viernes, 13 de diciembre de 2013

NACE UNA CANCIÓN (1948), de Howard Hawks

El mensaje está ahí flotando en el aire. Solo hace falta descifrarlo. Todo empieza con una melodía. Puede ser bonita, banal, melosa, agresiva, con estilo…pero, de repente, algún elemento irrumpe en ese orden premeditado y comienza a hacer una música que se mueve alrededor de la melodía principal pero que no la repite. Es como coger las notas que se hallan perfectamente dibujadas sobre el pentagrama y mezclarlas con un sentido que hace que el oyente desee escuchar exactamente la nota siguiente. Así la música se convierte en un interminable coqueteo con la melodía que se nos ha expuesto. Hasta que, al final, cuando la fiesta ha sido inolvidable, hay una convergencia que, en muchas ocasiones, se antoja genial entre todos los instrumentos que han ido fragmentando la línea lógica de toda una canción.
Algo así es lo que le ocurre a este profesor-investigador de música con una chica que dinamita todos los rígidos esquemas académicos con los que vive el clasicismo. Una luz seductora sobre los rubios cabellos, un cosquilleo imparable y el ritmo se adueña del cuerpo haciendo que los labios busquen la percusión en el chasquido de un beso, las manos golpeen en el beat siguiendo un compás imparable, las piernas se muevan inquietas tratando de encontrar el acomodo justo para lo que es una provocación para la danza. Es la música, que también llama con fuerza cuando el amor dirige.
Con los mimbres de ese maravilloso guión que Billy Wilder escribió con el título de Bola de fuego, Howard Hawks cambió palabras por corcheas y se puso a juntar unos cuantos instrumentos de probada eficacia. Puso a Lionel Hampton al vibráfono, a Mel Powell al piano, a Benny Goodman al clarinete, a Louis Armstrong a la trompeta, a Tommy Dorsey al trombón, a Louis Bellson a la batería y al Golden Gate Quartet a cantar y, claro, quizá la película en sí misma no sea más que una repetición pero el valor intrínseco de tener en unos cuantos metros de película a esa cantidad de ases acaparando toda la atmósfera hace que Nace una canción tenga un valor incalculable. Más que nada porque, además del aire de comedia que planea sobre una historia de amor a ritmo de jazz, hay mucha música, mucho alarde, mucha capacidad para maravillar en sus fotogramas. E incluso hay que reconocer que una actriz tan limitada como Virginia Mayo no lo hace nada mal cantando I´m gonna teach you some blues.

Así que es tiempo de dejarse inundar por la neblina de un club nocturno que, alrededor de la medianoche, pone a su gente a lanzar esos mensajes solo que, en lugar de poderlos ver en vivo, tendremos que conformarnos con disfrutarlos en cine. El sudor se nota en sus frentes y la sonrisa y los ojos brillantes se adueñan de los entregados espectadores que saben que esto, más que cine, es música. Y si no, que se lo pregunten a Blancanieves, que comprobó que sus siete enanitos sabían vivir dentro de una melodía y se quedó a vivir con ellos. 

4 comentarios:

CARPET_WALLY dijo...

Yo vi antes esta peli, gracias a un ciclo de la TVE de antaño dedicado a ¡¡Danny Kaye¡¡(una extraña estrella de aquellos tiempos), que "Bola de fuego".
Puedo decir que al no tener el referente de Cooper y la Stanwick, disfruté como un enano (de los de Blancanieves) de esta peli tan de Howard Hawks, por ritmo, buen rollo, musicalidad. El cine de Hawks es siempre muy musical, aunque no lo fuera en género, como una canción funky que te dan ganas de bailarla, te pone una sonrisa, y casi te garantiza el buen humor,...

Cuando un tiempo despues vi por fin "Bola de fuego" obviamente me pareció mejor, más intensa, mejor interpretada, más redonda, pero no cabe duda de que sin esa referencia "Nace una cancion" suena muy muy afinada.

Lo mismo digo una tonteria, pero esta película y también "Bola de fuego" me recuerda siempre a "My fair lady". Por aquello de la mezcla de eruditos con la voz de la calle.

