¿Quién no ha ido en medio de la amenazadora soledad con un palo en la mano y lo ha hecho sonar pasándolo por una verja de hierro tan sólo para sentir compañía? Y eso lo hace Helen porque ella no puede pedir ayuda, no puede gritar, no puede llamar por teléfono, no puede decir “te quiero”, no puede más que moverse en el silencio al que le condena su mudez. Y por los alrededores ronda un asesino obsesionado por la imperfección física.
No es casualidad que Helen inicie la historia metida en una sesión de cine mudo mientras una inválida es asesinada sin piedad. Más tarde, el asesino la espiará a escondidas y, a sus ojos, Helen es un monstruo sin boca, un ser deforme al que hay que exterminar mientras en la mirada del psicópata se dibuja el horror de aquello que no puede ver. Pero es que en la mirada de la anciana Ethel Barrymore también hay un pozo de sentimientos que van desde el temor hasta la obsesión, desde la ternura hasta el horror…sólo que ella está postrada en cama víctima de una larga enfermedad. El asesino vive rodeado de seres deformes y sólo puede seguir ascendiendo en la espiral de rechazo y violencia en la que ha entrado a través de una escalera de caracol que surge del mismo infierno.
Unas manos se agarrotan sintiendo la inminente llegada de la muerte. En la oscuridad de un sótano es donde las sombras se camuflan con la única luz del ojo deformado por el horror. Porque el horror está dentro de los ojos con que miramos y estrangular es acallar los gritos de quien no debería vivir por pura imperfección…y eso lo piensa quien más debería morir porque es imperfecto en su carencia patológica de sentimientos como la piedad, la comprensión y el amor. Cuando prescindimos de todo eso…sólo queda matar.
“La escalera de caracol”, de Robert Siodmak, obra maestra del suspense y del horror interno, del ensañamiento contra el débil y de la certeza de que en toda flaqueza externa yace una fortaleza que sólo los que son débiles pueden poseer.
4 comentarios:
Voy a duras penas poniéndome al día, no de trabajo,(que parezco una revisión del mito de Sisifo, por más que hago siempre me encuentro todo sin hacer), sino0 de comentar alguno de tus magníficos post que me han ido quedando pendientes.
Tenía yo idea de que ya habíamos dado cuenta de esta "Escalera de caracol", si no aquí, en el anterior blog o en el foro o tal vez en alguna charla chatera, pero en todo caso es un placer repescarla y leer tus esplendidos comentarios.
A mí me apasiona esta película, que bebe en las fuentes del terror infantil, que al fin todos en mayor o menor medida hemos sufrido. Tenemos inicialmente ese hombre del saco ( el asesino real que es de temer), la vida durante el día es llevadera, la amenaza existe pero está difuminada, sin embargo llega la noche, la situación claustrofóbica, no podemos salir, no pueden ayudarnos, estamos indefensos, no pueden oírnos ( porque estamos mudos), estamos aterrorizados…El clima de suspense y terror de esta película es una espiral, como los giros de una escalera de caracol, comienza abierta y poco a poco se va cerrando sobre una víctima que cada vez tiene menos refugios…Es una película excepcional.
Y es que el cine ha aprovechado muchas veces la discapacidad de sus protagonistas para contarnos sus historias, las más de las veces haciendo referencia a su espíritu de superación, a sus esfuerzos por convertirse en “normales” cometiendo el error de tratarles como superhéroes. En algún caso, el esfuerzo que se valora es el del educador que consigue el “milagro” de dar una mayor calidad de vida al discapacitado. Hablamos hace mucho de los invidentes y hay casos recordables de minusvalía intelectual ( ¿Cómo es el termino políticamente correcto?) desde “Rain Man” a “Charly” pasando por “Yo no soy Sam” o “El pequeño Tate”, también hay muchos films con otro tipo de minusválidos, “Nacido el 4 de Julio”, “El regreso” o incluso “Max´s Bar”.
Si recordamos in embargo, películas con personajes mudos o sordomudos, además de esta magnífica “Escalera de caracol”, habría que significar ese dramón de Jane Wyman-Channing “Belinda” más que notable folletín de la época. Por supuesto también uno se acuerda aunque intente olvidarlo ( a mi me parece una memez cinematográfica) de “Hijos de un Dios Menor” recompensando a una actriz sordomuda con un Oscar por hacer el papel de una mujer sordomuda ( inexplicable). Y también uno recuerda por una impresionante Anne Bancroft , “El milagro de Ann Sullivan”.
La mudez ha dado mucho juego en el cine, pero pocas veces ha sido tan elocuente como cuando un tipo nos hablaba con una bocina, que sólo podía ser traducida por el conocedor del código encriptado de sus sonidos, el tipo se llama Harpo y el traductor Chico Marx. El miedo de encontrártelos en una escalera, de caracol o no, es que te podían matar de risa.
No olvidemos al hermano mudo de "Mystic River", de Eastwood. O la misma mudez fingida del protagonista de "Las cuatro plumas", comentada recientemente, para evitar caer en la trampa de hablar un idioma que desconoce. De lo que no cabe duda es que de las minusvalías físicas (tengo que reconocer que tuve que hacer frente, en una ocasión, a un artículo que hablaba de minusválidos psíquicos y no tenía ni idea de cuál era la expresión más correcta. Concretamente era el de "Ángeles sin paraíso", publicada en este blog), la mudez no es de las más explotadas aunque sí la ceguera. Es más, hay una versión moderna de "La escalera de caracol" en la que, de forma harto incomprensible, se cambió la mudez de la protagonista por una ceguera siendo interpretada por Jacqueline Bisset y secundada por Christopher Plummer, creo que dirigió Peter Collinson de una forma harto torpe y además se quedó peligrosamente anticuada por culpa de una estética setentera que echaba para atrás.
