Elio
es un niño que lo ha perdido todo. Su mundo se ha venido abajo y se ve
demasiado pequeño como para reconstruirlo. Se han hecho cargo de él, pero en su
continua maniobra de evasión, está entorpeciendo los anhelos de quien le
quiere. Y, por supuesto, él cree que nadie le quiere. Está fascinado con los
extraterrestres. Piensa que en un universo de quinientos millones de planetas
parecidos al nuestro, tiene que haber vida en algún lugar. Y quiere llamar a
alguna de sus naves para que le abduzcan. Así, es posible, tendrá la
oportunidad de empezar de nuevo. Sin cariños de compasión, sin nada que le ate.
Sólo con el infantil afán de hacer nuevos amigos y ser feliz fuera de este
mundo.
Elio olvida que los
extraterrestres, por muy perfectos y por muchas habilidades ignotas que posean,
pueden ser buenos, pero también pueden ser malos. Allí, en el espacio infinito,
aprenderá que el amor de quien te quiere de verdad es incondicional. No importa
lo que hagas, por mucho que esté en contra de lo que otros piensen, siempre
estará ahí, como el asidero del auxilio más extremo, como la última nota de una
canción, como una señal de radio que rebota en el infinito, pero tendrá que
hacer ese viaje. Valorar la auténtica amistad. Valorar el único amor que nunca
falla. Valorar la certeza de que todos y cada uno de los habitantes de este
planeta de lágrimas es único e irrepetible. Elio no lo sabe. Él es uno más. Tan
prescindible como cualquiera. Tan inútil que tiene la seguridad de que nadie le
echará de menos, y tampoco estará de más.
Lo que quiere decir
esta película, sin duda, es bonito. Trata de dejar un mensaje de amor en un
mundo frío que, cada vez, tiene menos tiempo. Sin embargo, en esta ocasión, la
Pixar no acierta. Todo resulta en un festival de colorines, con personajes
gruesos o muy, muy evidentes. Acaba por ser cristalino que la productora, esta
vez, ha apostado más por el público infantil que por el adulto y, en algún
momento, por muy agradable que sea, termina por ser inane, sin demasiado
sentido del humor, por mucho homenaje a Terminator
2 que se incluya.
Y es que una de las
características más destacables del cine de la Pixar siempre ha sido su
sobresaliente trabajo en los guiones que, en ningún momento, dejaba de lado al
público adulto que, al fin y al cabo, también va y, en última instancia, es
quien paga. No cabe duda de que el público infantil disfrutará con tal
despliegue de elementos visuales llamativos que se acerca mucho a un masaje
para los ojos, pero no termina de ser tan brillante, tan aguda y tan divertida
como han sido otras películas de la factoría. Y no enumero ejemplos porque hay
muchos.
Eso sí, no se preocupen, que la dosis de emoción está asegurada. Hay lágrimas, hay despedidas que cambian absolutamente su significado cuando se dicen por rutina o cuando se dicen con sentimiento. Como ese “Vale. Te quiero. Adiós” que muchos niños han dicho a sus padres, a veces con prisa, a veces con una sonrisa que no tiene precio, a veces con un profundo significado de cariño. Todo lo que necesitamos todos los seres humanos es amor. Con él, podemos sobrellevar cada uno de los reveses que nos tiene reservado el destino e, incluso, en alguna que otra ocasión, también puede cambiarlo, pero debemos guardar la seguridad de que lo poseemos. Si no, desearemos que algún extraterrestre cruce la galaxia, nos secuestre y nos lleve a un mundo donde todo parecerá perfecto, excepto la auténtica sensación de sentirse amado por alguien que dará lo que nadie más puede dar.
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