viernes, 9 de abril de 2010

LOS SANTOS INOCENTES (1984), de Mario Camus

El aire corta y forma surcos en las manos. La pobreza llega a ofender. El dolor es algo rutinario. El analfabetismo se convierte en el arma con el que aprovecharse de seres humanos cuyo único delito fue la miseria. La temporada de caza llega y, con ella, la indulgencia displicente. Al otro lado del muro, se halla la opulencia y la falta absoluta de moral de quienes se han acostumbrado a mirar en otra dirección. Tu compañero de juegos, es ya un señorito, un terrateniente que no piensa en otra cosa que en su propia satisfacción. Es la crueldad emanada de la indiferencia. Unos disparan, otros, son palomas.
En medio de las ropas raídas y del hambre como modo de vida, no hay lugar para la esperanza. No se sabe lo que es eso. Tan sólo se piensa en el mañana porque, al fin y al cabo, es el obstáculo que hay que salvar para seguir comiendo. Deslizándose entre los abrigos y los coches de los que tienen, no hay compasión. No se sabe lo que es eso. Tan sólo se piensa en el hoy porque, al fin y al cabo, es el obstáculo que hay que salvar para seguir derrochando cosas inútiles, seguir en el orgullo inventado, seguir en el desprecio implícito, seguir en el ocio insultante. Santos inocentes que viven y mueren para que otros crean que son basura sobrante en la finca de la soberbia y de la humillación.
Paco, el bajo, olisquea las presas como un perro. Eso es lo que merecen. Ser tratados como bestias. No tienen educación. No tienen derecho. Sólo están destinados a servir, a morir cada vez que sirven, a perder cada vez que mueren, al destierro de los inválidos, a ser devorados por la mugre. Mierda de gentuza. Servidumbre necesaria, sí, pero tan prescindible que tendrían que ser ajusticiados en el garrote vil. Y encima la señora les da algo por la comunión del nene. Lo que más sorprende es que ellos, con porrones, tortilla y un pedazo de pan, montaron fiesta porque son propietarios de alegría. Y los adinerados, los que lo tienen todo, comen en silencio la sopa caliente y el filete sangrante y la tarta de Santiago y la copa y el puro y la madre que los parió, sí, pero no tienen ni un soplo de diversión. Esto es sólo un trámite. Y que el niño crea en Dios muchos años, pero a los demás que se les rompan los huesos, poco a poco, tronchados, abiertos, con el tuétano a la vista, con sus ojos de tristeza que sólo inspiran asco.
Azarías sólo quiere a su pájaro. No sabe contar. No sabe hablar. No sabe tener el cerebro de un adulto porque se quedó en algún lugar de la infancia, anclado a los seis años, aferrado a la ignorancia de una mente que no quiso evolucionar. La inocencia del niño en un cuerpo de adulto. Hace travesuras. Se orina en las manos para tener algo caliente entre ellas. Y su pájaro, su compañía, su juguete…eso es lo único que le importa. Milana, bonita. Detrás de sus ojos no hay nada. Sólo blanco. Sólo cero. Maldito subnormal, quién te cazara con cebo de torcaz para ser presa, para ser tu cuerpo la misma nada que tu cabeza.
La inocencia verdadera. El pensamiento inutilizado puede trazar un círculo de cuerda y ser el cero de la horca. Un disparo de rabia contra un bicho cualquiera sin pensar en el daño que se puede hacer y la rúbrica de la sentencia de muerte se escribe con el hierro de las rejas de un manicomio. Santos inocentes que después de amaestrar el vuelo del morir sólo tienen el silencio. Nacieron para servir en el infierno hecho de aire cortante y tierra ingrata. Ya sólo quieren el olvido.

18 comentarios:

Carpet dijo...

¡Que grande, Wolf!...¿A que hora sales?.

Impresionante, el post, la película, la novela.

Hace mucho tiempo me eché una novieta, hicimos un viaje al pueblo de su familia, Anchuras de los Montes, allí alguna tía suya estaba como guardesa en la finca de caza de los "importantisimos" Moro, de Talavera de la Reina. Fuimos a ver a la mujer y allí estaban también los señores de la casa y algún invitado. La triste sensación de servilismo en unos y el impostado interés del que se cree superior en otros, me pareció ofensivo. Yo me encontraba incomodo en una situación que el resto de personas acataba como el no va más de la normalidad.

