Detrás
de una pared, unos cuantos cadáveres para una venganza incompleta. Y a partir
de ahí, las brumas de la infamia comienzan a expandirse para descubrir que,
demasiado a menudo, se ha asesinado en nombre del bienestar. Las muecas del
horror se dibujan en los cuerpos y hay que bucear hasta cincuenta años atrás
para encontrar un motivo lo suficientemente fuerte como para que ese
espectáculo de muerte tenga algún sentido. Las entrañas y los sentimientos
surgen, golpeados por una justicia que nunca llegó y, tal vez, sea mejor
sumergirse en esa felicidad que se escapó para aparecer mucho tiempo después.
El Inspector Carl Morck
teme convertirse en uno de esos cadáveres congelados por el odio, pero es
incapaz de salir de esa armadura que lleva a gala. Queda muy poco para quedarse
completamente solo en ese sótano que huele a asesinato y no puede zafarse del
sentimiento de fracaso, de automarginación, como si estuviese obligado a expiar
todos sus pecados. Ahí fuera hay un buen puñado de crímenes sin resolver y
tiene que resolverlos para encontrarse a sí mismo porque ya se encargó de
emparedar su dolor a conciencia. Mientras tanto, va encontrando un historial de
abusos cometidos en nombre de la moral enfrentándose cara a cara con ese
fascista que todos los demócratas parecen llevar dentro. En su sociedad
inmaculada hay algo que huele a podrido y ya es hora de derramar un par de
lágrimas, pronunciar un deseo y demostrar que guarda algún sentimiento más allá
del cañón de su pistola de reglamento.
El Inspector Assad,
compañero de Morck, siente que debe avanzar, abandonar esas caras agrias de
todas las mañanas y preservar algo de su propia humanidad para el futuro. Sabe
que es el contrapeso de Carl y le cuesta dejarlo a los pies de su propia
suerte, pero debe hacerlo. Tal vez, en algún momento, llegue a arrepentirse
porque, en el fondo, tiene un inmenso cariño por su agrio camarada. O puede que
tenga que preocuparse por la gente que más conoce, tener más tiempo para ellos,
hacer algo para que su vida en esa perfecta sociedad del norte sea algo mejor.
Sin embargo, Assad intuye que en la limpieza esterilizada de unos
comportamientos que parecen brillantes e intachables, aún hay peligrosos
bacilos dispuestos a contaminar todo cuanto tocan y dejar sin vida a cuerpos
preparados para fabricarla. La noche, la nieve, el frío invierno, la terrible
crueldad…todo tiene explicación en la larga oscuridad. Y Assad no es un policía
que abandone las investigaciones a medio camino. Llegará hasta el final, cueste
lo que cueste.
Cuarta entrega de los
casos de este peculiar departamento de policía que mantiene la calidad de los
tres episodios anteriores con ganas y acierto. Se introduce algún toque de
humor, se continúa con la sordidez de unos seres que tienen muy poco de
humanos, se prolonga la fascinación por unos personajes que van evolucionando
en distintas direcciones y se sigue con el misterio y la tensión de momentos
agónicos y últimos, dejando que incluso la previsibilidad sea un elemento
atractivo en su resolución. De alguna manera, el espectador también se siente
uno de esos policías empeñados en hacer justicia del pasado porque no hay más
que rabia cuando no se actúa y esta saga sabe trasladar esa sensación de forma
precisa y muy efectiva. Y es que mientras se camina con los pies helados al
lado de los inspectores Morck y Assad, las brumas de la infamia crecen en el
ataque sorpresa, en la motivación espantosa o en la seguridad de que siempre
hay algo que funciona mal en el mejor de los mundos posibles.
8 comentarios:
He seguido con mucho interés tu serie sobre el departamento Q. Debo decir que me incorporé tarde a la saga, en el capítulo tercero y que esta semana, por supuesto, no me he perdido el cuarto. Pero desde luego vuestros comentarios de estos días me animan a echarles un ojo a las dos primeras parte, cosa que prometo hacer en breve.
El caso es que me arrepiento de haber empezado un poco la casa por el tejado. LLamadlo prejuicio o simplemente pereza. No soy lo que se dice un adepto a la novela negra contemporánea en general y a la escandinava en particular. Creo que hay cierta rutina en relatos como los de Jo Nesbo o el mismo "Millenium".
Y sin embargo, la pareja esta del departamento Q (para nada es desdeñable la presencia de Rose) me ha conquistado por completo. El acierto de las películas no sólo está en el brío de la narración, sino sobre todo en el retrato de personajes y en el trasfondo social en el que se desarrolla. Mucho se preocupa el último cine danés por temas como el auge del fascismo o la violencia machista. De esto último hemos hablado mucho a propósito de la saga "Millenium" o de la reciente "The Gulty".
Sin embargo, una de las claves del éxito de la saga está en el diseño de sus protagonistas. Fíjate que nos hemos cansado de ver en el cine americano ejemplos de parejas de polis, con el mismo arquetipo que estos dos además. Y sin embargo hay un punto de originalidad en ese inspector frío como el hielo que parece que está de vuelta de todo y en la relación que se establece con su compañero, mucho menos hermético. En este sentido, me quedo con la escena final de está última película con ellos dos en el hospital y con las miradas que se cruzan.
En cuento a este capítulo, me parece muy original el planteamiento. Al tiempo que asistimos a la resolución del caso, somos testigos de los hechos tal y como sucedieron en realidad, aunque el relato se encarga de guiarnos sinuosamente por sus trampas y sus recovecos.
Abrazos momificados (no veas qué rasca hace por aquí).
Yo aun no he visto esta cuarta entrega, pero no me la perderé.
Sin embargo se me ocurren un par de comentarios al hilo de lo que dice Dex de las parejas de polis a las que nos hemos acostumbrado.
Por un lado señalaría que en la novela negra escandinava abundan dos cosas fundamentalmente: el lado oscuro (muy oscuro) del estado del bienestar ideal y el detective-policia profundamente deseperanzado, depresivo o antisocial. Así son tanto Morck como el Harry Hole de Jo Nesbo, el Wallander de Mankell o la propia Lisbeth de Larsson. En cuanto al lado oscuro es más que evidente con especial dedicación a la escondida alma pronazi que aun late en la aparente perfecta sociedad democrática.
Por otro lado en la contraposición y ya que hablaba de frio el amigo maño, me imaginaba la posibilidad de trasladar las personalidades de Morck o Hole a nuestro ámbito. Si traemos por ejemplo a Belvilaqua, es cierto que también es un personaje que parte desde el escepticismo y con ciertos problemas de relación fundamentalmente sentimental, pero no llega al poso de amargura de los nórdicos. En cine hemos podido ver a Antonio de la Torre encarnando a un policía introvertido en "Grupo 7" o a un tartamudo acomplejado en "Que Dios nos perdone", pero ni es un carácter fácilmente asimilable a un policía tipo, ni llega al nivel de los ejemplos escandinavos. Ni siquiera en "La isla mínima" la complejidad de los policías es tal que haga que nos resulten cercanos los ejemplos daneses, suecos o noruegos.
Es otra liga, ni mejor, ni peor, pero no es la nuestra. Uno es más capaz de comprender y reconocer al Roberto Alamo de la mencionada "Que Dios nos persone" o a la intuitiva aunque con pasado oscuro Amaia Salazar de la trilogia del Baztan de Dolores Redondo, que a los frios personajes de las novelas y films del norte.
Abrazos gélidos.
Aunque son historias independientes, es cierto que es mejor verlas por orden, más que nada por la propia evolución de los personajes. Y hay que decir que una de las grandes virtudes de esta serie negra es que introduce novedades que no se habían visto hasta la fecha, sobre todo, en lo referido a los propios personajes. Y eso hace que no caigan en esa rutina que mencionas que, es cierto, parece que es algo endémico. Y, desde luego, esa cualidad del brío que mencionas es absolutamente cierta. Hay mucho empuje en la narración y no deja de ser apasionante ese retrato de la sociedad enferma que subyace en esas supuestas "sociedades perfectas" del norte de Europa.
La escena final es muy emocionante y el trabajo ahí de Fares Fares es estupendo porque obliga a Kaas a decir lo que tiene que decir.
Desde luego, lo más sorprendente de todo es que se mantenga el nivel después de cuatro entregas. Y un nivel muy alto.
Abrazos golpeando la pared.
