Cuando se camina sin dilación hacia el final, cuando las
arrugas pueblan ya nuestro rostro de tal manera que nos miramos al espejo y no
nos reconocemos, cuando los huesos duelen y la incertidumbre se hace rutina,
hay algo que es mucho más duro y que, sin embargo, está ahí, amenazante y
siempre presente. Es la maldita soledad. El miedo es su acompañante y la
sensación de que, al día siguiente, ya no hay nadie a tu lado no es más que el
presentimiento de nuestras subidas y bajadas, de nuestros terribles fracasos y
de la seguridad de que no somos ni la mitad de lo que pudimos y quisimos ser.
Así que es posible que, en cualquier reunión o en
cualquier lugar donde estén reunidos unos cuantos conocidos, se digan cosas
sobre nosotros que nos parecen ajenas. Yo no fui ése que se describe. Yo no
tuve tantas inquietudes cuando mis piernas eran jóvenes. Yo no era ése rebelde
que disfrutaba de la vida. Más que nada porque el disfrute ya me está vedado y
es muy improbable que vuelva. La vida es así de cruel.
Tal vez el cuerpo no responda
cuando se tiene todavía ese espíritu para comenzar de nuevo algo, para hacer
eso que siempre quisimos hacer y para lo que nunca tuvimos tiempo de realizar.
O puede que solo sea un íntimo deseo de cambio, de ver que la vida se ha
escapado como una fugitiva y que el aburrimiento se ha instalado dejando más
poso que el propio transcurrir de la estabilidad. O incluso se intuye que el
corazón está ahí pero no se le oye porque ya es una debilidad en sus sístoles y
diástoles y morimos cada vez que la frustración vuelve a rondar nuestra moral.
Quizá el amor es lo que nunca pasa y nuestro gran defecto sea nuestra
incapacidad para ver que está ahí...como una consecuencia ingrata del
aborrecimiento que tenemos hacia nosotros mismos. Solo todas y cada una de las
arrugas de nuestra maltrecha piel saben las respuestas.
Y es que volver a vivir un fin de
semana de pasión es tan difícil como sentir de nuevo la jovialidad y el ímpetu
de unos años que se esfumaron entre abrazos, sonrisas y cosas compartidas. Más
vale conformarse con la complicidad emanada de todo ese tiempo y bailar con esa
clase que se deseaba alcanzar y que ya pasó de largo. El fracaso es algo
permanente porque siempre vivimos con la necesidad del éxito y nunca valoramos
el triunfo, solo nos vale la derrota. En el fondo, es una postura mucho más
cómoda.
La amargura deja un
rejuvenecimiento en el ánimo porque se expulsa todo aquello que está enfermo en
las entrañas. Hay que espetar las cosas que se han pensado en la cara del otro
como síntoma de que se siente porque la pasión se fue, maldita sea. Se acabó.
Se largó con los sueños y con las ganas y con los proyectos y con la ilusión y
nos dejó tan solos como una solitaria copa de vino con sabor a desazón y a hiel. París puede que sea la ciudad ideal
donde escribir de nuevo una historia que siempre estuvo mal contada. Y esa
historia fue nuestra vida.
No cabe duda de que todas las
páginas de sentimientos que puede escribir esta película están pobladas con la
caligrafía de un actor como Jim Broadbent, enorme y lleno de matices,
acompañado de Lindsay Duncan, algo menos brillante pero atractiva y luminosa
cuando sonríe con sus ojos. En el medio, hay comedia, hay tristeza, hay
melancolía, hay amor, mucho amor. Lo que pasa es que es tan travieso que exige
un redescubrimiento cada cierto tiempo. Y si no lo hacemos, no queda otra cosa
más que la desolación por todo lo que los años se han llevado. No solo el hecho
de amar, sino hacerlo de una forma joven, desde unos corazones jóvenes y con
unas miradas impregnadas de juventud. Todo es cuestión de regresar a la ciudad
donde todo estaba a flor de piel joven y murmurar, desde lo más profundo de
nuestra jovialidad, un último “te quiero”. Ése es un nuevo principio. Y no es
ningún final débil.
