jueves, 5 de mayo de 2016

LA PUNTA DEL ICEBERG (2016), de David Cánovas

Los ejecutivos de grandes empresas ya no tienen lugar para los sentimientos. Después de un cuidadoso lavado de cerebro en el que les enseñan a prescindir de toda consideración moral por el bien de la amada firma, les conminan a ejercer una presión insoportable sobre los trabajadores, exigiéndoles cada trimestre un poco más, unas horas más, una dedicación más, un cumplimiento estricto de los plazos, una efectividad impoluta…y puede que eso llegue a quebrar la resistencia de cualquiera rebanando el cuello del inútil, volando la tapa de los sesos del mediocre, abrazando el vacío en un imposible vuelo desde las alturas.
Como es normal, todo esto tiene que ser investigado. Nada de consultorías externas. Se envía a alguien ajeno a recursos humanos, una vez más, para que no haya problemas de implicación afectiva o social y los interrogatorios se suceden, los descubrimientos se amontonan, la verdad sale a relucir pero eso, quizá, no es suficiente. Hay que echar un par de horas más, algo más de dedicación, hay que cumplir con el plazo de entrega del informe de la investigación que debe de ser impecable…pero la presión vuelve a funcionar con toda su mordedura hiriente…no bastará con todo eso. También habrá que poner en juego los límites de la moralidad de quien investiga. Y eso no se puede permitir. Un ejecutivo no puede desbocar su vocabulario más que para amedrentar a sus subordinados. Un ejecutivo no puede actuar en base a su código ético. Un ejecutivo es solo una máquina que cobra para poder pagar su hipoteca, lucir su caro vestuario y cenar en los sitios más selectos de la ciudad.
Interesante película que pone de relieve las miserias de las grandes empresas, causadas también por la desmedida ambición de los directivos de ordenador de tapa negra. Maribel Verdú está medida e intensa, acertada e irremediablemente atractiva. Carmelo Gómez, aún sobreactuando con un diálogo para listos, arrastra calidad por sus cuatro costados, Fernando Cayo evoluciona cada día hacia interpretaciones absolutamente sólidas y la dirección de David Cánovas es tan precisa y pulcra como una mesa de juntas. El resultado es una imprescindible reflexión de hasta dónde puede llegar ese método de trabajo basado exclusivamente en la presión y si el cambio no debería empezar por la responsabilidad moral de todos los que intervienen en el proceso productivo de cualquier empresa, grande o pequeña. El miedo no puede ser nunca el arma de chantaje para atornillar las obligaciones del empleado. Y ni mucho menos el espionaje interno como elemento de extorsión para sacar más partido a las capacidades. La crisis ha originado demasiados abusos de poder, demasiadas sacas llenas, demasiados temores que inducen a prescindir de la ética y con eso lo único que se consigue es rebajar la estatura moral al nivel de las fieras y ahí sí que estamos perdidos. Porque la libertad no se alcanza, precisamente, trabajando catorce y quince horas diarias por mucho que detrás haya una compensación económica o un recreo para la ambición. Se alcanza cuando la honestidad se convierte en una actitud, en una norma de vida, en una garantía de nuestra propia humanidad y en un punto de justicia para la existencia de los que nos rodean. Y eso brilla por su ausencia en esas enormes oficinas plagadas de ordenadores portátiles, perfumes caros y terriblemente exagerados o trajes oscuros a medida que esconden la verdadera cara de la presión que se ejerce en las alturas.

3 comentarios:

CARPET_WALLY dijo...

Pues fíjate, que aun no habiendo visto la película, la veo muy ajena a la realidad española. Por lo que cuentas más que nada.
Yo creo que algo ha cambiado en las empresas, modernizándolas y como dices en negativo, pero el problema yo no creo (al menos en mi entorno conocido) que sea en un exceso de presión y en una explotación mayor para obtener una mayor productividad, quizá eso ocurra en pequeñas y medianas empresas que buscan maximizar el rendimiento del trabajador.
En lo que yo conozco, la modernización y la "americanización", los nuevos grandes ejecutivos han hechos todos el mismo Master en Chicago, se ha resuelto en la desaparición del empleado como tal y su conversión en una pura herramienta productiva. Esto es, la experiencia en mi caso de 25 años al servicio de quien estoy pasa por la consecución de los objetivos que recaían bajo mi responsabilidad, eso ha conllevado momento de trabajo brutal y otros menos exigentes, lo importante era el sentido de empresa y la convicción de hacer bien lo que tenías que hacer. Por supuesto, ha habido presión en momentos puntuales y estrés y angustia...Pero ahora lo moderno es otra cosa, la despersonificación. El nuevo (siempre es nuevo y desgraciadamente inexperto) ejecutivo decide que la empresa gasta mucho en...(rellena los puntos suspensivos con Luz, papel, viajes, personas) y por tanto aborda un plan de reestructuración de costes. Lejos de intentar conocer la empresa que va a sanear acudiendo a los profesionales que llevan trabajando en ella muchos años, decide encargar (con gran coste) su plan a una consultora que, obviamente, tampoco se encarga de `preguntar sino que decide en virtud de unos parámetros estadísticos que vete tú a saber de dónde vinieron.
El resultado final es que se decide prescindir de personas, de procesos, de sistemas, de costumbres, de formas de hacer sin validar cual puede ser el resultado más que en términos económicos directos que no valoran los efectos indirectos.

