viernes, 10 de septiembre de 2021

TRAMPA 22 (1970), de Mike Nichols

 

Intentar hacer reír a la vez que provocar una cierta inquietud es un ejercicio de locura. Que se lo digan al aviador Yossarian que intenta que le tomen por loco una y otra vez como única salida para lidiar con una situación alejada de la cordura como es la guerra. Ya no va a volar más porque ha visto demasiado y todo hombre tiene un límite. El problema es que su petición de baja por locura se va a perder en una maraña burocrática que parece no tener fin y va a tener que hablar con unos y con otros, y, claro, el objetivo final, que es volver a casa, se difumina peligrosamente. Es el problema de la locura, que no se ve con claridad. Ni desde dentro, ni desde fuera. Al fin y al cabo, la guerra es un cataclismo causado por gente que es bastante egoísta y estúpida y que decide crear un universo de idiocia amoral. La sátira, la comedia y la tragedia son también contendientes de cualquier conflicto bélico. Y el surrealismo más grotesco no tarda en aparecer.

Es casi imposible imaginar cualquier situación en la que la hilaridad se confunda con tremendas oleadas de horror. El aviador Yossarian, dentro de su loca farsa, parece ser el único personaje que mantiene algún rasgo razonable. Todos los demás, parecen marionetas al servicio de la difusa batalla, de algo que, en el fondo, creen que no es real y que acaba por dibujar en ellos una mirada de ensoñación, como si buscaran el principio que nunca hubo para iniciar los combates. Trampa 22 también funciona como tal para el espectador, porque es una película que se puede odiar aunque sus intenciones son otras. La desmitificación de la épica guerrera, la deflagración de todos los ideales nobles que conducen al heroísmo, el arrasamiento de cualquier convicción basada en el prejuicio bélico, son constantes a lo largo de toda la película. Sí, la guerra es un cataclismo causado por gente que es bastante egoísta y estúpida, pero aquí no nos dejan de repetir que nosotros, los que asistimos a esa barbaridad, somos iguales de egoístas y estúpidos.

Mike Nichols dirigió un rompecabezas de incontables piezas, muy difícil de encajar, con un reparto de ensueño que incluía a Alan Arkin como el aviador Yossarian, y toda una constelación a su alrededor compuesta por nombres tan prestigiosos como Martin Balsam, Richard Benjamin, Jack Gilford, Anthony Perkins, Paula Prentiss, Martin Sheen, Jon Voight, Orson Welles, Charles Grodin o, incluso, la sorpresiva aparición del cantante Art Garfunkel. El resultado es una película difícil, basada en el original literario de Joseph Heller, que trata de parodiar al acto más absurdo de la humanidad y, a la vez, de causar algunas sensaciones que están al filo de lo más rechazable.

Las ramificaciones de la guerra se esfuerzan por llegar al corazón de cualquiera y, en esta ocasión, lo tocan con fiereza. Un artículo del código militar es toda una emboscada y estamos ante una aislada muestra de lo que es capaz de decir una comedia irremisiblemente negra envuelta en balas de arrebatadora verdad. Quizá también haya que declararse loco para encontrar algo de sentido en ella.


No hay comentarios: