viernes, 26 de enero de 2018

¿QUÉ ME PASA, DOCTOR? (1972), de Peter Bogdanovich

Si no puedes con el caos, únete a él. Y es que es tan encantador, tan culto, tan agudo, tan brillante, que no puedes más que dejarte seducir. Sí, ya lo decía Cole Porter: “You´re the top, you´re the Coliseum, you´re the top, you´re the Louvre Museum…” Y cuando eso ocurre, ya puedes correr, cargarte cristales enteros, subir y bajar por las empinadas cuestas de San Francisco, montar en bicicleta, sacar sonidos de las piedras y quemar la habitación de un hotel. La suerte está echada, amigo y si el caos quiere que acabes en sus brazos, allí es donde vas a ir. Aunque, claro, eso también tiene un lado bueno y es que puede ocurrir cualquier cosa en cualquier momento. Y cuando se dice “cualquier cosa” es que puede ocurrir “cualquier cosa”. Por ejemplo, que se cante As time goes by en un ático en obras o que haya cuatro maletas idénticas correteando por ahí en busca de dueño. Hasta es posible que vayas a coger una furgoneta que tienes tranquilamente aparcada en la calle y te encuentres con que le han dado tantos golpes que apenas es una hoja de papel chatarra desplomada por su imposible equilibrio. Al fondo, sí…allí se les ve, están Cary Grant y Katharine Hepburn con La fiera de mi niña y una pasión incontestable por la comedia más alocada con un toque de los dibujos de la Warner. Es que esta película no tiene decoro, qué quieren que les diga.

Y no lo tiene porque detrás de la cámara está Peter Bogdanovich imprimiendo ritmo al asunto, incluso con un humor muy cercano al slapstick que hace que, en muchas ocasiones, parezca una historia sacada de las persecuciones locas de Mack Sennett. Claro que también están dando brincos y no entendiendo nada Ryan O´Neal, en uno de los mejores papeles de su carrera, Barbra Streisand consiguiendo imprimir belleza, personalidad y gracia al caos; Austin Pendleton, poniendo al mecenazgo patas arriba; Kenneth Mars, con flequillo al vuelo y gestos al bies haciendo de la envidia todo un arte; Madeline Kahn, gansa impenitente que no puede entender nada de lo que le pasa y que no quiere salirse de un mundo perfectamente cuadriculado sin posibilidad de caos; Liam Dunn, dando un nuevo concepto a la palabra “justicia”…todo un plantel de cómicos que saben concentrar la risa en lo que hacen y también en lo que dicen, convirtiendo esta locura en una comedia completa, desquiciada y vibrante. Al fin y al cabo, no hay mayor tontería que decir que amar significa no tener que decir nunca “lo siento”. Las joyas, las ropas, las rocas ígneas, los documentos secretos, de perro a pillo y tiro porque me rallo. Y déjense de músicas.

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