Todo empieza con la más vieja razón del mundo: la honestidad. Un periodista que busca algo en lo que fijar su mirada, muy desencantada por haberse criado entre burgueses acomodados que no tienen otra cosa que hacer que criticar todo lo que les rodea. El periódico le encarga que siga a un pequeño candidato a la tesorería del estado en un lugar a doscientos kilómetros. Allá va. Y se queda prendado de ese hombre. Tal vez porque destila simpleza y verdad, o quizás porque los prohombres del lugar se esfuerzan por silenciar su voz. El tipo pierde. El periodista, desencantado, intenta organizar su vida. Una chica, una relación algo más fácil con su familia…Sin embargo, el honesto y sincero ciudadano que quiere cambiar las cosas no se rinde. Estudia Derecho. Ejerce. Y los mismos que le hundieron en su día traman una jugada política con el fin de dividir el voto contrario. Le utilizan. La candidatura es para el gobierno del Estado. El tipo, pierde. El periodista, también. Comienza a vagabundear sin destino. Unas líneas en algún periodicucho local, algún trabajo de publicidad mal pagado. El tipo se vuelve a presentar pero algo ha cambiado. Para ganar, tiene que jugar sucio, igual que lo hicieron con él. El fin es loable pero los medios para lograrlo son reprochables ética y políticamente. Las amistades. La lujuria. El poder. El tipo gana. El periodista, se vende.
Y poco a poco, con muchas palabras de por medio, con muchas construcciones que sirven de fachada perfecta para frases que llegan al mismo corazón del pueblo como “la voluntad de la gente es la ley de este Estado”, el tipo va ganando enteros en el juego político. Maneja voluntades. Corrompe almas. El medio, peldaño a peldaño, se va comiendo al fin. Y ya nada es loable. Todo es un maldito juego que tiene atrapado a todos los que trabajan alrededor del tipo. El periodista es el encargado de investigar feos asuntos para utilizar contra sus rivales. La secretaria, ambiciosa y de perversa inteligencia, cree que el tipo merece la pena y también opina que el fin justifica los medios. La chica del periodista comienza a corromper sus sentimientos. El poder es demasiado atractivo. La gloria es un reclamo fácil. Todo se derrumba porque comienza a haber intenciones ocultas detrás de todo logro para la gente. Especulaciones, chantajes, mentiras, mentiras, mentiras…No es la gente la que es mentirosa. Es el poder el que convierte a los políticos en meras figuras grotescas incapaces de recordar que, un día, tal vez, tuvieron ganas de hacer algo por los demás.
Robert Rossen dirigió esta película con un impresionante Broderick Crawford en el papel del hombre que quiere llegar a lo más alto apoyado en la drogadicción del poder. John Ireland es el periodista que reniega de su débil personalidad porque vende sus ideales a cambio de un trabajo bien pagado. Mercedes McCambridge, siempre innovadora en sus expresiones, es la difícil secretaria que sabe que tiene que corromperse con el hombre al que defiende. Joanne Dru pone tanta belleza que resulta imposible creer que traicione todo por defender un proyecto político basado en el engaño. Incisiva, decisiva y feroz, esta película alertaba del peligro que suponía trabajar para un rey que solo era capaz de mirarse las palmas de las manos recogiendo los vítores del pueblo que lo eligió. Para que haya un político sumergido en la corrupción, muchos tienen que ser los que beban de esa agua fecal que contiene los más bajos instintos del poder político.
2 comentarios:
Qué buena ¡ Y qué impresionante en efecto Broderick Crawford¡ aunque no menos la McCambridge en un personaje difícil sin duda. Detecto cierta dosis de cabreo - justificado y extensivo a todos- en los ojos del lobo a juzgar por sus últimos escritos, "La llama sagrada", las líneas a propósito de "Hannah Arendt".
Pues como te decía el otro día a mí cada vez me cuesta más entender cómo puede haber tantos canallas en el mundo. El poder llama al poder y la ambición rompe el saco, es humano, pero ¿es lo que nos define como humanos?
Esto es un tratado sobre la ambición. Eso me lleva a pensar también en la declaración de principios que Josehp Cotten le regala a Orson Welles en "Ciudadano Kane" cuando éste ya está totalmente podrido.
Lastima que el remake con Sean Penn y Kate Winslet fuese tan malo.
Abrazos incorruptibles
Siempre me ha parecido que Mercedes McCambridge ha sido una actriz mayúscula, muy dada a hacerse cargo de papeles muy difíciles, con un atractivo muy curioso pero muy alejado de los estándares habituales. Una gran actriz en mi opinión que, además, conseguía eclipsar, estuviese donde estuviese, a la guapa de turno. En este caso (y mira que soy defensor de la Joanne Dru que me enamora en "Río Rojo" y en "La legión invencible") eclipsa totalmente a la guapa (que además es que es muy guapa) y algo parecido hace en otras películas suyas. Caramba, si hasta le hace sombra al mito de Joan Crawford en "Johnny Guitar", una película de la que tengo que escribir un artículo que, a buen seguro, colgaré en este sitio cuando llegue el momento.
En cuanto al cabreo...sí, digamos que es un cabreo mantenido y sostenido y que mantiene el nivel de testosterona bastante alto porque no se ven muchas salidas a corto plazo, porque no hay nadie que realmente se preocupe de la ciudadanía, porque somos mediocres, hemos hecho de la mediocridad una forma de vida y nos hemos preocupado muy mucho de aupar a los mediocres basándonos en supuestos valores que, a cualquier ciudadano de a pie, nos hubiesen parecido ingenuos, infantiles, reprochables y rechazables.
Y cada vez veo caras más largas por la calle, comportamientos más caníbales, incomprensión, rechazo...Si no somos capaces nosotros mismos de salir de la mediocridad ciudadana y hacer que seamos ciudadanos merecedores de algo mejor, raramente podremos exigir que los demás piensen en nosotros cuando toman decisiones que nos afectan y nos determinan.
Efectivamente, es un tratado sobre la ambición y de cómo la corrupción de los principios lleva inevitablemente a la corrupción moral y a la podredumbre no solo de la clase dirigente sino también a los supuestos seguidores que además comienzan a confundir el bien común con el bien propio y así difícilmente se llega a ninguna parte.
También estoy de acuerdo en que el "remake" es malo de narices y que tampoco llega a ninguna parte.
Abrazos idealistas.
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