El inspector Morck
tiene el fracaso grabado en la piel. Ha dedicado demasiado tiempo a perseguir a
delincuentes, mentes enfermas que desafiaban cualquier parámetro del
razonamiento humano, viejos casos que se quedaron abiertos y que el tiempo se
encargó de olvidar. Nunca supo ser padre, dar cariño. Tal vez porque siempre
creyó que el cariño no existía ya en el mundo. Sólo mentes retorcidas,
dispuestas a hacer daño de la forma más atroz, sin detenerse a pensar que las víctimas
eran personas que sufrían, lloraban, se rebelaban o amaban. De hecho, el
inspector Morck empieza a no pensarlo tampoco. De alguna manera, se está
convirtiendo en uno de ellos. Solo, aislado, odiando todo lo que le rodea,
cercándose alrededor para que nadie se pueda convertir en un posible amigo y,
por tanto, una segura decepción. El inspector Morck llora, porque no sabe cómo
salir de ese hoyo emocional y lo tiene cada vez más difícil.
Sin embargo, un caso se
presenta. Hay unos niños implicados. Criaturas que han desaparecido al abrigo
de alguien en quien tenían confianza. Seres que viven en una rígida comunidad
protestante que dedican todo su tiempo al trabajo y a las reuniones semanales
en la parroquia más cercana. Niños. Niños. Esa palabra golpea a Morck como si
fueran puñetazos en la misma cara. No, no va a dejar que esos niños pierdan. No
va a dejar que se alejen igual que permitió que su hijo no reconociera en él a
su padre. Hará lo que haga falta, sin pararse en otras consideraciones. Y sabe que,
si cruza la línea, estará allí su compañero Assad. Puede que sea el único que
ha sabido leer con cierta paciencia y comprensión todo lo que le ocurre en el
interior.
Así comienza el largo
camino de redención del inspector Morck. Sigue la pista, sigue la trampa, deja
caer un poco de su propia sangre y de su propia estima. Persigue al chacal
depredador que se ha llevado a los niños hasta ese lugar en el que ya no hay
tierra. Una botella ha navegado por el agua para dar un último grito de socorro
y Morck y Assad la reciben y la escrutan. Esta vez la oscuridad será aún más
negra, tanto como la ceguera y la ignorancia. La vida y la fe, de la naturaleza
que ésta sea, van indisolublemente cogidas de la mano y el crimen resulta aún
más execrable porque se comete contra personas que son totalmente inocentes.
¿Hay más razones para intervenir? La vida desarreglada de Morck se torna en
algo que apenas guarda importancia ante la tragedia que supone la tortura y la
muerte y, nuevamente, el Departamento Q tendrá un caso más cerrado al que dio
comienzo el mensaje en una botella. Y habrá que desarmar lo que es toda una
conspiración de la fe.
2 comentarios:
Y seguimos en nivel ascendente, lo cierto es que si la primera era sorprendente y merecía mucho la pena, la segunda, como u ya dije, me pareció aun mejor, y esta tercera no le va a la zaga ni mucho menos.
A veces una saga puede parecer una serie televisiva con capítulos alargados. No lo es en este caso, cada caso es una historia muy diferente, con los personajes muy cuidados, como ya dijimos en el anterior. Lo que si pasa es que si has seguido la saga comprendes mejor la evolución de los personajes (por poner un ejemplo ocurre como en Harry Potter que se pueden ver individuales pero se entienden mejor si sigues la peripecia del joven mago entera). Y está bien jugado este título que, como has comentado, hace tanto referencia a el fondo del crimen y la investigación como al suceder de Morck y su desesperanza casi congénita.
Esta muy bien Nikolaj Lie Kaas en ese personaje absolutamente depresivo y antisocial ( le pude ver hace poco en una regular película de acción sobre un tren sin frenos y su hieratismo no lo era tanto y daba un poco más de vida al film, pero sigo quedandome con Fares Fares que no sólo compone un personaje bastante más agradable (era facil) sino que es de esos que dominan la pantalla cuando aparecen.
Abrazos bajo puentes de madera sobre el mar
Recordemos que NIkolaj Lie Kaas también fue ese malvado y terrible sicario del auténtico malvado de "Ángeles y demonios", de Ron Howard y que su impasibilidad le sentó especialmente bien a ese villano, porque, entre otras cosas, daba realmente miedo.
Es que el personaje de Fares Fares cae tan bien que es difícil que no le prefieras a él. Yo creo que los dos están muy bien y que, cada uno, componen con bastante maestría los tipos que deben interpretar. Voy detrás de esa otra película que también ha interpretado y de la que he escuchado auténticas maravillas que se llama "El Cairo Confidencial" en la que interpreta a un policía corrupto en el Egipto de la primavera árabe, debe estar bien. A ver si consigo verla.
En cuanto a la película en sí, a mí me parece tremenda. Además, se introduce la figura de un asesino que, en realidad, es un sádico social (la relación que tiene con su pareja es increíblemente inquietante) y esa absoluta entrega de Morck a la hora de resolver el caso (y que da lugar a la apoteosis final) es muy definitoria de un personaje que, sin duda, es un sociópata, pero que aún guarda muy buenas intenciones en el interior.
Abrazos en cabañas flotantes.
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