viernes, 20 de diciembre de 2013

JOAN FONTAINE: DULCE SEÑORA SIN NOMBRE


Con este artículo dedicado a Joan Fontaine, quisiera desearos a todos una Feliz Navidad. Durante estos días estaremos con el agobio navideño y seguro que estaréis mirando hacia otro lado, así que vamos a interrumpir la actividad del blog. Para teneros informados, publicaremos los estrenos correspondientes los jueves 26 de diciembre y 2 de enero y retomaremos la actividad habitual el miércoles 8 de enero. Mientras tanto, sed todo lo felices que podáis porque así vosotros y yo también seremos cine. Un abrazo para ellos y un beso con achuchón para ellas. 

Un peldaño más abajo que su hermana, Olivia de Havilland, Joan Fontaine no tuvo, ni mucho menos, una carrera impecable. En una filmografía de 48 películas solo merecen destacarse un puñado de ellas y, desde luego, ha pasado a la historia por un único personaje que marcó todos sus trabajos posteriores: la segunda señora de Winter de la espléndida Rebeca, de Alfred Hitchcock, la dulce señora sin nombre que ama apasionadamente a su marido bajo la terrible amenaza de la difunta primera esposa a la que cree que jamás podrá igualar. Tímidamente hermosa, la interpretación de Joan Fontaine fue de una gran calidad, a la altura de su prestigioso compañero de reparto Laurence Olivier y como Hitchcock no era tonto, volvió a repetir con ella en Sospecha, colocándola al lado de Cary Grant. En esta ocasión, su atormentado papel (nuevamente una sufrida esposa que no sabe qué pensar de su ambiguo marido), le reportó el Oscar que le habían negado el año anterior. Pero en Rebeca, Joan Fontaine se mueve con maestría en un difícil equilibrio de sentimientos mientras que en la segunda, la progresión de su personaje es más clara, se puede perfilar con mayor nitidez un papel de menor identidad psicológica aunque externamente no lo parezca.
A partir de ahí (anteriormente a éstas solo había destacado en Gunga Din, de George Stevens, como la recatada prometida de Douglas Fairbanks Jr.), su carrera fue de una irregularidad pasmosa pues combinó, justo después del premio de la Academia, películas perfectamente olvidables (como la muy mediocre Sé fiel a ti mismo, de Anatole Litvak) con otras de mayor calidad como La ninfa constante, de Edmund Goulding, o Alma rebelde, de Robert Stevenson que, a pesar del tiempo transcurrido, sigue siendo la mejor versión rodada hasta ahora de la novela Jane Eyre.
Intentó el prestigio con Billy Wilder en El vals del emperador resultando ser uno de los peores trabajos del gran director y, luego, consigue encandilarnos en un papel único como es el de la obra maestra indiscutible que es Carta de una desconocida, de Max Ophüls.
Basada en el extraordinario relato corto de Stefan Zweig, la actriz consigue aquí una interpretación a la misma altura que la de Rebeca (si no superior) en esta historia sobre una mujer enamorada de un hombre que no merece más que la indiferencia con el que mantiene una solitaria noche de pasión que, para él, no pasa de ser una más de sus múltiples conquistas. La maestría de Ophüls hace que la película se eleve por encima de otros melodramas propios de la época y Joan Fontaine tiene en el reflejo de su rostro el paso de la adolescencia a la madurez con una gran credibilidad. Tanto es así que la pasión de la niña es revivida con singular acierto por la mujer que ansía un amor esquivo y engañoso. Una verdadera maravilla del cine de obligada visión.
Sin embargo, a partir de este año, 1948, su carrera empieza un lento y triste declive bajando a papeles secundarios después de trabajar con directores de cierto prestigio como Nicholas Ray, William Dieterle, Mitchell Leiden o George Stevens en algunos de sus títulos más desafortunados. Actúa en Ivanhoe como mero contrapunto a Elizabeth Taylor y  se presta a intervenir en Dos pasiones y un amor, de Anthony Mann, vehículo para Mario Lanza y Sara Montiel en la que pasa por ser una de las peores películas de su director.
Una isla en medio de tanto desatino fue su trabajo en la particular Más allá de la duda, de Fritz Lang, una película sobre la pena de muerta de la que el mismo director reniega y que tiene un buen desarrollo y un pésimo desenlace, una vuelta de tuerca innecesaria en la que ella tiene un papel fundamental aunque algo insípido en su ejecución y ciertamente erróneo en cuanto a su edad.
Aún intenta llevar un atisbo de dignidad a su alicaída carrera con trabajos para Robert Rossen en Isla al sol, Robert Wise en Mujeres culpables, Joshua Logan en Al sur del Pacífico (en un papel claramente secundario) y Jean Negulesco en Una cierta sonrisa pero ninguna de ellas destaca como una obra digna de su talento. Para rematar, se jugó el todo por el todo con la adaptación de la compleja novela de Francis Scott Fitzgerald Suave es la noche pero Henry King no era el director adecuado para llevar adelante tan estupendo material y todo se vino abajo con ella dentro.
Solo hizo una aparición más, cinco años después, en Las brujas, de Cyril Frankel, una delirante producción de la Hammer, ya en franco declive, que nadie recuerda y que solo sirvió para retirarla definitivamente del cine a la edad de 49 años para dedicarse al mundo de la alta sociedad al que siempre perteneció.

