lunes, 16 de enero de 2017

HA NACIDO UNA ESTRELLA (1954), de George Cukor

Una estrella sube cuando otra se apaga. Lo raro es que las dos estrellas se conozcan, se vean, se quieran, se amen y se sufran. No es fácil asumir el fracaso cuando al lado tienes al éxito en persona. Tampoco es sencillo intentar subir cuando al lado tienes a alguien que ha tocado la cima con sus manos y ha exhibido talento en todo lo que ha hecho. Todo es una cuestión de autoestima, de saber cuándo ha estado el trabajo bien realizado, de tener conciencia de que hay momentos en que estás arriba y estar siempre arriba tampoco es demasiado sano.
“Damas y caballeros, soy la señora de Norman Maine” y ahí es donde se puede ver con los ojos y sentir con el corazón que el reconocimiento siempre ha estado presente aunque rara vez se manifieste. Siempre ha estado en la persona que te ama, siempre ha estado en el público que te ha venerado, siempre ha estado en la industria que se ha aprovechado de ti. Porque el talento es algo incuestionable. O se tiene o no se tiene. Y no importa que lleguen los premios, las alabanzas, las críticas o que el público decida no pasar por taquilla. Lo que ha estado bien, ha estado bien y eso nadie lo puede arrebatar. El concepto de la gloria efímera solo existe en los periódicos o en esos sesudos e inútiles artistas de la descalificación que son los críticos de cine. La verdadera gloria está en ser plenamente consciente de que el trabajo y el talento han sido visitas frecuentes y si han decidido irse por una temporada para tocar en el hombro a algún otro, es su problema.
Por otro lado, nadie puede negar la importancia que tiene un maestro cuando la alumna ha sabido aprovechar las lecciones, cuando se ha empleado a fondo en llegar a unas alturas que son inalcanzables para la gran mayoría de los mortales. Pocas cosas hay tan hermosas como dar parte de la propia luz para que otra luz brille con aún más fuerza. Aunque siempre esté esa pequeña llama que puede convertirse en un incendio como es el orgullo herido. Pero ahí también hay talento, también hay algo que ofrecer, también hay sueño y hay empuje. Quizá la mejor solución sea desaparecer…pero no porque sea la mejor solución es la más valiente. Todo lo contrario. No hay que perderse el maravilloso espectáculo que es el surgimiento de una estrella que no va a tener igual en el firmamento. Ella es única aunque tú ya no lo seas.

George Cukor dirigió con enorme maestría este melodrama que habla de Hollywood desde dentro y de las personas que lo hacen posible desde fuera. Tuvo en James Mason y en Judy Garland (en el que es, sin dudarlo, el mejor papel de su carrera) a dos poderosos aliados para contar las grandezas y miserias de un sistema que da oportunidades y también arrincona sin piedad. Y es que las estrellas deben lucir en ese manto de oscuridad que es la noche, en un entorno que se empeña en engullir todo lo que brilla de forma fulgurante, no sea que ya no haya cielo por descubrir. Y en ese ambiente de penumbra también hay sitio para la generosidad, para la compasión, para el homenaje emocionado y para la realización de imposibles que se tornan desafíos. Es hora de caminar hacia el mar en el rojo crepúsculo del anonimato, condena inasumible para quien habitó en medio de la fama y de la admiración.

2 comentarios:

dexterzgz dijo...

Pues hace tiempo que la vi y la tengo muy perdida. La tengo por ahí, eso sí, y cualquier día le echo el diente. Lo que más me echa para atrás es que son casi 3 horas y hay que echar la tarde entera. Pero bueno, no todos los días puede ver uno un musical realista.

También he visto las otras 2 versiones, la antigua, algo ñoña, que pertenece a Willyam A Wellman, director de "Alas", la primera cinta galardonada con el Óscar a la mejor película. El otro día leí por ahí que después de 90 años sigue siendo el director que ha conseguido el premio gordo con menos edad. El récord debe estar al caer un día de estos, quizá un chico realista de estos que hay por ahí.

La de la Streissand me parece algo desmadrada.

Abrazos con estrellas

César Bardés dijo...

Es que esto no es exactamente un musical, aunque yo no lo definiría así. Apenas hay números y están totalmente integrados en la trama. Es decir, si hay un número es porque lo hay en un escenario o, sobre todo, uno en que Judy le enseña a James un número que está ensayando en una película y que es un gran "tour de force" perfectamente "realista".
En esta historia, ésta es la mejor versión, y no tengo ninguna duda sobre ella. Superior a la de Wellman y superior a la de la Streisand cuyo único valor es la inclusión de esa maravillosa canción que es "Evergreen".
Te la aconsejo. Es una gran película.
Abrazos desde el mar.