Si hubo alguna vez una chica que inventó el amor, esa quizá fuera Ava Gardner. Porque seamos sinceros. ¿A ustedes no les gustaría que una chica así no posara sus ojos sobre ustedes aunque sólo fuera una milésima de segundo? Yo, la verdad, haría un montón de cosas para conseguirlo. Incluso me convertiría en estatua para que ella posara sus adorables e irrepetibles ojos sobre mí. Al fin y al cabo, mis artículos siempre hablan sobre el mundo de los sueños y me van a permitir que, por una vez, sea yo el que sueñe. Además, qué quieren que les diga, y me van a permitir que mi lado más erotómano ruja con fiereza contándoles esta anécdota. Esta película da vueltas y más vueltas sobre mi cabeza desde que supe, en una de esas enfermizas investigaciones casuales que los cinéfilos solemos hacer, que el mayor problema del director, William Seiter, y del director de fotografía Frank Planer, era que a la misma Venus se le marcaban demasiado los pezones por debajo de esa toga que luce. La solución fue muy sencilla. La pusieron un calefactor portátil que ella llevaba por doquier para que aquello no fuera una exhibición más allá de sus atributos dramáticos.
Vale, vale, ya me centro en la película en sí, no me miren como lo hacen. Pues si pueden apartar la atención un momentito de Ava Gardner, resulta que hay un notable tema musical, Speak low, compuesto por el gran maestro Kurt Weill que se ha convertido con el tiempo en un gran clásico del jazz y que si quieren pueden reparar también en el galán de turno, un simpático (aunque nunca fue santo de mi devoción) Robert Walker. Sí, pero es cierto, más allá de la chanza, Ava lo que consigue con esta película es enamorarnos, capturar nuestra alma, hacer latir nuestro corazón como si fuera un caballo golpeando el tambor de la llanura, conseguir que creamos en la magia de una mujer que fue creada perfecta para bajar al peldaño de los humanos y que mi propio padre me dijera una vez que la única mujer que le gustaba más que mi madre era Ava Gardner.
Es inevitable que al ver esta película uno recuerde la parecida temática de Maniquí, de Frank Borzage, con Joan Crawford y Spencer Tracy en los principales papeles pero quizá la diosa del amor siempre está por encima de una muñequita guapa que cobra vida.
Caballeros, por favor, repórtense si ven esta película acompañados de su pareja. No miren tan fijamente a la televisión y dediquen alguna mirada a Venus…sí, sí, digo bien, Venus…porque todos ustedes tienen a Venus en casa y ni siquiera se han dado cuenta…y lo mejor de todo es que es de carne y hueso. Felices miradas.
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