viernes, 4 de octubre de 2013

EL PERRO RABIOSO (1949), de Akira Kurosawa

En el Japón derrotado y al borde de la desesperación, la viveza y la picardía se encuentran en cada vuelta de esquina. Un policía novato, después de hacer unas prácticas de tiro, pierde su pistola reglamentaria. Y entonces su vida cambia porque no quiere que nadie resulte dañado con su propia arma. El sol cae, implacable, sobre una población que parece vagar por las calles sin rumbo y él, vestido con su antiguo uniforme de soldado del Ejército Imperial, deja su sudor en el polvo de los caminos, buscando con la mirada hundida en el mercado negro, más negro que el futuro, más negro que la esperanza de un país decepcionado y destruido, más negro que el cañón de un Colt de bolsillo, con las gotas de grasa cayendo por la empuñadura, con las balas rogando por salir a tomar el aire…un aire que no llega, un aire que se envicia, un aire saturado de calor.
El viejo policía experimentado, resabiado de las calles y de las personas, decide echar una mano al novato. Sabe que lo está pasando mal porque es una buena persona. Pero también sabe que ese sufrimiento forma parte del camino de aprendizaje que necesita para convertirse en un auténtico policía. Toda investigación requiere de paciencia, esa misma que falta en la juventud, y él la tiene de sobra. Hay que encontrar el hilo, seguirlo, registrarlo, volver unos pasos atrás, adelantarse, prestar atención, ser más astuto, ser más policía. Así, Toshiro Mifune y Takashi Shimura hacen una pareja que parece un modelo de encaje y complicidad. El impulso junto a la sabiduría. El tipo que tiene la pistola tiene las horas contadas.
La asfixiante ola de calor es así. Horas de plomo en las piernas y, de repente, una tormenta que esconde asesinatos y huidas. Tal vez, también, una lluvia que salpica y deja todo un reguero de pistas en trajes blancos y precipitaciones negras. Al final, habrá que enfrentarse con el perro rabioso, ese animal sin nombre que respira agitadamente y desea atrapar muchas presas porque le ha tocado vivir en una época y en una vida que se dedica a angustiar a las personas, a dejarlas sin salida, a exprimirlas hasta la última gota de sudor, de ánimo y de optimismo. El perro rabioso es peligroso. Tanto que unas sombras esconderán la frustración oprimida, la ira apretada con unos dientes que ya solo desean mostrar su pena. El perro rabioso es un simple mortal que no quiere apagarse lentamente.
Akira Kurosawa dirigió esta maravillosa película de cine negro con aires de Georges Simenon en el ambiente y con un motivo que, más tarde, repitió Don Siegel con su Brigada homicida. Más allá del relato policiaco, tenso y continuo, quiso retratar cuánto costaba salir de una derrota a los simples ciudadanos que querían tener una vida para vivir incluso después del deshonor que suponía una rendición. Tal vez, entre callejones, casas destartaladas y caminos que no son más que depósitos de la cegadora luz del sol, hay algún espíritu honesto que desea mirar hacia delante y procurar que la gente, la gente común, tenga un nuevo motivo para sobrevivir con algún matiz de alegría.

2 comentarios:

dexterzgz dijo...

Puede que sea porque soy algo rarito pero siempre preferí al Kurosawa "moderno" frente al Kurosawa "medieval". Me quedo con el Akira de "Duelo silencioso" o el de las colosales "El infierno del odio" o "Vivir". Esta del perro no la he visto, pero me la apunto. Ayyy, ¿tomaría buena nota Chus sobre hacer algun día un especial sobre "Ikiru" en "Conversacines"? ¿Volverá algún día Conversacines a todo esto?

Abrazos con sofoco

César Bardés dijo...

Yo, en parte, estoy bastante de acuerdo contigo, Dex. El Kurosawa moderno tiene una mirada muy certera sobre los problemas humanos, planteando dilemas morales de una enorme vigencia a pesar del tiempo transcurrido. El Kurosawa medieval, aún siendo interesantísimo también, resulta más pesado por la sencilla razón de que ambienta sus historias dentro de una cultura que nos es muy ajena. A pesar de todo ello, se hace inteligible para todo el mundo. No en vano, en Japón se le tachaba como "el más occidental de todos los cineastas nipones" porque, además, era un tío que no le hacía ascos al cine negro, al drama social o a lo que se le pusiera por delante. Solo se le resistía la comedia.
En cuanto a "Conversacines", de momento no tengo muchas noticias. Chus ha vuelto a Sevilla y, parece ser, le exigen la presencia de unos patrocinadores para volver a la parrilla. Conociéndole sé que estará haciendo todo lo posible por encontrarlos. Esperemos que tenga suerte y haya alguien que esté dispuesto a apostar por el cine y por la cultura.
Véla. Es muy interesante. Puro cine negro. No te esperes nada parecido a "El infierno del odio", que también lo es pero de otra manera.
Abrazos con ojos oblicuos.