viernes, 22 de febrero de 2013

LA TRAMA (2012), de Allen Hughes

Un detective privado tiene un punto de ruptura en la vida. Trabajaba en la policía y le falló el corazón. Pudo más su piedad que la justicia y ajustó cuentas cuando tenía que haberlas saldado con arreglo a la ley. Tal vez tuviera razón, o puede que no. El caso es que cogió su arma, su placa y decidió que solo podía dedicarse a lo único que sabía hacer. Siete años después, unos cobradores bien trajeados y con disfraces de políticos vienen a recordarle que aquello estuvo mal y que toda vista gorda tiene un precio detrás de un aparente caso de infidelidades. Ya se sabe. Política traicionera. Política de mentiras.
Aparente inicio de prometedoras sensaciones, que se decanta con claridad por el cine negro pero que también tiene un punto de ruptura cuando el guión se decide a entrar por laberintos que a nadie importan. No es lógico que una historia que está muy bien armada se autodestruya cuando las cámaras indagan en la vida privada del protagonista (hierático y falto de recursos Mark Wahlberg) yendo hacia un callejón sin salida que se presenta como una desviación inútil de la calle principal. En ella está, con una sonrisa cínica y un tono notable, Russell Crowe, y detrás de los dos, una prescindible Catherine Zeta-Jones que aparece algo desmejorada aunque aún brilla por su belleza. Los mejores momentos de la película son los que se reserva el detective privado con su fiel secretaria y ayudante (muy parecida a aquella Effie que hacía lo que fuera por su jefe, Sam Spade, en la legendaria El halcón maltés, de John Huston), interpretada por Alona Tal e insoportable se aparece ese candidato a alcalde que encarna Barry Pepper, mitad niño bonito, mitad histrión incapaz de poner una cara normal para que el público se identifique con sus tribulaciones. Lo cierto es que Allen Hughes, uno de los hermanos Hughes que dirigieron con singular acierto El libro de Eli, no acierta ni con la cámara porque la sitúa un palmo más cerca de lo debido y renuncia a la sobriedad con una de las persecuciones de coches peor filmadas de la historia y que tampoco tiene ninguna trascendencia en todo lo que se cuenta. La película está al borde de la tomadura de pelo y eso no es su peor pecado. Sí lo es que tenga el esqueleto necesario para hacer una más que aceptable película negra y se quede en una candidata perfecta a película blanca sin destino ni beneficio.
Todo se debe a que no es fácil adentrarse en los rincones del pesimismo y manejar los tópicos con una cierta habilidad. Al igual que un investigador privado puede hacer gala de los sentimientos que le asaltan en su interior pero nunca realizar una exhibición con ellos. La mujer fatal no se hace atractiva más que por su fachada exterior, el político es odioso porque es lo que toca y porque es imposible encontrar a uno honesto, el bueno es un palo de madera con una máscara de carne y la película solo brilla en determinados momentos que se van diluyendo según avanza la trama. Tal vez por eso se titula así. Porque no la hay. Porque esconder todas las motivaciones en las trampas de la clase dirigente es demasiado fácil por mucho que haya que enredar el entuerto. Ni siquiera hay diálogos agudos (salvo en los momentos comentados con la secretaria, dichos muy de pasada y con una rapidez que apenas da tiempo a asimilarlos) y entonces ya llega un momento en que al espectador le da igual lo que pase, cómo pase y empieza a pasar. Nadie se cree que la corrupción moral lleve a un sacrificio para limpiar errores. Y mucho menos cuando se da a entender que el fallo criminal que se imputa al investigador privado fue, cuando menos, justo. Seguro que un político se justifica mucho mejor ¿verdad? Solo hace falta situarle unos cuantos puntos por debajo de sus rivales en las encuestas y entonces tendremos la mejor cara, la sonrisa, la canallesca propia de su oficio (no olvidemos que la mayoría son abogados) y presentar lo que es simple delito en un beneficio óptimo para toda la sociedad a la que representa. Muy fácil.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué sopor de película. Si lo sé elijo a Colin Firth antes que a Mark Whalberg. Bueno, el género negro arrastra, pero está claro que no todo vale. Ni siquera la premisa me parece interesante. Tópica, muy tópica y como buen dices con tópicos muy mal llevados, máxime en unos tiempos en los que vemos día a día que la realidad supera con creces a la ficción.

Desastroso el casting. Whalberg como productor se reserva el prota, y lástima que el talento no esté a la altura del físico. Y mira que al lado de Barry Pepper es casi Marlon Brando. A Russel Crowe no le acabo de pillar el punto, y veo que está empezando además a amanerarse y le veo siempre los mismos mohines y las mismas muecas . La Zeta muy desaprovechada, como dices, muy lejos de esa femme fatal que la historia requería. Mucho más acertado sin duda el dibujo de esa secretaria leal que sin duda retrotrae a otros tiempos. Hay escenas ridículas y grotescas como la del debate televisívo o el desenlace final que además es bastante previsible y facilón. Vamos, que yo incluso me eché una cabezadita (bueno también es verdad que era la última sesión pero no creo que fuera ese el motivo).

