miércoles, 14 de diciembre de 2016

EN BANDEJA DE PLATA (1966), de Billy Wilder

En el momento en que Harry Hinkle cae empujado por Boom Boom Jackson mientras está con la cámara en la mano retransmitiendo un partido por televisión, se destapa el pozo de las serpientes. Y la más peligrosa e insidiosa de todas ellas es el cuñado de Harry, Willie Gingrich, un abogado de despacho prieto e intenciones torcidas que siempre huele el dinero desde lejos. Un almuerzo chino para fabricar las pruebas suficientes para dejar bien claro que aquello fue un accidente gravoso y ya está. Solo hay que negociar con la compañía de seguros una suculenta cantidad que pague el coche a Gingrich, que pague el abrigo de pieles a la mujer de Gingrich, que asegure unas cuantas vacaciones a Gingrich…un momento… ¿y para Harry Hinkle no hay nada?
Oh, sí, hay unas curvas esperando a la vuelta del collarín. Su antigua mujer, esa chica atractiva que en lugar de corazón tiene un pedazo de cemento seco. Solo que Harry, pobre e ingenuo Harry, prefiere pensar que algo siente por él y que aún permanece un resquicio de ternura en su interior. Harry cree que vivir en el engaño es vivir y aún no sabe que no puedes engañar a todos todo el tiempo. Especialmente a sí mismo.
Quizá Harry aún no ha tenido tiempo de mirarse en su interior y comprobar que el fracaso forma parte del éxito y que el éxito, muchas veces, radica en unos cuantos pases ejecutados con gracilidad en un campo de fútbol y por la noche, a salvo de las miradas de los que solo ven un cheque con muchos ceros. La vida de Harry ha estado vacía porque él mismo ha preferido que fuera así. Por eso es la víctima perfecta, porque en él hay un fondo de amargura engañada que le convierte en alguien digno de compasión. Y él se mete en el juego porque cree que la compasión es la mejor arma para recuperar a su mujer. Harry, bisoño, sueña y calla mientras al otro lado de la calle hay un torpe e irritante detective privado esperando para pillarle en el primer paso en falso que dé. En el primer paso que dé aunque no sea en falso.
Probablemente ésta sea una de las películas en las que Billy Wilder hace uso de una acidez absolutamente corrosiva, mayor que en otros de sus títulos y, por eso, fue un fracaso cuando se estrenó. Consiguió el Oscar para su amigo Walter Matthau en el papel del cuñado Gingrich, enorme, humor negro en estado puro y ladino hasta la carcajada pero al público no le gustó comprobar que todos tenemos en el interior unas entrañas de corrupción que justificamos una y otra vez, que todos nos engañamos a nosotros mismos con el fin de generar la ilusión de una felicidad que aún no ha venido a hacer su inspección y que todos, en el fondo, somos víctimas de los subterfugios ajenos que juegan con nuestros sentimientos hasta hacernos guiñapos que solo sirven de pasajero entretenimiento. Podría decirse que ésta película es un Wilder desatado, deseoso de arañar haciendo reír, ansioso por hacernos sacar un colmillo para decirnos después que eso es propio de las fieras sin alma.

4 comentarios:

CARPET_WALLY dijo...

En España la personificación de la picaresca es el Lazarillo de Tormes, en USA es Walter Matthau el que tiene ese papel. Mucho se habla de España como si lo de los pícaros lo hubiesemos inventado nosotros, pero desde el clasicismo más total que leímos en "El asno de oro" de Apuleyo, hasta Barry Lyndon o Huckelberry Finn, la picaresca ha inundado toda la literatura mundial. También el cine. Y sobre todo gracias a Wilder y a su alter ego picaro que tan bien interpreta Mathau no sólo aquí (aunque en esta es paradigma) sino también en "Primera plana", pwero también hay pícaros entre los soldados americanos de "Berlín Occidente", el Tony Curtis de "con faldas y a lo loco" e incluso el James Gagney de "Un, Dos, Tres". Quizá Billy Wilder no fuese el único que haya tratado esto pero si es el mejor.

En cuanto a la película en si, es genial, pero a mi me parece tremendamente amarga, de esas películas que disfrutas cuando la estás viendo y que me deja mal rollo cuando se acaba. Una de las causas es precisamente Lemmon, su personaje es tan...triste. En el fondo repite algo su papel de tipo sin personalidad que se deja llevar por Curtis en "Con faldas..." o por el propio Mathau en "Pirmera plana", pero aquí da mucha más pena es, como bien dices, un pobre tipo que vive tan engañado por si mismo que prefiere seguir engañándose antes que descubrir la verdad sobre su miserable vida.

Quizá por todo ello la película no fue un gran éxito, demasiada verdad para ser una fábula.

Abrazos con collarín

César Bardés dijo...

Estoy de acuerdo. Billy quiso ser tan ácido que resulta una película tremendamente amarga y también, por qué no decirlo, una película que te hiere en profundidad porque, de alguna manera, ves que ese peligro, ese autoengañamiento que practica Harry Hinkle es algo en lo que todos podríamos caer pudiendo llegar hasta la humillación. Incluso hasta un punto en el que ni siquiera podríamos reconocernos a nosotros mismos. No deja de ser una película con una estructura en "pequeñas películas" dentro de la misma película y que, desde luego, gana muchísimos enteros cuando Matthau está en escena. El propio Billy decía que "cuando Matthau no estaba en escena, sentía que la película se moría" y no deja de tener razón. Es más, una de las cosas que más me gustan de Billy es que, cuando hacía un fracaso, sabía perfectamente por qué esa película había fracasado. Era capaz de hacerse autocrítica y no autoengañarse como el propio Hinkle. Algo no muy corriente entre los directores, por cierto.
En cualquier cosa, por mucha amargura que contenga, me parece una película muy, muy buena. Quizá el personaje de Boom Boom está un poco estereotipado pero es el único defecto que se le puede sacar. La realización es maravillosa, la estructura es muy original, la acidez está al mil por cien y la amargura la sientes especialmente. Una de esas joyas que no han pasado a la posteridad con el valor que merecen.
Abrazos con micrófonos ocultos.

dexterzgz dijo...

Yo también vería esta película como el reverso cómico de "El gran carnaval" en cuanto también está presente el tema de la voracidad de los medios. En cualquier caso, muy en consonancia con esa idea tan wilderiana de que el mundo se divide en víctimas y aprovechados.

Abrazos en silla de ruedas

César Bardés dijo...

Bueno, pues no está mal visto aunque no creo que sea el tema principal de la película, aunque sí importante. Yo creo que Wilder quiere ahondar en eso mismo que apuntas. El mundo se divide en víctimas y aprovechados. E incluso, es tan cínico que nos hace creer que somos aprovechados cuando en realidad somos víctimas. Toda una lección de moral. Yo pondría a Billy Wilder como obligatorio en cualquier escuela de cine.
Abrazos con cena.