Los alemanes no dudaron
ni por un instante en ponerse en contacto con el IRA para que endurecieran sus
hostilidades contra Gran Bretaña para crear una especie de segundo frente que
debilitara a los ingleses cuando ellos estaban preparando la invasión de las
islas. Es algo que ya se apuntaba años después, cuando el personaje de Donald
Sutherland en Ha llegado el águila se
apuntaba a la operación de matar a Churchill solamente porque coincidían los
intereses nazis y los de la organización terrorista. En esta historia se mete
de lleno en esta realidad que nunca fue del todo cierta porque los alemanes no
invadieron. En cualquier caso, se sigue a una cédula terrorista de bastante
cuidado, con Dan O´Herlihy al frente. Se reclutan a elementos de comprobada
valía como Robert Mitchum y Richard Harris. Cuando todo está listo y comienzan
a realizarse acciones de desestabilización, los nazis deciden invadir la Unión
Soviética y se ven incapaces de abrir un segundo frente en Inglaterra. La
persecución se encarniza y los autores materiales se ven acorralados una y otra
vez. La lucha se ve traicionada. Y no es tan fácil desasirse del abrazo de los
terroristas. Cuando entras, ya no puedes salir.
Resulta que Los luchadores de la noche es un oscuro
título que yace en las estanterías de las filmotecas cuando merecería algo más
de reconocimiento. No es, ni mucho menos, una obra maestra, pero resulta
apreciable, ante todo y sobre todo, por las interpretaciones de Robert Mitchum
y de Richard Harris. Ellos son los actores perfectos para adentrarse en las
frías noches irlandesas, iluminadas por una neblinosa farola de esquinas
húmedas. En esta película, también hay una trama amorosa que, por aquellas
casualidades, es vital para las relaciones entre algunos de los protagonistas.
Al fin y al cabo, cuando alguien se ve derrotado por el amor puede que no le
quede otra salida más que adentrarse en la noche para no volver a salir jamás.
En cualquier caso, puede que se pudiera esperar más de acción cuando es una
película firmada por un especialista en el género en los años cuarenta y
cincuenta como Tay Garnett, pero todo el entramado de esa apertura del frente
terrorista con la connivencia nazi, la traición, la persecución con la noche de
protagonista, la preparación de los atentados, acaba por ser algo más que
aceptable y algo menos que notable. Merece la pena.
Así que no les tiemble el pulso cuando vayan a ver algo tan desconocido como esta película. Puede que, entre sus oscuros rincones de pasión política y amorosa, se hallen dos o tres retazos de buen cine, con actores muy creíbles, con Robert Mitchum en la plenitud de su físico, con preguntas y respuestas que giran siempre en torno a la ética y a la moral. Cuidado, no intenten contestarlas. Es posible que todo lo que digan sea utilizado en su contra. Y las bombas suelen hacer que nada se vea como es en realidad. Es el precio de los traidores cuando tienen algo de razón.

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