Cierto lo de Virginia Mayo limitada, compañera habitual de Kaye, Hope y en titulores generalmente menores, salvo "El halcon y la flecha" o "Los mejores años de nuestra vida"...tal vez también podamos decir que es menor "El caliz de plata", incluso.

Por cierto que con Danny kaye protagonizó "la vida secreta de Walter Mitty" ahora de actualidad por el remake de Ben Stiller, veremos si la mejora ( cosa no demasiado dificil).

Abrazos sincopados

César Bardés dijo...

A mí no me parece ninguna tontería lo que hablas. Es más, la versión "no musical" de "My fair lady", es decir, "Pigmalión", basada en la obra original de George Bernard Shaw e interpretada por Wendy Hiller y Leslie Howard es de los mismos años que "Bola de fuego" (un par de años anterior) así que supongo que se trataba de quitar algo de seriedad al ambiente puramente erudito de los privilegiados doctores universitarios de la época.
En todo caso, sí que es verdad que Virginia Mayo está un escaloncito por encima de lo que es habitual en ella en "Los mejores años de nuestra vida". Es increíble, en cualquier caso, que esta chica triunfara siendo levemente estrábica como era pero...bueno, supongo que era la época.
También es cierto la extrañeza de Danny Kaye, un cómico que nunca llegó a quedarse conmigo salvo brevemente y en tres ocasiones:
La primera fue en "La vida secreta de Walter Mitty", precisamente, que la recuerdo más últimamente por razones obvias. Me llevaron a verla mis padres al desaparecido cine Mola y, yo en mi tierna edad, salí encantado con esa vida ensoñada que, inevitablemente, también tiene su aventura. Es verdad que, luego, la revisé ya de mayor y...¡qué traicionera es la memoria!
La segunda vez fue con la mejor película, sin ninguna duda, que ha hecho nunca Danny Kaye, la más divertida, la más ingeniosa y una de las más olvidadas. La recomiendo vivamente a quien no la haya visto y es "Un gramo de locura". Una gozada en la que, por una vez, él está realmente gracioso.
Y la tercera, naturalmente, fue con "Nace una canción" aunque solo fuera como hilo conductor de la aparición de todos estos ases al que solo tuve la fortuna de ver en directo (dos veces) al gran Lionel Hampton.
Abrazos sin coda.

CARPET_WALLY dijo...

Lo que pasa es que Kaye es un poco lo que sería Steve Martin o el mismo Ben Stiller o Adam Sandler o incluso Jim Carrey. Un cómico musical muy exitoso en la época (según se lee por ahí era absolutamente genial en teatro) al que se diseñaron películas comerciales para aprovechar su tirón. Son esas cosas que no resisten demasiado bien el paso del tiempo, porque ya ni las temáticas, ni los dialogos, ni las pizpiretas muecas de entonces nos enganchan. Hemos superado esa etapa y ahora bien entrado el siglo XXI el humor juega a otra cosa (no siempre mejor, eso es cierto).
Yo recuerdo de aquel ciclo "El aombro de Brooklyn" película con la que me reí muy a gusto en su momento y que lo mismo si la reviso me resultaría algo ridícula, también con "El asombroso Andersen" aunque ya entonces y yo era un niño me pareció algo ñoña, pero muy bonita.

Abrazos con guiños

César Bardés dijo...

Es verdad que siempre me ha parecido que "El fabuloso Andersen" fue una oportunidad desaprovechada y que la elección de Danny Kaye para interpretar al bueno de Hans Christian era, cuando menos, discutible. Yo recuerdo también a Danny Kaye, cuando él mismo había comprendido que su época había pasado y tenía que demostrar alguna dote, interpretando "La loca de Chaillot" con Katharine Hepburn. Una obra muy buena, muy hermosa pero que, en su paso a la gran pantalla, fue un absoluto fiasco y eso que tenía un reparto de campanillas que incluía a Yul Brynner, Donald Pleasance, John Gavin y Charles Boyer. Es cierto que el papel de Kaye era secundario pero fue todo un intento por ganarse algo de prestigio fuera de sus muecas. Sigo prefiriendo, porque me parece una comedia maravillosa, "Un gramo de locura". Ahí es donde Kaye tocó techo.
Abrazos alocados.