jueves, 14 de noviembre de 2013

SÉPTIMO (2013), de Patxi Amezcua

Un juego inocente que sirve para aumentar complicidades porque, al fin y al cabo, la madre lo prohíbe y el padre lo fomenta. La vieja historia de siempre. Un matrimonio que tiró la estabilidad por el hueco de la escalera y que ahora busca un rumbo nuevo de forma diferente y que tratan de ganarse a los hijos a base de permitir lo que otro veda. Mármol frío que se calienta con pasos hacia ninguna parte. Rencores de silencio que se sitúan en la misma puerta de un vecino llamado maldad.

La mirada hacia arriba, buscando respuestas cuando se arrebata lo más querido. Paseos interminables haciendo un ejercicio de piernas considerable mientras se desgastan las suelas con los escalones de la desesperación. Cerraduras quietas que se niegan a abrir sus ojos para dar ninguna explicación. La sospecha que pasa de uno a otro porque todos, de alguna manera, tienen algo que esconder. Sobre todo quien busca porque los enemigos crecen a golpe de llamada de móvil. Todo es una cuestión mucho más simple, mucho más cruel, mucho más antigua.
Patxi Amezcua es el responsable de haber construido un edificio de cimientos bien sólidos que han tenido que soportar muros de adobe vacilante. No vale tener solo sentido del ritmo para hacer que se olviden flecos y se dejen preguntas sin contestar. Tampoco vale tener a un gran actor como Ricardo Darín para llevar todo el peso de una trama que promete y que, sin embargo, cae por algunos vacíos incomprensibles que llegan a ser demasiado evidentes en alguna ocasión. Hay que trabajar el guión antes de ponerse detrás de las cámaras y contar una historia que pide a gritos la exactitud de un mecanismo de relojería porque solo así se llega a pisar los siempre difíciles terrenos de la calidad.
Roque Baños pone clima con una música templada y torcida, llena de clase y hay una fotografía que retrata a Buenos Aires desde las alturas con interés y cariño. Gran urbe de grandes secretos, que delata sinfonías de ruido, de charlas interminables, de luces que ponen sangre a sus venas y de enormes arterias de ríos grises como reflejos de un cielo que pone calor y plomo sobre los tejados. Por lo demás, se echa de menos a una actriz que ponga mapa al sufrimiento de una madre y que no lleve la tortura fingida en la cara de Belén Rueda, descolocada todo el tiempo y evidente hasta la decepción.
Y es que se siente el sudor goteando por la camisa cansada de ese abogado que nada en el agobio que él mismo se ha buscado porque no supo ganar el proceso de la felicidad. Su trabajo le sitia y le provoca la angustia suficiente como para convertir su vida en un sentido único hacia el ahogo. Tal vez porque en su casa no encontró nada que le hiciera desear permanecer en medio del cariño. Tal vez porque, en el fondo, los perdedores también llevan traje y corbata.
Absurdos contenidos y provocados por la precipitación, espacios vacíos rellenados con carreras desaforadas, buscando respuestas por los rincones de una casa que es un laberinto de almas perdidas, que no saben salir de una despreciable mediocridad. Sospechas de viejas rencillas, certezas de nuevas peleas que también ejercen su influencia. Todo un rompecabezas que hubiera merecido algo más de coherencia y algo menos de prisa. Quizá porque el ascensor es un viejo armatoste de encanto probado y parada garantizada entre pisos. Todas las puertas, a pesar de ser de madera, son rejas a prueba de intrusión. Y a veces los pequeños detalles son los que más traicionan. Como un móvil sin batería que, de repente, sí la tiene. O un personaje que va y viene y luego desaparece sin más explicaciones. Da lo mismo. Lo importante es que la serenidad vuelva a encajar en un lugar en el que nunca debió de faltar. 

2 comentarios:

CARPET_WALLY dijo...

Cuando Dex "recomendó" en su Gus (él dice que sólo reseñó y seguro que tiene razón) "Séptimo" ya comenté allí que me temía que la película me iba a decepcionar, sobre todo porque en la promoción comentaban de forma tan insistente la premisa inicial que daba la impresión que tras ella sólo existía un vacio total. No obstante, el asunto parecía atractivo y Darín garantiza una presencia grata e interesante.

Lamentablemente y tal y como has descrito, todo se queda en eso, en Ricardo dando la única credibilidad a un asunto que sin pausa va desmereciendo todo lo que parecía prometer. La sorpresa argumental está tan mal diseñada que antes de mitad de película ya lo tienes claro, hasta en la promoción se dejaba entrever. Los secundarios son utilizados a manera de adorno, y eso que una comunidad de vecinos daba para mucho más y más en una película supuestamente de suspense, lejos del tratamiento histriónico de Alex de la Iglesia o de la confabulación tipo "La semilla del diablo" o de la disección de la sociedad en "Historia de una escalera" de Buero Vallejo. En un edificio de vecinos hay muchas posibilidades para jugar a los trapos sucios de personas que de forma superficial crees conocer. Pero esas posibilidades, el film las deja pasar casi de puntillas y las pocas veces que parece intentarlo, amaga, enseña y resuelve en una única escena sin que el espectador logre en ningún momento conectar con la duda surgida.
La película tiene una lacra por encima de todo, como bien has dicho, el guión no es guión es una ocurrencia. Y en la ocurrencia se basa toda la película porque el guión no se ha trabajado, ¿qué gracia puede tener para el espectador que todas las posibles sospechas vayan ocurriéndosele al personaje principal y resolviéndose un minuto después?. A los responsables de esta película se les debería dar un cursillo de cómo mantener la atención, la tensión y como crear las dudas en el espectador. Lograr que algo de lo que pase te interese no puede dejarse sólo en las espaldas de ese inmenso Darín que logra que nos creamos su peripecia aunque en ningún momento nos importe.

Hacer una película es mucho más que colocar la cámara en lo alto de una escalera de un edificio y darle al Rec. Bien parece que el director ha aprendido la parte técnica, sabe manejar las maquinas y sabe enfocar, pero ahí se debió acabar su aprendizaje, cine debió ver poco y probablemente a Hitchcock lo conozca porque le salió en una pregunta de trivial.
De Belén Rueda ni comento, más perdida que Mouriño en la boda de Iker Casillas.
Y de los flecos, a miles, que deja sueltos tampoco para no hacer, jajaja, spoiler.

Abrazos “pa arriba y pa abajo” (que era la coletilla de un emérito compañero de trabajo)

César Bardés dijo...

No tengo nada que oponer a todo lo que comentas, Carpet salvo,tal vez,añadir al transversal de vecinos "El quimérico inquilino", de Roman Polanski,película a la que ésta rinde algún tributo en alguna secuencia e incluso en la deformación de la realidad del protagonista que cree ver culpables por todas partes. Por lo demás,todo impecable e irrebatible.
Abrazos acordes