martes, 21 de marzo de 2017

LA FORTALEZA ESCONDIDA (1958), de Akira Kurosawa

Si queréis escuchar lo que hablamos en "La gran evasión" de Radiópolis Sevilla acerca de "La noche americana", de François Truffaut, podéis hacerlo aquí

La tierra arrasada por los señores feudales es el lienzo de blanco y negro donde un cargamento de oro camuflado puede atravesar todas las dificultades. No hay nada como un viaje discreto con una princesa y un guerrero entregado. El general Rokurota Makabe se yergue como una presencia dominante en ese paisaje de caos y confusión, donde los rivales son antiguos amigos, donde la picaresca encuentra siempre un día más para sobrevivir. Es tiempo de heroicidades para poder traer algo de prosperidad a una tierra que agoniza entre tanta sangre y tanta lucha. Por eso, todo forma parte de una fortaleza escondida que lanza como una espada desenvainada a los protagonistas de esta historia de empuje, de fuerza, de honor y de decisión. Aquí, en el Japón feudal, no hay lugar para las debilidades y las vacilaciones. Hay que actuar rápido. Hay que ser definitivo.
El oro es tan difícil de llevar que se disfraza de leña. El peso es un inconveniente que pasa inadvertido ante la vigilante mirada del enemigo. Cualquier error es fatal porque eso significará el fracaso de la misión y la pérdida de la vida. Y en esa época, en ese lugar, la vida es un tesoro que hay que conservar a toda costa. Un galopar infinito, lleno de furia y de rabia evitará males mayores. Un viejo camarada tendrá que buscar en su corazón para tener la certeza de cuál es el lado correcto. Una doncella y criada entregará la vida para salvar a la esperanza. Todo es una aventura en la que el músculo se confunde con la justicia, el filo de la espada con el dedo de la verdad, el fuego de la noche con la última llamarada de la libertad.

Akira Kurosawa hizo una de las mejores películas de aventuras que se hayan podido ver nunca en el cine conservando la tradición, mirando la autenticidad y dejando sin respiración a todos a los que se acerquen a ver la importancia de tanta fortaleza escondida. Toshiro Mifune encarna al general Rokurota Makabe, el valiente guerrero que cuida de la princesa y de todos los que se atreven a acompañarles en el largo viaje hacia la seguridad y la resistencia. En medio, el fuego, el humo, la batalla, el engaño, la complicidad, el heroísmo, la bravura, la furia desbocada, la crueldad desatada, la constatación de la dictadura, el ansia por la libertad. La obra maestra se halla ahí mismo, a apenas unos pasos de distancia, como si fuera la travesía a través de las fronteras del honor y de la verdad. El buen humor también aparece, como un plato de arroz en medio del desierto. Y es que Kurosawa sabía muy bien lo que se hacía. Puso la aventura en su medio, puso al personaje en su duelo, puso a la avaricia en su cadalso y nos dijo que la lucha es prisionera del azar, del recuerdo, de la suerte y del arrojo. Y el general Rokurota Makabe maneja todas esas variables con singular maestría, maestría de filo, maestría de genio, maestría de soldado.

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