viernes, 5 de julio de 2019

INDIANA JONES Y EL TEMPLO MALDITO (1984), de Steven Spielberg



La cuestión es bien simple. El diamante o la vida. Indy, no se puede tener todo. Tendrás que arrastrarte por los suelos entre una nube de hielo, saltar por la ventana, salir por piernas, cogerte a una balsa de goma como paracaídas y, para colmo, llevar contigo a una rubia encantadoramente ingenua y a un tapón que no levanta dos medias del suelo. Y como eres un imán para los problemas, tendrás que hacer un favor a esa aldea de hindúes que veneran a una piedra y que lloran la desaparición de sus niños. Al elefante, doctor Jones, es hora de volver a la aventura.
Los menús suelen ser bastante desequilibrados porque nunca encuentras lo que realmente apetece. ¿Quién no ha comido alguna vez serpiente rellena de anguilas? ¿Quién no ha degustado con delectación una sopa de ojos? Venga, si me apuras, habrá que reconocerlo. Es difícil encontrar un manjar de la finura y la presentación de un sorbete de sesos de mono. Y nada mejor que un sueño reparador después de la cena, trufado de arañas de todo tipo, clase y condición, pasadizos secretos, cámaras de aplastamiento y una inmensa galería con cientos de niños esclavizados para encontrar los tesoros de la diosa Kali. Indy, no te privas de nada. Cuando te embarcas en algo, lo haces a lo grande y hay que reconocer que aquí las cosas van más deprisa que una vagoneta desbocada.
Para remate, el regreso. Claro, no puede ser un paseo tranquilo por las selvas amables de la India, no. Tiene que haber el consabido puente que pende de un hilo y que, al igual que los salvajes rituales de Kalimaa, parecen extraídos directamente de Gunga Din, aquella película de George Stevens que seguro que recuerdan Steven Spielberg y un par de anticuados más. Pero la brujería nunca pasa de moda, al igual que los fanáticos rituales torturadores o la felicidad en la sonrisa de una madre cuando vuelve a ver a su hijo. La aventura es eterna y no importa si ha ocurrido antes o después. Lo importante es que ha quedado ahí, impregnada de leyenda, en el imaginario de todos a los que nos gusta el cine de verdad. Sí, sí, ya sé. Esta precuela es inferior a En busca del arca perdida, en parte porque Spielberg infantiliza algo la trama y se entretiene de más en los cánticos machacones de los seguidores de Kali, pero… ¿de verdad es algo que importe mucho? ¿No se pasa un rato increíblemente agradable viendo las aventuras imposibles del arqueólogo más famoso de la historia del cine? Con gusto entramos cuantas veces haga falta en ese templo maldito, porque nosotros también nos escondemos bajo el ala de ese sombrero de años treinta, vestidos con la cazadora de cuero y armados con un revólver y un látigo. Y sabemos, tenemos la certeza total, de que aquí sí, hemos encontrado un diamante que guardamos bajo llave en la memoria de nuestras sensaciones.

2 comentarios:

CARPET_WALLY dijo...

Pues fíjate que yo descubrí al Dr Jones en esta película, en un cine de verano en el pantano de San juan haciendo carantoñas a la chica de aquel verano (que luego duro alguno mas, incluso demasiados). No sé porque no vi "El arca..." en su día, pero la cuestión es que no tenía forma de comparar y por eso salí de esta película encantado.

Mucho se ha dicho de lo oscura que es, de los momentos poco rítmicos y de algún defecto más. Pero a mi me pareció (y me sigue pareciendo) brutal. ¿Algo infantil en la relación Tapón e Indy? Puede pero es tan divertida...

De hecho yo diría que es "Mucho divertido, Doctor Jones".

Abrazos pisando galletas chinas...oh, no son galletas chinas.

César Bardés dijo...

Es que es una película que va más allá de sus defectos. Si nos ponemos serios y rigurosos, vale, es peor que "En busca del arca perdida" y peor que "Indiana Jones y la última cruzada", pero es que da igual. Es lo que sucedía con Hitchcock, te lo pasas tan bien que te da igual que tenga defectos. No me molesta su oscuridad (recordemos que Spielberg luego calca el rito hindú en "El secreto de la pirámide", de Barry Levinson, aunque ahí sólo tuviera labores de productor), ni acuso esa falta de ritmo. Sí que me parece que infantiliza un poco la trama y no sólo con el personaje de Tapón y su relación con Indy, sino también con ese maharajá que es un niño, con los niños esclavizados, etc, etc. Y hay que reconocer que baja algunos enteros cuando te ha planteado una trama en "En busca del arca perdida" que sí que es de más enjundia y mucho más "adulta". Pero ya digo, me da igual. Me lo paso igual de bien, por eso, en el artículo apunto que eso no tiene mayor importancia.
Abrazos con el techo bajando.