CARPET_WALLY dijo...

Ejemplo: En mi empresa, hay gente que tiene que hacer viajes por motivos de trabajo, se creó un departamento "nuevo" de control de viajes. Se buscaba reducir el coste total que se consideraba excesivo.
Un empleado tenía una reunión en Valencia a las 10:00 con una duración prevista de 2 horas, se buscaba un vuelo o el tren a las 9:00 y otro a las 13:00 más o menos de vuelta. El hombre llegaba a mediodía y se iba a la oficina a currar por la tarde. El coste pongamos que fuera 120€ (ni idea, es un ejemplo).
Llega el nuevo departamento y encuentra un chollo Ryanair, salida a las 7:00 hasta Alicante (esto es real) y vuelta a las 20:00 (coste 60€). Billete de tren Alicante-Valencia ida y vuelta 40€. El tipo del departamento de viajes dice: He ahorrado a la empresa 20€....O casi, porque no cuenta que el tren le deja a bastante distancia de la reunión, y el aeropuerto no, que tiene que coger taxi para desplazarse en Valencia (20 euros más), que el hombre tiene que comer allí y pasará dietas (en el mejor de los casos 15€, aunque el límite está en 30 para desplazados). Esta simple operación supone que el viaje del señor que ha perdido todo el día vagando por Valencia para una reunión de dos horas (no valoran las horas de trabajo, serán despreciables acaso) ha costado 15€ más gracias a la moderna aplicación de la nueva política, pero el tipo se punta un tanto con el ahorro directo de 20 en lo que cae bajo su responsabilidad.

Es un ejemplo absurdo pero real, y lo que es aún peor cualquier intento de explicar estas cosas tan simples se tacha de conservacionismo y de poner palos en las ruedas al nuevo modelo de empresa. La opinión del profesional no se tiene en cuenta, las instrucciones del gurú de turno han de ser aceptadas y adaptar tus métodos al nuevo funcionamiento aunque eso suponga que el resultado efectivo de tu trabajo empeora claramente. Y finalmente, la solución pasa por un rejuvenecimiento de la plantilla, los que llevan mucho tiempo no es que tengan fidelidad sino que se han acomodado y el hecho de no buscar nuevos objetivos en otras empresas es considerado como inmovilismo y falta de ambición personal, lo que te convierte en prescindible.
Esa es la realidad en las empresas ( al menos en las grandes) españolas. No hay miedo al suicidio por la presión, lo que hay es pesimismo, tristeza y pena, depresión por ninguneo.

En fin, esto tenía poco que ver con el cine, pero ya sabéis que yo soy así muchas veces.


Abrazos profesionales

César Bardés dijo...

Te agradezco que des tu punto de vista de primera mano sobre una realidad que, lo confieso, desconozco. Solo trabajé unos meses en una gran empresa y hace ya unos cuantos años y yo (sin necesidad de nombrar recortes ni nada de eso) ya viví una mezcla de lo que tú estás contando maravillosamente y lo que plantea la película. Al final todo desemboca en lo mismo, en el desprecio al ser humano.
Lo que sí puedo apuntar es que la película (y su anterior obra de teatro) se basan en hechos reales porque el suicidio consecutivo de tres altos ejecutivos es algo que ocurrió en France Telecom. Bien es verdad que se puede argumentar que esa realidad, aún así, no es nuestra, que los franceses tienen métodos de trabajo muy alejados de los nuestros. Es posible. Y también es muy posible que esa presión insoportable en España sea más propia de la pequeña y mediana empresa. No lo niego en ningún momento y confieso mi inferioridad dada mi ínfima experiencia. En todo caso creo que tu testimonio es valioso y que contrasta debidamente y con autoridad todo lo que plantea la película.
Abrazos agradecidos.