La escena no contenía la crueldad del relato de Delibes, ni la sucia miseria que enmarcan las imagenes de Camus. Todo era limpio, todo era suave, que bien se portaban esos "señoritos".

Disquisiciones políticas al margen, algunos cambios son necesarios, otros convenientes y algunos imprescindibles.

En cuanto a la película, hemos comentado ya muchas veces su grandeza, una de las mejores peliculas españolas de todos los tiempos, con unos actores en estado de gracia y un director que supo captar tanto la esencia de la historia como el marco de la tragedia.
Siempre que hablo de esta película y considerando el gran nivel de todos, yo me quito el sombrero ante ese grandisimo Juan Diego, tan inmenso aqui como en "El viaje a ninguna parte", creo que a este hombre le van más los personajes secundarios, desde donde brilla y en algunos casos, no en los comentados, eclipsa a sus compañeros de reparto.

Ya no tengo más sombreros para quitarme.

César Bardés dijo...

De acuerdo en lo de los cambios, Carpet, sobre todo en los que son imprescindibles.
En cuanto a la película en sí, pues es tan grande que casi no merece estar en nuestro cine. El estilo de Camus (encuadrado en lo que se dio en llamar "nuevo cine español" algo así como el equivalente a la "nouvelle vague" en clave española) es directo y decidido y los actores, todos, del primero al último, creo que son conscientes de que están haciendo algo importante, algo de verdad. Siempre he admirado muchísimo a Juan Diego. Me parece un actor versátil, capaz de lo mejor. Puede pasar del drama a la comedia (nunca olvidaré aquel Estudio 1 en el que interpretó a Biff, el hijo de Willy Loman (José María Rodero) en "La muerte de un viajante", de Arthur Miller). Es más sé de algún libro no adaptado al cine ("La piel del lobo", de Hans Lebert) en el que hay un papel que le iría como anillo al dedo.
Y mucho se ha hablado del trabajo de Paco Rabal, muy grande, pero a mí me parece que Landa está inmenso, a la altura de un Oscar. Es más, creo que Dirk Bogarde, presidente del jurado en Cannes, no quería de ninguna manera un "ex-aequo" y cuando anunció al ganador dijo: "Premio de interpretación del Festival de Cannes de este año: Un "ex-aequo" aunque ustedes ya saben quién es el mejor. Alfredo Landa y Francisco Rabal". Parece ser que se refería a Landa, cuando todos en aquel momento creían que estaba hablando de Rabal.
En cualquier caso, una joya que debía, de la forma más modesta y humilde, a don Miguel Delibes, que seguro que estará cazando en algún lugar.

Scarlett dijo...

Cambios necesarios, por supuesto, y como éste es un país de extremos históricos....
En la época de la novela, los niños de la familia era los señoritos.
Ya siendo yo pequeña, mi niñera, lejos de llamarme "señorita", lo que sí hacía era darme unos apargatazos, por donde le pillara, que me jodía.
En la actualidad, le pregunto a mi niñera si le ha dado el ventolín a mi hijo, y me contesta "que se le ha ido la pinza". Que es asmático, hijapu, que es asmático....

César Bardés dijo...

Por cierto, y de bien nacidos es ser agradecidos, gracias por tus palabras que no merezco. Gracias también por esa aportación personal que ilustra de manera fantástica que, aunque llevado a un extremo perfectamente posible, lo que relató Delibes era (y sigue siendo) verdad

Scarlett dijo...

Sigue siendo verdad?????
Tú y tu manera de desmontar mis comentarios. Brrrrrrrrrrrrrrrr!!!!.

Yo no conozco ningún caso de servilismo hoy. Todo lo contrario. Paga bien y calla... que se te va el servicio.

César Bardés dijo...

No cabe duda que la situación de superioridad que se describe en la película existió y que eso no se daba en nuestras casas, sencillamente porque con toda probabilidad, nuestros padres y madres eran unos currantes que intentaban llevar la vida lo mejor posible y que, en algún momento de bonanza, acudieron a la ayuda de una niñera a la que nunca faltaba el sueldo, el café, algún regalito por Navidad y la consabida consigna de "si hace falta darle un par de tortazos, coges y se los das". Yo también pasé por eso hasta que ya mi madre juzgó que era suficientemente mayor y que no necesitábamos a Obdulia, así se llamaba la tía (que, por cierto, era más antipática que un palo de escoba). Quizá es que seamos hijos de gente de bien, y no es precisamente eso lo que Delibes describe en los "señoritos".

César Bardés dijo...

Entiéndaseme. Puede que no literalmente, pero no creo que los múltiples guardeses de la Duquesa de Alba exijan mucho a la señora. Y no sabes cuánto servilismo hay hoy en día con tal de que el "señorito" de turno no te dé una patada y te ponga de patitas en la calle. Te puedo dar más de dos y de tres ejemplos. Y encima hay que estar agradecido.

Scarlett dijo...

¿OBDULIA? jajajajaja, no me lo puedo creer. La mía también se llamaba OBDULIA.
Y lo que me acuerdo yo de aquella buena mujer (aunque me atizara), y lo que lloré el día que se murió, y los buenos consejos que siempre me dio. Es de esos seres muy queridos que siempre llevas en el corazón.

César Bardés dijo...

A ver si es que era la mismo y el fallo no estaba en la criada, sino en el niño, que era un repelente, un sabihondillo y un chicha y ná. Qué cosas tiene la vida. Es una bromista de altura.

Carpet dijo...

Yo nunca tuve niñera. Mi madre era modista y trabajaba en casa, siempre en casa, salía muy poco y cosía hasta altas horas, dejandose la espalda y la vista para coser vistosos vestidos a las señoronas del Barrio Salamanca o falditas escocesas para las niñas pijas del Retiro. Mi padre con dos trabajos, llegaba tarde justo a la cena. No eramos señoritos, ni niños bien. No conocimos a Obdulia (recuerdo una cancion de Tip y Coll de amor a una mujer asi llamada, formaba parte de la banda sonora de la película "Garbanzo negro" creo que se llamaba). En fin, infancias de antaño.
Los señoritos no se daban sólo en el campo, en las ciudades habia ( Y dices bien, hay) otro tipo de "guardeses".

César Bardés dijo...

Hombre, por supuesto que había "señoritos" en la ciudad, no me cabe la menor duda. La mayor parte de los que tenían la finquita en el campo, tenían el pisito en el Barrio de Salamanca o el chalecito en el Parque Conde de Orgaz, ya lo creo. Yo he conocido a unos cuantos porque mi padre era arquitecto, arquitecto pobre eso sí, y necesitaba del dinero de los "señoritos" para trabajar y desarrollar proyectos y en toda mi vida he llegado a conocer uno de los que ponían el dinero que no se comportaran como "señoritos". Yo he sentido el desprecio y la mano grasienta de crema de la "señorona" paseándose por mi mejilla y diciendo: "Qué rico". Y mi padre había veces que tenía mucho trabajo (de ahí la oportuna aparición de Obdulia, que puede ser que fuera la de Tip y Coll) y había veces que iba con una mano adelante y otra detrás porque nadie quería construir. Con toda la carrera que tenía y todos los estudios y todos sus conocimientos sobre cine y música, no era más que otro guardés que tenía que lamer suelas.

Scarlett dijo...

Mi padre era el galeno del pueblo, y yo no tengo recuerdo alguno de señoritos ni de señoronas que me manosearan. Lo de tener niñera era por pura necesidad, porque mis padres trabajaban y mi familia no estaba cerca.

Carpet dijo...

Uys, que temo malinterpretación, no quiero decir que tener niñera era sinónimo de señoritismo. No lo son mis crios que la tienes como pasó en vuestro caso por pura necesidad. Los señoritos eran quienes la tenían sin necesitarla pues vivian de rentas, herencias, y otras buenas influencias, con mamás o papás dedicados al bont vivant sin mas bohemias que el del cristal de sus copas.
Sorry si molesté.

dexter dijo...

Qué gran post, Wolf, no te pregunto yo a qué hora sales que se me puede interpretar con segundas. Ayss lo que me ha llegado al alma es lo de "es tan grande que casi no merece estar en nuestro cine" y no voy a volver al tema de siempre que ya ha quedado clara la postura de unos y otros. Pero, no, hombre, no, que para una cosa que sabemos hacer bien... De acuerdo que estamos hablando de una película superlativa pero vamos que aquí tenemos muy buenos ejemplos del género. Tanto en el franquismo como en el tardofranquismo. Que me digas eso en el caso de Amenabar que es el caso de un cine que no se suele estilar por estos lares, aún va.
Estoy de acuerdo en tu apreciación de las actuaciones. Yo también sitúo la interpretación de Landa un pelín por encima de la de Rabal, aunque sólo sea porque este último tiene un papel más agradecido y hay que arrugar la frente y torcer un poco más la vista para apreciar que la actuación del primero es magistral. Y Juan Diego, y Agustín González y la Pavez, como dijiste hace poco, pero si está bien hasta la Lys...

César Bardés dijo...

No, no, Carpet, no te preocupes, que no ha habido ofensa. No era sinónimo de señoritismo, para nada. Mi familia no derrochaba porque había años buenos y años muy malos. Es más, recuerdo perfectamente cómo en años malos los veranos los pasábamos en Cullera, en un apartamentito de la playa que se compraron mis padres y que aún conservan para ellos y en los años buenos es cuando mi padre aprovechaba y decía que fuéramos a ver algo de mundo. Así viajé a Canarias, o a Palma, o a París, o a Andorra...destinos que, a excepción de París, no eran nada del otro jueves pero que en aquella época para nosotros, eran una fiesta y, es más, recuerdo cómo París fueron sólo tres días y el resto del verano pues eso, a la playita que era baratita.
La diferencia es esa misma que tú citas, cuando se tiene servicio y ni siquiera se necesita. Entonces es cuando se cae en la humillación por sistema, como forma de vida, como algo plenamente asumido y ejercido sin ninguna mala conciencia a pesar de que tiene todas las papeletas para ser un pecado mortal.
Y no nos olvidemos de la Mari Carrillo que no me olvido de esa escena en la que da una limosna al servicio por la comunión del niño, que, por supuesto, será tan despreciable como Iván. El Ivancito. Tienes razón, ha sido un comentario despreciativo y no había lugar. Esta película debería estar en los más altos honores y, sin embargo, cuán a menudo se olvidan de ello.

Scarlett dijo...

A mí tampoco me molestó, Carpet. En absoluto. Es más, ni siquiera iban por ahí mis comentarios. Lo que yo quería colocar sobre el tapete del blog es la realidad de las actuales niñeras, que cobran muy bien y pasan de tus hijos como de comer.... eso.

Anónimo dijo...

Buff, a mi es que me da tanto respeto esta película que me da hasta vértigo comentar algo de ella.

Quitando todo el cine de terror que se nos pueda ocurrir...He pasado mas miedo en una sala de cine viendo como puede existir alguien como el personaje que interpreta gigante y enormemente además de excepcionalmente (y son pocos los piropos) Juan Diego, en su rol de señorito amoral y hablando en plata... mierda de tio. (y ojo que la interpretación de Landa no le va a la zaga).

Y lo que mas miedo da... es que con un relato pausado, con silencios atronadores. Con una medición del ritmo excepcional, soltando cada cierto periodo de tiempo gotitas de realidad y crudeza. Y con un tratamiento del guión que juega con el tiempo en un va y viene pasado-presente (la cojera de Landa, etc..) esta película nos recuerda que todos hemos conocido a tipos así, a gente sin escrúpulos. Lacras sociales y cucarachas de mil tipos (ya me he quedao a gusto...).

Si el cine (entre otras cosas) como arte que es... debe provocar sensaciones, esta película es una auténtica fábrica majestuosa de desgarrar.

Milaaana, Milana boniiita.

Un abrazo a todos.

César Bardés dijo...

Es que no cabe duda, Chus, de que esta película es de "terror social", lo cual hace que, quizá, pasemos más miedo porque sabemos y llevamos dentro de nosotros la certeza de que eso es posible, de que esos monstruos existen, de que, realmente, existen lacras por abajo, sin duda, pero no es menos cierto de que también proliferan por arriba y además están bien considerados por la incultura que hemos arrastrado desde hace cientos de años (parezco un noventayochista diciendo esto). En cualquier caso, es una de esas películas que podríamos equiparar al cine que se ha hecho, con excelentes muestras, en el cine de Estados Unidos con respecto al atraso social que han padecido siempre en su querido Sur. Nosotros hemos padecido ese atraso de una manera endogámica y recalcitrante porque no hemos sido capaces de hacer que las cosas tuvieran su tiempo y su lugar y hemos caído en servilismo, en esclavitud, en atraso, en vergüenza. Todo eso se experimenta en "Los santos inocentes" y aún más.
Gracias por un comentario tan certero para describir una película que, efectivamente, provoca más miedo que angustia.