Siempre es triste una huida. Más
que nada porque es imposible no pensar en lo que se deja atrás. El idealismo
juvenil que hizo que se dejara hasta la profesión tan duramente estudiada ha
dado paso a una vejez que es el definitivo signo del declive del pensamiento.
Aquellos jóvenes que iban con pancartas, que luchaban por un país mejor, se han
convertido en seres grises, muy heridos, demasiado torturados porque han puesto
siempre los ideales morales por encima de los intereses personales. El fascismo
se instala en Europa y ya no hay sitio para las voces disonantes si no es en la
clandestinidad. Tal vez sea el momento de pensar en la familia, de buscarles un
sitio seguro y cómodo donde pasar unos cuantos años tranquilos, alejados de todo
aunque siempre con un ojo encima de los titulares de prensa que vienen de una
guerra que va a ser mucho más larga de lo que todos vaticinan. Unos pocos en
Alemania presagiaron lo que iba a venir con Hitler. Se sacrificó la libertad
para vencer a la carencia vital y eso es muy peligroso. Tanto que los hombres
que aún mantienen la mente libre ya no tienen sitio en ningún lugar de un
continente en proceso de derrumbe.
La resistencia debe tener un
asidero firme e inquebrantable. Esa es la importancia de saber elegir a una
buena mujer que es la mejor madre y que es capaz de entender la misión terrible
de su marido. En sus lágrimas hay más amor que en miles de besos y juntos son
capaces de convencer a todo el mundo de la justicia que falta en Alemania, del
horror que se está viviendo y de la importancia que tienen los hombres
pequeños. Y esa es la condena. Tomar el mando cuando la nave marcha a la deriva
y organizar un asalto para rescatar a quien verdaderamente importa. La
despedida es triste pero, sin duda, las manos también estarán más libres para
luchar y, tal vez, morir.
Incluso en los países que más
presumen de libertad se hallan los traidores que solo quieren ascender
pisoteando a los de abajo. El dinero y el lujo son vicios nada fáciles de curar
y la delación de alguien de renombre se paga muy bien en un país que cuenta sus
victorias por traiciones. Malditos americanos. Dando lecciones de democracia
creen colocarse un peldaño por encima de la moral de los europeos y solo son
unos frívolos aburguesados. Sin embargo, todo hombre, por muy débil que sea,
tiene en alguno de sus rincones un lugar reservado para su idea de justicia y
ahí es donde el ser humano es capaz de sorprender y de jugar para ganar. La
apuesta está muy alta pero el momento es ahora. Mañana…bueno, tal vez sea solo
el día de una fiesta de cumpleaños cualquiera con juegos y música. La verdad y
el idealismo (que no la ideología) tiene que estar por encima del hombre que
solo vive por el dinero. Las ambiciones están escondidas en las trincheras porque
una ambición aún mayor es capaz de tapar todo lo demás. Y solo los hombres
pequeños, cansados, experimentados pero rotos son capaces de hacer frente a los
asesinos de la libertad.
Paul Lukas, extraordinario en su
papel de defensor de los más elementales derechos, domina está película basada
en un éxito teatral de Lillian Hellman y adaptado al cine por Dashiell Hammett.
Tres razones de mucho peso para no perderse toda una lección de moral y de
deber.
2 comentarios:
No me sonaba siquiera. Me la apunto. La lista crece y crece, a mayor ritmo del que soy capaz de asimilar (ver), pero sarna con gusto no pica.
Deseando escuchar ya "La gran evasión" de mañana con Alberto Rodríguez. Dale la enhorabuena por su genial "La isla mínima" de parte de los que visitamos periódicamente tu blog. Que todas las felicitaciones que está recibiendo le sirvan de acicate para seguir dirigiendo películas tan interesantes como ésta.
Abrazos máximos
Santi
Es una excelente película, eso sí, es casi, casi como ver un Estudio 1. La película en ningún momento reniega de su origen teatral y prácticamente es una repetición del montaje que se hizo en Broadway y por el cual Paul Lukas se hizo conocido con un prestigio muy acusado.
Vamos a ver cómo sale lo de "La isla mínima". Un programa difícil. Veremos cómo accionan y reaccionan.
Abrazos vigilantes.
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