No fue una mala actriz (aunque, por lo visto, sí fue una mala hermana) pero su forma de interpretar no era espectacular, siempre en tono menor. En cualquier caso, cada vez que veo una película suya sueño con regresar a Manderley y eso ya es mucho para una dama sin nombre que, un día, escribió una carta sin firmar.

4 comentarios:

dexterzgz dijo...

"Carta a una desconocida" me parece una de las películas más impresionantes de la Historia del Cine. No sé si otra lo podía haber hecho mejor que la Fontaine, pero para mí desde luego para mí es su papel, por encima incluso de Rebeca.

Curiosamente, hace poco pude ver "La vida íntima de Julia Norris" de Olivia de Havilland que me recordó bastante a la película de Ophuls. Para ser el segundo Oscar de la Havilland es una película bastante desconocida. Y me pareció un peliculón.

Abrazos melodramáticos

César Bardés dijo...

Pues sí, también tengo que darte la razón. La verdad es que si alguien me dice que es "Rebeca", le diré que sí y si alguien me dice que es "Carta de una desconocida" también le diré que sí.
Corrección en cuanto a "Vida íntima de Julia Norris" (¡qué bonita!). No fue el segundo Oscar de la de Havilland, sino el primero. El segundo vino tres años después con "La heredera". Y sí, es que Leisen era muy bueno, las cosas como son.
De todas formas, chico...es que estamos hablando del tío Max y del tío Alfred...como para elegir...
Abrazos olvidadizos.

Alí Reyes dijo...

Fíjate que esta misma semana fue que me enteré de que "Carta a una desconocida" de Stefan Zweig había sido llevada a la pantalla grande de la mano de la Fontaine.
A propósito de esta actriz y su hermana me voy a permitir darte un enlace para la mejor entrada que en cinco años de tigrero he hecho, en realidad son tres y es con respecto a LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ. En lo que tengas un chance dale una hojeada, es una suerte de anecdotario breve.
http://tigrero-literario.blogspot.com/2009/08/lo-que-el-viento-se-llevoy-todo-lo-que.html

César Bardés dijo...

Fue llevada al cine de la mano de Max Ophüls, un director que, a pesar de que hizo pocas películas, todas ellas son obras maestras, o están rozándola. En esta ocasión, con "Carta de una desconocida", contó con la colaboración de Joan Fontaine que fue perfecta para reflejar en su rostro la adolescencia y la madurez de esa mujer que nunca deja de amar.
Muy interesante el anecdotario de "Lo que el viento se llevó". Algunas cosas ya las conocía, otras no. Gracias, en todo caso.
Un saludo.