8 comentarios:
A mí me parece una pequeña delicia. Una película de sentimientos extremos, un retrato de pareja con Paris de fondo. La relación amor / odio que da una convivencia tan prolongada como la de los protagonistas está magníficamente bien llevada. Los protagonistas se resisten a envejecer, quieren seguir manteniéndose jóvenes haciendo travesuras como hacer un "simpa" en el restaurante o bailar imitando a los jovenzuelos de Godard (la escena me encanta).
La dirección de Michell es muy acertada al igual que el guión de Kureisi (igualito al de McCarthy - de dónde me sacaría yo lo de McCormack). El retrato de los personajes que con dos o tres pinceladas sabemos la vida que llevan detrás (por la escena en la que Duncan finge ante Broadbent ser una prostituta de lujo se ve quién ha llevado siempre los pantalones en esa casa). Broadbent y Duncan están por cierto soberbios.
Se ha comparado esta película con el cine de Woody Allen.Aunque en películas como esta de retrato de parejas y de personajes Allen siempre ha sido un referente, yo el parecido no se lo he visto mucho (más allá de un curioso parecido razonable de Duncan con una madura Mia Farrow). Woody nunca es tan cínico y tan amargo, y cuando lo es le sale un drama raro (léase Jasmine). También se la ha comparado con la trilogía de Linklater- Delpy-Hawke, aunque he de admitir que a mí estos tres últimamente me vienen cargando bastante.
Abrazos "band apart"
Sí que es verdad que en el encuadre de algunos planos parece Woody Allen. Esos planos fijos tomados desde la calzada sobre una fachada de algún comercio atractivo (por ejemplo, los restaurantes que van buscando)en los que los que se mueven son los personajes son muy Allen. Eso sí, te doy la razón de que Woody, creo yo, nunca haría una película como ésta. La vejez no es el fuerte de Woody como tema central, entre otras cosas porque la ancianidad le asusta.
Yo creo que ella es absolutamente cruel, a la vez que tierna y él, a pesar de todo, no puede con el peso de su fracaso. Un estudiante que se salía, que comienza su trabajo en la Universidad y que ése "Edén" profesional acaba por hacer de él un tipo rutinario y sin gracia, que muy posiblemente se convierta en un profesor más porque no encuentra nada que le divierta...Me encanta Broadbent. Y, como bien dices, ese baile de los tres en el restaurante...es que tienen mucha clase, hay que reconocerlo. Es más, tienen más clase que el original de Godard. Sin embargo, creo que es una película difícil. No había mucha gente en el cine, unos quince o veinte espectadores, pero se salieron cuatro porque no aguantaban esos cambios de ritmo de la película, que pasa de la comedia al drama más dañino. Yo creo que esa convivencia se ha deteriorado por la sombra del fracaso que ha planeado siempre sobre sus vidas cuando lo tenían todo como para haber vivido dentro del triunfo. Eso les pesa muchísimo. Por eso, en parte, quieren volver a ser jóvenes. Quieren volver a enamorarse, quieren volver a correr por las calles con la culpa persiguiéndoles y cansándose al doblar la esquina. Quieren reír. Sin embargo, la película creo que termina de forma optimista porque la juventud se lleva en el corazón y no en la carne. Y, hasta determinado punto de la vida, creo que es verdad. Lo demás es solo una preparación para la caída del telón. Como una buena obra de teatro o una buena película. Aquí el telón no cae, sigue sonando.
Abrazos rejuvenecidos.
Probablemente los 3 ó 4 que se salieron en tu sesión iban a ver "una de Richard Curtis" con todos mis respetos- o incluso "una de Woody". Es una película difícil porque cuesta entrar en el juego que se traen estos dos que pasan de los reproches a los arrumacos en cuestión de segundos. A mí justamente me parece lo más atractivo.
Ella es la que más se resiste a envejecer porque es mujer. De ahí el coqueteo con el fulano de la fiesta que sabe que no va a quedar en nada.
