jueves, 4 de diciembre de 2014

TRASH (2014), de Stephen Daldry

Es muy fácil decir que la revolución empieza en un vertedero. Solo basta hacer que los pobres se decidan a luchar por unos derechos que les son arrebatados sistemáticamente todos los días. Es una vergüenza para cualquier país tener a niños recogiendo plásticos entre montañas de basura porque eso da una idea de lo que vale tener el poder. Brasil es el país con mayor desigualdad social del mundo y la corrupción es una compañera más de cualquiera que quiera arañar un cargo público. Es así de sencillo…sino ¿por qué nadie querría meterse en algo tan engorroso y falso como es la política? ¿Por el bien común? No nos riamos, por favor.

Y así quizás podamos darnos cuenta de que el cambio, el verdadero cambio, viene porque la mentalidad es otra, porque el dinero ya no es lo primero sino que la honestidad impera en todos los actos de nuestras vidas. Unos niños dan una lección porque hacen lo correcto a pesar de que no tienen ni para comer un buen trozo de pollo con arroz. Y es que siempre pasa lo mismo. Los más solidarios son los más pobres. Los que quieren mandar, lo quieren hacer porque el dinero llueve, porque ya no tendrán que preocuparse nunca más, porque si se conocen diez casos de corrupción es que hay otros noventa que no se descubren. Es así de sencillo. Y en esa impunidad es donde se mueve el ansia de poder. Como dice John Acton “el poder corrompe, el poder absoluto corrompe absolutamente”. Como dice la necesidad “la pobreza enseña, la pobreza absoluta enseña absolutamente”.
El director Stephen Daldry ha puesto en juego sus viejas armas para construir una historia que no pasa de ser una fábula entre chabolas, que, a pesar de su vocación realista, nunca se llega a creer del todo. Parece como si, en algún lugar del guión, se hubiesen perdido algunas explicaciones aunque Daldry intenta ponerle truco a todo acudiendo a los sentimientos. Escondido tras una trama que lleva al espectador en volandas hay demasiados giros poco creíbles, que no llegan a apasionar en ningún momento salvo en uno y es claramente insuficiente para que llegue a calar intensamente esa rabia que tanto puede entrar en el espectador al ver cómo la desgracia se ceba con la pobreza. Cuando no es el hambre, es la indiferencia; cuando no, la humillación y, por si fuera poco, la brutalidad policial al servicio del poderoso que, como una máquina que todo lo arrasa, extermina al mismo pueblo que le aupará al poder. De ese modo la ironía se completa en un círculo que solo se romperá cuando nuestro comportamiento deje de ser egoísta, deje de buscar el propio beneficio y deje de pasar de largo ante los problemas de los demás. Más que nada porque un día el problema será de todos.
El idealismo de la película se diluye en el cuento de hadas. Daldry no puede evitar la tentación de hacer que la infancia triunfe para que el espectador no se sienta estafado. Al fin y al cabo, los pobres son los que hacen a un país. Si ellos bailan, el país sigue el compás. Si ellos ríen, el país se alegra. Si ellos festejan, el país se cuelga guirnaldas al cuello y eso hay que conseguirlo entre todos. Entre ese cura que lucha hasta la extenuación porque haya algo de justicia social, entre esa cooperante que es capaz de aguantar sin pestañear una noche en una cárcel que es toda una ratonera, entre ese preso que está envilecido y que es capaz de hablar a un niño con una dureza que espanta, entre ese espectador que está a favor de la historia pero que no se acaba de tragar algunas cosas que ocurren en ella. Es fácil, solo hay que desterrar al corrupto. Ése que estafa cientos de millones. Ése que también traiciona por unos cuantos billetes que no van a ninguna parte. Porque no hay diferencia entre ellos. Son distintos peldaños de una misma escalera. Son los que verdaderamente tratan de disfrazar a la democracia de asesinato.

6 comentarios:

dexterzgz dijo...

Creo en efecto que la clave para saber apreciar esta película como se merece es admitir en todo momento que se trata de una fábula. No es una mala película, está bien dirigida y correctamente interpretada, tiene tensión, intriga, denuncia social. Y sí, hay momentos en los que el guión tiene giros que parecen poco creíbles, pero no me molesta esa falta de verosimilitud porque sé que en parte es intencionada. Bordea la demagogia y a veces cae en ella cuan larga es, pero no importa. Basta con que nos hagamos una pregunta, ¿cómo lo hubiera hecho Ken Loach?

Es cierto también que a la peli le falta un poco de encanto para ser una fábula aún más redonda (esa "aparición" final en el cementerio, no creo spoilear nada). Pero este Daldry me sigue aportando crédito, tal vez porque sus tres primeras películas me hicieron creer que estaba ante un fuera de serie, quizá porque los palos que recibió por su anterior película me parecieron desmesurados. Y es que por una vez el subtítulo español aunque sea un mini spoiler, tiene mucho sentido. Si el cine nos roba la esperanza, qué nos queda.


Abrazos demagógicos

César Bardés dijo...