Abrazos bostezando

César Bardés dijo...

Pues sí. Al principio, tengo que confesarlo, me tenía captado. No con las vicisitudes de Wahlberg sino con el encargo que le hace Crowe. Un buen principio, pensé. Pero en el mismo momento en que la cosa se da por cerrada es como si la película renunciara a ser buena. Como si los guionistas se hubieran cansado de escribir. Como si el director, en un alarde de confianza suma, decidiera que ya tiene a Wahlberg, a Crowe y a la Zeta-Jones y que el público se va a tragar lo que le echen.
Mu mala, mu mala, mu mala. Y frustrante además.
Por cierto, feliz día de San Cine. Pasadlo muy bien y que gane quien vosotros queráis.
Abrazos con la mejilla con tiqui-tiqui.

Anónimo dijo...

Francamente, querido, me importa un bledo quien gane, los Oscars ya hace tiempo que dejaron de ser para mí un referente cinematográfico de nada. Los americanos mirándose el ombligo, haciendo alguna concesión al cine indie cada vez menos indie por cierto y poco más.Últimamente parece que se fijan un poco en Cannes ( como lo prueban las nominaciones a varias Palmas de Oro, Haneke y demás, o el fenómeno "The artist") y el resto de festivales y del mundo es como no existiésemos.

Pero es muy divertido verlo, no como estos Goyas que se pasan la noche llorando (y en los Oscars no es que se escatime la crítica política, acuérdate de Ricky Gevais). Y ver quién va la más guapa y la más hortera. Yo este año apuesto por Catte Blanchet entr las primeras y por la Zelbeweber y la Diaz entre las segundas.

Abrazos con glamour

César Bardés dijo...

¿Y yo qué voy a hacer sin ti?...Ay, que se me va la olla y me pongo quejicoso cual Scarlett O´Hara en medio de la bruma. A ver, siempre se han mirado el ombligo (tal que como nosotros lo hacemos con los Goyazos) y la gala no es más que eso, una enorme campaña de promoción que funciona. A mí más que los vestiditos, me gustan los gestos, las palabras improvisadas, la elegancia que demuestran algunos y la poca que demuestran otros. Los vestiditos de las chicas se lo tengo poco en cuenta, más que nada porque solo me fijo en las tías que están de toma pan y moja con el modelo que han elegido. Al resto que les den de comer.
Lo que tú dices, es divertido verlo y, si es en compañía, lo es más porque cotilleas, haces apuestas y pasas el rato en un ambiente de cine. Por una vez al año...
Lo dicho: San Cine.
Por cierto, las apuestas sobre las más elegantes y las más horteras están bastante encaminadas. Las tienes muy calás.
Abrazos con Yves Saint-Laurent.

Carpet dijo...

Aysss...que me he perdido yo el debatillo sobre la peli esta....y ya. Vamos al tema principal.

San Cine. Pues a mi, lo digo todos los años, me encantan los Oscares, no es que crean que molan mucho los premios, ni que piense que la mejor peli es la mejor peli,...pero la ceremonia, los vestidos, los mohines, los chistes (eso son chistes y no las gracietas patrias), las emociones,...Eso me priva.

Ha perdido mucho encanto y yo lo veo en diferido (imposible lo de permitirme levantarme de madrugada para el directo que mi salud se resiente), pero me lo leo todo, me veo todas las fotos, etc.

Soy un fan...aunque tal vez lo que pase es que soy un friki, que también soy fan de Gran Hermano y me gusta Eurovisión (a ratos)...El caso es que para mi es una referncia obligada cada año, siempre me defraudan un poco, pero al año siguiente estoy tan entsiasmado como el anterior, y así como decía nuestro amigo, "hasta el infinito y más allá".

Feliz San Cine.


Por cierto, nada de la Blanchet...la elegante de la noche será la Watts, y las horteras Helena Bonham-Carter y Sacha Barón-Cohen...aunque Lana Watchovsky (ex-Larry) también entrará en la pugna.

Abrazos elegantes.

César Bardés dijo...

Pues sí, Carpet, has resumido a la perfección el espíritu de la noche. Desde las gracietas con verdadero humor hasta las tendencias en trapitos. Te confieso que a mí me pasa igual. La gala al final se me hace pesada y demás, hay muchos premios que no comparto pero al año que viene lo esperaré con la misma ilusión aunque la calidad de las películas baje.
No andas descaminado tampoco con la Watts, el Cohen y la Bonham-Carter que ya se ha llevado el premio al peor gusto del mundo mundial varios años.
Abrazos dorados.