Abrazos parisinos
Ella se resiste a envejecer, de acuerdo. Él asume más su edad salvo en lo que se refiere al fracaso. Le cuesta asumir que su vida ha sido una promesa que nunca se ha cumplido.
Es cierto que hay mucha gente que cree que esta película es la típica "amabilidad" de turno y creo que una de las grandes virtudes de la historia es que es divertida pero que es muy seria cuando tiene que serlo. Por cierto, sorprendente la buena forma en la que está Broadbent, hay que decirlo. Él lo que quiere es coquetear con ella, volver a conquistarla, volver a sentir que ella le quiere porque él la quiere. Él es más hombre. Quizá ella sea más mujer.
Abrazos arrugados.
Es muy grande Broadbent. Y casi nunca nadie habla de él. Recuerdo "Iris" junto a la Dench y a la Winslet. Nadie hablaba de él. El tío ganó el Oscar. Lo mismo pasó luego con la Streep y la de la Tatcher. Es cierto que detrás de grandes mujeres se esconde un gran hombre.
Abrazos desapercibidos
Es cierto. Y qué poca gente se atreve a reconocerlo. Broadbent, para mí, siempre quedará como el pretendido "caballero" de "Un abril encantado", crápula, torpe, con las manos en la masa. Lo que me pude reír con él. Me parece, sinceramente, un actorazo.
Abrazos enaltecedores.
Bueno, os pillo tarde y mal porque tampoco vi la peli, finalmente se impuso la españolidad, que diría aquel, de "3 bodas de más" con resultados encontrados, hay momentos divertidos, pero ninguno demasiado original, no hay muchos hallazgos, pero ha quedado una comedia resultona, a medio camino entre "4 bodas y un funeral" (por temática) y las cosas de los 80 de Colomo (por la gracia gruesa tan nuestra).
El caso es que sobre Broadbent y como no lo decis a modo de tabú hay que recordar el mágnifico ( a mi me lo pareció) papel de vuestra maldita "Moulin Rouge" con ese fantástico "Show must go on" que se marca.
Y no es que quiera abrir un transversal (que hicimos recientemente) sino más bien hacer notar que en los últimos tiempos no son pocas las películas con temática de tercera edad, más de una con mirada amarga, algo nostálgica, casi siempre ternura, y a veces terriblemente dramática. No sé si será un signo de nuestra actualidad o de nuestra (de nuestro mundo) preocupación por esa tercera edad que avanza hasta conquistarnos, cada vez más viejos (en edad y en población). Una revisión de en lo que se va convirtiendo el mundo occidental, los paises desarrollados, el viejo continente se ha extendido a otros paises mucho más modernos y el imperio decae, tuvo y retuvo, pero decae.
Abrazos pensionistas
De tabúes nada. Aquí se puede decir lo que se quiera y cuanto se quiera. Lo que pasa es que a mí no me gusta "Moulin Rouge" y mi mecanismo de autodefensa hace que la vaya borrando poco a poco de mi memoria y en lo poco que queda libre almacene lo que realmente me ha parecido que vale la pena. El caso de Dex será igual o parecido, supongo. En todo caso, bien apuntada está esa aparición de Broadbent en "Moulin Rouge" (madre mía, lo he dicho dos veces).
En cuanto a lo que dices sobre el cine de la tercera edad...supongo que es una consecuencia inevitable de los picos de población. Los que eran jóvenes ayer, ahora ya son viejos. Nosotros caminamos inexorablemente hacia esa enfermedad (cada vez me duelen más los huesos, me pesan más los pies y tengo más achaques aunque todavía pueda hacerme unos cuantos largos en la piscina). Además la población no se renueva y hay que adaptarse también al público. Y no olvidemos que la generación que se ha criado con el cine, es más proclive a ir que no los jóvenes. A veces, tengo que confesarlo, me ha dado muchísimo gusto ver a gente de la edad de mis padres en cierta cantidad pasando a ver una película. En el fondo, quizá, lo que yo tengo hacia ellos es una mirada de agradecimiento por tanto que les ha gustado el cine (no solo a mis padres, sino a las generaciones anteriores a mí).
Abrazos jubilados.
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