En cualquier caso, sí, de vez en cuando, rescato alguno de los artículos que había puesto en el anterior blog porque creo que pasaron un tanto desapercibidos y con esta película creo que fue así. Para mí es una película fascinante, una espiral que empieza en ese ojo que sólo ve deformidades y termina con la inquietante y ambigua mirada de ese pedazo de actriz como la copa de un pino que era Ethel Barrymore. Por cierto, el punto de unión del cine entre ceguera y mudez, sin duda, es esa obra maestra tan poco reconocida que tu nombras Carpet: "El milagro de Ana Sullivan", qué estupenda película y qué pocas concesiones hace.
Abrazos variados por tus comentarios variados.
Recuerdo vagamente esa "escalera de Caracol" con la Bisset y Plummer, e incluso hace relativamente poco ( un año más o menos) vi una versión televisiva que obviamente está a años luz de esta maravilla.
Al comentar que repescaste el post del otro blog he echado un vistazo y me doy cuenta de lo mal que va mi memoria porque no recordaba ni la mitad de los post. Hay muchos impresionantes.
Y dándole vueltas a esta peli, en pleno insomnio, recordé un apunte de Chus a propósito de "El fantasma y la señora Muir" creo, sobre lo relevante que eran las escaleras en la película.
Y es cierto que las escaleras son un espacio de transición eminentemente cinematográfico, que casualidades de la vida, vengo yo con esa idea y Dexter nos coloca en su Gusmornins, la escena de la escalera de Odessa del “Acorazado Potemkim”.
Porque las escaleras se han usado para presentarnos personajes, elevándolos del resto de los mortales para dejarles impactados, reseñando su importancia, obligándonos a mirar. No es fácil bajar bien una escaleras, pero si lo haces bien las piernas se ven más bellas, de eso se sabe mucho en los musicales que las han utilizado siempre. Pocas veces bajar las escaleras fue tan sensual como cuando lo hizo la Stanwick con su pulsera de tobillo en “Perdición”. Joan Fontaine no tuvo tanta suerte cuando lo hizo en “Rebeca” aunque consiguió una gran conmoción con su aparición. Es una de las escenas recurrentes del cine de todos los tiempos, un baile, la aparición en lo alto de la escalera, todos se vuelven a mirar…et voilá, cest magnifique.
También la escalera ha sido usada como componente trágico (o cómico) ¿Cuantas escenas de caídas por las escaleras habremos visto en nuestra cinematográfica vida? Han caído estrellas y secundarios, han perdido hijos mujeres embarazadas, han muerto personajes, han tropezado, han sufrido un ataque al corazón previo a precipitarse escaleras abajo,…¿Recordamos alguna? Vivien Leigh en “Lo que el viento se llevó”, Meryl Streep en “La muerte os sienta tan bien” , hay muchos, de lloros y risas…Y mención aparte tendrían los asesinatos como el de Richard Widmark empujando a la anciana en silla de ruedas escaleras abajo…
Y otro asesinato con escaleras que se nos quedó grabado es el del detective de “Psicosis”, porque Hitch también disfrutaba con las escaleras como un enano y así nos regalo esa subida fascinante con el vaso de leche luminoso de Cary Grant en “Sospecha”o esa bajada no menos fascinante del mismo Grant con la Bergman en brazos y Claude Reims angustiado en “Encadenados”. O, claro está, la angustiosa ascensión de James Stewart de las escaleras de la vieja abadía en “Vértigo”. Bueno Hitch hasta lo utilizó en los títulos poniéndole nombre a una organización secreta “39 escalones”
La escalera ha sido muy usada también en las películas de terror, no en vano son una puerta abierta a un escenario desconocido. Por ellas llegamos a otras zonas, pero por ellas también pueden venir seres amenazantes. La escalera baja al sótano lúgubre y nos lleva a la oscuridad, la escalera sube a un ático repleto de polvo, recuerdos y vidas de otro tiempo… Y habría que reseñar, por ejemplo, “Al final de la escalera”
Se han usado escaleras muchas veces para contarnos persecuciones. Es un espacio manejable, nos da sensación de continuidad y cierra escapatorias. Y también para escenas grandilocuentes casi de ópera, como el final de “El padrino III” o ese descenso sublime de Gloria Swamson en “Sunset Boulevard”. Incluso se utiliza de modo romántico o para la declaración de amor de Richard Gere a Julia Roberts en Pretty Woman, aunque en este caso era una escalera de incendios…¿Escaleras de incendios? También nos suenan, ¿No?
Arriba, abajo, peldaño a peldaño, subimos y bajamos. Y vemos cine.
Abrazos.
Y no olvidemos esa escalera que suben y bajan Burton y Harrison para hacer patente su amor con la madre de uno de ellos metiendo caña en "La escalera", de Stanley Donen, posiblemente la mejor película sobre el homosexualismo que se ha visto. O la escalera en espiral de la biblioteca amenazante y a punto del derrumbe en "La casa encantada", de Robert Wise. O ese personaje más que es la escalera, símbolo de poder y metáfora del descenso de la clase aristocrática en la maravillosa "El cuarto mandamiento", de Orson Welles. O la escalera testigo de la locura de Ingrid Bergman en "Luz que agoniza", de George Cukor. Tanto los que tu has citado como los que digo ahora son ejemplos clarísimos de la intervención fundamental del decorado en el desarrollo de una historia que es una de las cosas que preconiza el propio Chus. Y es que la escalera también fue una estrella. Abrazos, Carpet, me alegro de que tu mala memoria permita repescar algunos artículos y revivir algunas letras que estaban un poco arrinconadas.
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