blanco. La puede el orgullo. Cuando él va a buscarla a casa, ella le desafía para calibrar su cobardía. Pero Preston no se arredra. La coge del brazo. La lleva. Y allí hace frente a todas las miradas que oscilan entre la incredulidad y la reprobación. Blanco para lo virgen. Lo que no es virgen no es blanco. Y eso no deja de ser verdad en ese baile. Soporta la evasión de todos que, con cualquier excusa, evitan cualquier conversación con ellos. La exhibe. Y quien lo pasa mal es ella. Pero él la obliga a quedarse. ¿No quieres provocar? Muy bien. Provoquemos. Y lo único que consiguen provocar es que todo se rompa. Que el rojo deje paso al vacío. Adiós, Pres. Adiós, Julie.
Durante un año, él desaparece de su vida. Tiempo más que suficiente para que ella reflexione sobre su tremendo error. Él regresa. Ella lo prepara todo para caer de rodillas ante él, suplicarle perdón e intentar unir lo que nunca debió resquebrajarse. Tarde. Demasiado tarde. Él se ha casado con una chica del norte. Doble afrenta para el orgullo sureño. Doble humillación. El valor del no poder con todo. El mundo se derrumba. La felicidad no es para ella...pero quizá el destino, sí.
Cuando la epidemia de fiebre amarilla llega a Nueva Orleans, Julie ya hace días que ha contraído la enfermedad del amor. Le ama tanto que no duda en correr a su lado para cuidarle y aliviarle. Y entrega su vida, que en adelante será prófuga del lujo, para estar rodeada de enfermedad y muerte, de lepra y fiebre, de penuria y nada. Pero estará junto a él. Estará junto al hombre que ama con tanta fuerza que sobrepasa sus ganas de vivir. No importa que él no la ame. Eso es secundario. Le cuidará. Velará por él. Le compensará por haber dejado que su estúpida soberbia del sur le relegara. Y en medio de la miseria, entre toda la pobreza física y enfermiza, ella será feliz, como demuestra con su sonrisa de satisfacción mientras el mundo entero muere.
Jezabel. Wyler. Davis. Fonda. Brent. Ese plantel de secundarios. Esa ambientación. Ese preludio de escarlata. Amor. Orgullo. Muerte. Estupidez. Inutilidad. Y en el fondo de nuestro corazón late el íntimo deseo de que alguien nos ame así. Aunque el rojo sea color de nuestro ridículo. Aunque la insensata altivez aplaste lo que sentimos. Aunque se pierda lo que amamos...y que, tal vez, nunca hayamos dejado de amar.
Cuando la epidemia de fiebre amarilla llega a Nueva Orleans, Julie ya hace días que ha contraído la enfermedad del amor. Le ama tanto que no duda en correr a su lado para cuidarle y aliviarle. Y entrega su vida, que en adelante será prófuga del lujo, para estar rodeada de enfermedad y muerte, de lepra y fiebre, de penuria y nada. Pero estará junto a él. Estará junto al hombre que ama con tanta fuerza que sobrepasa sus ganas de vivir. No importa que él no la ame. Eso es secundario. Le cuidará. Velará por él. Le compensará por haber dejado que su estúpida soberbia del sur le relegara. Y en medio de la miseria, entre toda la pobreza física y enfermiza, ella será feliz, como demuestra con su sonrisa de satisfacción mientras el mundo entero muere.
Jezabel. Wyler. Davis. Fonda. Brent. Ese plantel de secundarios. Esa ambientación. Ese preludio de escarlata. Amor. Orgullo. Muerte. Estupidez. Inutilidad. Y en el fondo de nuestro corazón late el íntimo deseo de que alguien nos ame así. Aunque el rojo sea color de nuestro ridículo. Aunque la insensata altivez aplaste lo que sentimos. Aunque se pierda lo que amamos...y que, tal vez, nunca hayamos dejado de amar.
4 comentarios:
Gracias Cesar por tu análisis. Te adjunto varias curiosidades sobre la película, aunque seguramente ya las conoces:
El rumor de que a Bette Davis se le ofreció el papel de Jezabel al haber perdido la oportunidad de protagonizar “Lo que el viento se llevó” es falso. Jezabel se comenzó a rodar antes de que se decidiera quién iba a ser Escarlata.
Según Robert Osborne, el vestido “rojo” es en realidad de color bronce, porque se veía mejor en blanco y negro.
Henry Fonda fue una incorporación de última hora. El papel lo iba a hacer Jeffrey Lynn.
El Oscar que ganó Bette Davis se subastó en Christie´s por 57.800 dólares en 2001. Lo compró Steven Spielberg que inmediatamente lo devolvió a la Academia de Cine.
Bette Davis hizo 45 tomas de la escena en la que se levanta la falda de equitación con la fusta. Una toma inolvidable que no os pasará desapercibida.
Una de las causas de los retrasos de la película fue el nacimiento de la hija de Henry Fonda, Jane.
Warner Bros compró los derechos de la película a un precio muy bajo, porque la obra teatral de Broadway fue un fracaso.
Fuente: https://es.paperblog.com/jezabel-2136035/
Pues muchas gracias, novia de Supermán. Sí que sabía algunas cosas, pero otras, no, así que siempre se aprende algo más. Da gusto que sea así cuando se trata de una película tan extraordinaria y que tiene momentos realmente increíbles.
Un saludo y gracias por tu comentario.
Belleza tu narrativa. Gracias César 🙏
Gracias por decirlo y comentarlo. Un saludo.
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