viernes, 3 de abril de 2009

ATRAPADOS EN EL ESPACIO (1969), de John Sturges


El tiempo pasa con lentitud mientras allí abajo, en la Tierra, planean cómo sacarnos de esta trampa de hojalata y cosmos. El aire que nos queda es muy escaso y cada respiración es un triunfo, el mismo que el destino nos ha negado en nuestra fracasada misión. Sonreímos al pensar que, tal vez, la victoria se halle en montar una misión de rescate en tan poco tiempo y con tan pocas posibilidades. El tiempo pasa con lentitud mientras miramos a las estrellas. Están tan cerca que parece que están sólo al otro lado de la escafandra. Ojos blancos que nos miran por millones y que lucen en el lienzo oscuro del cielo. Y cada vez que expulsamos aire estamos abriendo un poco más el resquicio de la derrota. El tiempo pasa con lentitud mientras todo es esperar y nada es hacer. Oímos el ruido de nuestros pulmones intentando abrirse paso hacia el paraíso del aire respirable y se encuentran con que cada vez se hinchan menos, cada vez tienen menos entusiasmo, cada vez se mueren un poco más.
El tiempo pasa con lentitud porque es nuestro gran enemigo y aquí arriba, en el espacio, todo parece que adquiere una dimensión distinta. El tiempo se ralentiza, los hombres intentan aguantar, todo es pura sequedad y pronto la deriva será nuestro sendero. Si no vienen pronto o se les ocurre algún milagro, navegaremos por toda la eternidad y a través del infinito encerrados en una lata de conservas, veremos mundos que nadie podrá ver y nos convertiremos en un grano más de basura espacial que intenta desesperadamente encontrar un meteoro que nos desintegre en este espacio sin fina, tan pequeño como una bombona de oxígeno.
El tiempo pasa con lentitud en esta historia porque John Sturges, el director, optó por intentar meter al espectador en el drama de estar atrapado en el espacio con muy poco aire para consumir. En manos de cualquier otro, ésta película hubiera sido un subproducto de acción a raudales con héroes de una sola pieza. Sturges quiso que sintiéramos el agobio de la lentitud, del no pasar del tiempo, del esfuerzo de unos hombres por rescatar a otros (si Apolo 13, de Ron Howard, tiene algún precedente, sin duda, es éste) y de, al mismo tiempo, transmitirnos que tanta deliberación consume aire y que los hombres que se fueron con su valentía hacia la aventura del universo puede que no regresen.
Así pues estamos ante una pequeña odisea que se adentra por momentos en los angustiosos instantes del drama. Urgen las ideas, corren los minutos y la lentitud, el gran enemigo, se cierne sobre nosotros que asistimos a un rescate que puede que no llegue. Y para ello es necesario que nos olvidemos de prisas, de acciones rápidas y de golpes efectistas. Tal vez Sturges sabía muy bien que el golpe de mayor efecto es hacer sentir el valor, la pérdida, la tragedia, el esfuerzo, la convicción, la audacia, el pensamiento y la fortaleza. Y también, el sacrificio. Si deciden verla, pónganse algo ligero para beber y apoyen la mejilla en el puño. No habrá sobresaltos ahí enfrente. Tan sólo una operación de rescate contra el fracaso.

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