martes, 6 de julio de 2010

LA CASA DE CRISTAL (1972), de Tom Gries


Las rejas de una celda se abren para que echemos un vistazo a la moral sórdida y a un muestrario de bajezas humanas recalentadas en una olla a presión. Sin embargo, algo parece que nos suena familiar, por mucho que el universo se reduzca a un puñado de poderes, a cuatro paredes pintadas con la suciedad de las personalidades, a la corrupción que se halla inherente en todo preso aunque esté fuera de la cárcel.
Ahí dentro, como aquí fuera, hay comodidades, honestidades, cinismos, violencias y maquillajes que, si son permitidas en la sociedad, por qué no van a serlo en las galerías donde parece que los hombres pagan cuando en realidad tan sólo penan. Como catalizadores de la historia, tres recién llegados tendrán sus diferentes puntos de vista cuando ven los muros desde dentro. Y es que las cosas, cuando son observadas desde el infierno, parecen recubiertas de la más perfecta normalidad representada por el tráfico de drogas o el racismo o el asesinato. Todo es un rompecabezas que es la fascinación por el mal.
Brillante por momentos, con tres interpretaciones más que destacables debidas al equívoco Vic Morrow, al peligroso Clu Gulager y al observador Alan Alda, estamos ante una de las mejores películas de prisiones que se hayan realizado nunca, varios pasos por detrás de Cadena perpetua, de Frank Darabont; o de El hombre de Alcatraz, de John Frankenheimer, pero más cercana en temática y contenido a la maravillosa Fuerza bruta, de Jules Dassin. En todo caso, hay que verla con entrañas, sin esperar finales felices ni espectaculares evasiones. En la verdad que se nos muestra, existe una expectante interrogación sobre cuál va a ser la próxima jugarreta, la siguiente extorsión o la más innovadora corrupción mientras las piedras van pudriendo lo poco de humanidad que resta en esos reos encerrados con la llave perdida.
Locura y cobardía son las claves de lo que se nos quiere contar. No en vano, detrás de esta película está el relato corto de un escritor que hacía que toda frase pareciera fácil cuando es extraordinariamente difícil como Truman Capote. En sus letras, había la intención de mostrar el día a día en una prisión cualquiera con la óptica de una casa de cristal en la que los demás podíamos mirar hacia dentro, observando a las cobayas moverse de un lado a otro en una búsqueda por la supervivencia y, también, por una pequeña parcela de poder, más o menos, del tamaño de una celda. Para todos aquellos que sólo hemos visto los barrotes de una cama, es una oportunidad para ver la vida cuarteada, para enfrentar la inteligencia con la fuerza, para correr con el único fin de conservar la vida mientras una jauría de perros desatados deja un rastro de babas para agarrarte de los tobillos. El orgullo, al fin y al cabo, es algo que sirve de muy poco al otro lado de la soledad. Sobre todo cuando la visión de lo que ocurre alrededor está teñida de una inquietante tiniebla cercana al abismo de una pared que se alza inamovible. Es ahí mismo donde terminan los sueños.

5 comentarios:

Scarlett dijo...

Me acaban de dar para ti "recuerdos" tus fans periodistas del periódico de Albacete. Me ha llamado Alarcón al Ayuntamiento, por otros temas, y me ha terminado pasando el teléfono con las fans. Quieren saber si vas a venir este verano a Alba, que te esperan...
Yo les he dicho que sí, que sí que vienes a saludar aunque sea. Mejor en la Feria, ¿no?. Piénsate lo del viaje, que te busque alojamiento.

César Bardés dijo...

Hombre, Scarlett, diles a mis "fans", si vuelves a hablar con ellas, que me pasaré a saludarlas pero no en verano, sino en octubre o en noviembre, en otoño, vamos, que ya sabes que, poco a poco, se va construyendo el proyecto cuyo lanzamiento está previsto para entonces y me tendré que desplazar a Albacete para promoción, entrevista y leches de la vela. Por supuesto, me pasaré a saludarlas, así como todo al personal del periódico. En cuanto al alojamiento, no te preocupes, que la visita será rápida y no molestar es mi consigna.

Scarlett dijo...

Ser hospitalaria es la mía.

César Bardés dijo...

No te preocupes, te lo agradezco igual

Scarlett dijo...

Ser pesada, insistir y conseguir siempre lo que quiero es otra de mis consignas.