ES muy curioso que comentes lo de Bevilacqua, Carpet, porque el otro día pensé exactamente lo mismo intentando trazar un paralelismo. Es cierto que, quizá, en ese aspecto sí que se aprecia que la dirección de la gente que se ha hecho cargo de esta saga es bastante superior a los que se han hecho cargo de la saga de nuestros famosos guardias civiles. Y, de hecho, estoy seguro de que no hay más tentativas en la saga de Vila y Chamorro porque han sido películas cuyo éxito ha sido, más bien, mediano tirando a nulo. Entre otras cosas porque los protagonistas encargados de dar vida a los personajes tampoco han demostrado demasiada competencia.
Ahora bien, tampoco dejas de tener razón cuando dices que el resto de tentativas es otra liga porque nuestros personajes son más reconocibles. Es cierto, pero de alguna manera sí que te puedes imaginar que estos personajes del Departamento Q existan y se muevan y están tan bien trazados que llegas a comprender sus motivaciones y comportamientos. Sin embargo, en Millenium la cosa ya llega a un extremo que camina casi por el borde de los grotescamente increíble, aunque acabas entrando en el juego (hace bien poco aún comentábamos que de todas las adaptaciones de las desventuras de Lisbeth Salander la primera parte de nacionalidad sueca era la que más nos gustaba y la que más se acercaba, quizá, a las intenciones de Larsson). En cualquier caso, es apasionante como uno y otro habéis analizado vuestras experiencias al respecto y son sumamente valiosas para seguir valorando (o no) las futuras entregas de este Departamento Q.
Abrazos con fotos.
Si, si, aclaro mi comentario. No es que cueste imaginar a morck y Assad, los imaginas, te los crees y los comprendes. También a la Lisbeth de las novelas (menos en la adaptación cinematográfica americana, cierto) a Harry Hole o a Wallander, que son los que mencioné. El éxito de sus novelas no parte sólo de la calidad de la escritura o el ritmo bastante apasionante o casos realmente atractivos, sino también en esos personajes de un caracter tan, como mínimo, huraño que son sin embargo perfectamente asimilables y con los que llegas a empatizar de alguna forma.
Lo que decía era que personajes así, con ese marcado carácter tan asocial, no son facilmente asimilables a la cultura y la sociedad española. Uno puede aceptar un policía taciturno, con problemas de relación, pero no tanto con la frialdad que caracteriza a los nórdicos...Sería bichos demasiado raros para nosotros.
Siempre pensé que me hubiese encantado escribir (lo sueño despierto a veces) una novela de misterio o negra, pero siempre pienso que su protagonista ideal debería ser un cachondo dicharachero...sería distinto y no siempre hay que relacionar la inteligencia deductiva con una introversión profunda. Los graciosos también pueden ser inteligentes. Este blog es prueba de ello.
Abrazos descubriendo pistas con sonrisas
Es probable que tengas razón. Si se escarba un poco más, podemos llegar a la conclusión de que estos dos policías incorruptibles y terriblemente honestos (a la manera de un detective clásico de serie negra) no se mueven por mantener un poco de honestida en un mundo feo e irremediablemente perdido, sino por puro egoísmo, porque saben que resolviendo esos casos aún les queda una pírrica recompensa basada en la certeza de que algo tienen dentro, lo cual es muy poco español y, desde luego, la cosa se hace aún más evidente cuando tienen que relacionarse con los demás, algo con lo que pasan verdaderas dificultades (ya dije en un anterior comentario de otra película de la saga que Morck, en realidad, es un sociópata).
En cuanto a esa idea de un detective dicharachero dentro de la serie negra no deja de ser una buena idea. Aunque yo te planteo una pregunta que se me acaba de ocurrir así a bote pronto. ¿No sería también bastante difícil de digerir que, ante unos casos abrumadoramente sórdidos como estos, el tipo sea un cachondo dicharachero? No faltarían los que te agredieran verbalmente destacando tu frivolidad, tu falta de empatía y, en todo caso, tu profesionalidad porque por ahí tendrías a alguien que, muy trascendentemente, te diría que la muerte no es cosa de broma. De ahí el valor de las frases agudas en el cine negro más clásico, escape de humor en forma verbal para relajar un poco esa sensación omnipresente de que el crimen es trágico.
Abrazos desde la clínica.
La novela negra bien merece un poco de humor negro. Dicho esto sin ningún signo de racismo, claro.
Abrazos introspectivos
Bueno, ahí tenemos el ejemplo de Nick Charles y su saga de los acusados de "El hombre delgado" ¿no? Ahí hay humor para dar y tomar y buenas dosis de cine negro.
Abrazos en el último minuto.
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