El problema de esta película es que te está poniendo delante un tema de estremecedor realismo social y el tío se tira por unos derroteros que ni siquiera llegan al realismo mágico. Hay cosas que, por mucho que creas que es un fábula, no acabas de tragar. No solo esa aparición que comentas, sino ese final. Cierto es que bordea la demagogia y el estereotipo más aburrido y visto en el cine ya cien mil veces. Sin duda, Loach hubiese tirado por un realismo cargante, subrayando las miserables condiciones de vida de estos niños que tienen que buscar su comida escarbando todos los días en la basura y, por supuesto, poniendo de manifiesto los contrastes que hay en el Brasil y más aún en una ciudad como Río de Janeiro, construida con belleza y pensada en gran parte hacia el turismo.
Sinceramente, Daldry me merece confianza (iba muy confiado al cine y salí no tanto) porque una de sus virtudes es que no dudaba en tener una mirada incisiva, sin concesiones hacia el mundo de la infancia, pagador involuntario de los errores adultos. Me gustan sus tres películas anteriores y, en efecto, me parece que "Tan fuerte, tan lejos" es una película más que estimable y muy valiente, llena de esperanza (una esperanza que al final llegas a creer no como en esta ocasión) y que no dudaba en ser dura cuando tenía que serlo. Aquí como que a Daldry le ha podido un poco el sentimentalismo y la confección de un guión que, al ser una fábula, se ampara en la trampa de dar el giro cuando le da la gana y como le da la gana sin más explicaciones. La verdad, no me terminó de convencer. En este plan, en plan fábula, pero fábula de verdad y con el fondo realista prefiero el "Milagro en Milán", de Vittorio de Sica.
Abrazos decepcionados.

CARPET_WALLY dijo...

Pues yo no fui a verla porque me parecía (y sólo a la vista del trailer) precisamente demasiado fábula y poco creíble, admeás de demasiado buenista. Creo que ha habido alguna comparacion con "Slumdog millionaire" y así me lo pareció a mi, como digo viendo el trailer.

En cuanto a lo de meter el sentimentalismo y perder credibilidad...ufff, no sé, no la he visto, pero imagino que si de verdad Daldry se ha sumergido un poco en ese mundo habrá optado por intentar endulzar una realidad que a los ojos occidentales se nos debe hacer demasiado insoportable. O eso o le habrán enseñado una versión menos dura de lo que debe estar pasando allá abajo. A mi me angustia solo pensarlo.

Abrazos acongojados

César Bardés dijo...

No se me asemeja mucho a "Slumdog Millonaire" porque allí el tipo no se andaba con tonterías y había secuencias en las que costaba no volver la cara. Aquí el Daldry no se atreve a meter tanto la puya aunque sí que hay alguna secuencia...digamos, dura, aunque no tremenda.
Yo creo que ha optado por hacer un cuento bastante comercial y es por ahí por donde decepciona.
En lo que te doy toda la razón es en la angustia de pensar que hay niños que viven así. No hay vergüenza y se nos debería caer la cara a todos.
Abrazos apenados.

dexterzgz dijo...

No puedo rebatir tus palabras, César, porque en el fondo estoy un poco de acuerdo. Reconozco que mí me hubiese gustado que la película me hubiese enamorado más. Lo cierto es que la película no aburre, no dejan de pasar cosas y la intriga y el suspense no están del todo mal. Conforme la iba viendo iba pensando la de palos que le iban a caer a Daldry y más después de "Tan fuerte tan cerca" y tal vez ese sentimiento me obliga a ser bastante más benévolo de lo que quizá debería (salvando las distancias es un poco lo que me puede pasar la semana que viene con "Magic in moonlight"). En cualquier caso, pienso que el problema de la percepción no es culpa tanto de Daldry como del guionista, Richard Curtis, del cual ya conocemos su tendencia a la glucosa.

Y desde luego comprendo la decepción absoluta para aquellos que situaban la película más cerca de "Ciudad de Dios" que de "Slumdog millioner". Sinceramente no esperaba encontrarme algo tan crudo como lo de Meirelles. Sí tal vez con algo más próximo a Salles que sí supo darle el punto exacto de cocción en "Estación central de Brasil".

Abrazos infantiles

César Bardés dijo...

Eso, "Tan fuerte, tan cerca"...siempre tengo problemas con ese título porque la mente se me cruza con la segunda parte de "El cielo sobre Berlín" que es "Tan lejos, tan cerca". Ya te digo que Daldry me tenía a su favor y la película se me quedó muy a medio camino. También me ha pasado con el Woody Allen de "Celebrity" (aunque la escena del plátano con Judy Davis es antológica) o con la tan venerada "Match Point". Quizá tengas bastante razón al decir que Richard Curtis no era, precisamente, el mejor guionista para todo esto.
Estoy de acuerdo contigo en la valoración que haces de "Estación central de Brasil", mucho más centrada que "Ciudad de Dios" y que "Slumdog millionaire". Tú sí que sabes, maño.
Abrazos inocentes.