martes, 30 de mayo de 2017

LA CONVERSACIÓN (1974), de Francis Ford Coppola

Harry Caul es el oído inconveniente que escucha conversaciones ajenas. Es un profesional metódico y riguroso, capaz de trabajar con los más modernos avances técnicos, un tipo que ha hecho del espionaje privado toda una vocación. Es obsesivo porque pretende alcanzar la perfección. Pero, quizá, solo quizá, de tanto escuchar charlas que no le pertenecen, también ha alcanzado la soledad absoluta. No se siente cómodo con nadie, no tiene ningún interés en socializarse. Le basta con ir a casa, ponerse un disco antiguo de jazz y tocar el saxo intentando imitar a algún monstruo sagrado como Lester Young. Su vida privada da lo mismo. No existe. Y si existe es solo para alcanzar un consuelo momentáneo, una simple necesidad física que se termina en cuanto hay una o dos preguntas de por medio. Tal vez Harry Caul solo quiere no tener nada de qué hablar para que no le oigan.
Una conversación tomada en una plaza pública le tiene obsesionado. Sabe que el asunto es sucio y alguien puede salir dañado por el mero hecho de que él ha grabado ese paseo de dos personas que, en teoría, están enamoradas. Harry Caul olvida el contexto, entre otras cosas, porque su vida tampoco lo tiene. Con distintos micrófonos y unos cuantos ayudantes dispersados entre el gentío, Harry monta la conversación en su grabadora y tiene el presentimiento de que hay un crimen de por medio. Es peligroso jugar a eso, Harry, porque sacas conclusiones sin tener suficientes datos. Algo que es muy normal hoy en día pero que resulta fatal si tu trabajo es espiar a los demás. Porque hay algo intrínsecamente pornográfico en la tarea de meterse en lo que otros están hablando. Lo que una persona se dice a otra debe quedar en el ámbito exclusivamente privado y Harry Caul quiere un imposible. Desea mantener un mínimo de ética en un trabajo que carece totalmente de ella. Y el resultado va a ser aún peor porque Harry se recluirá en una cueva sin futuro, sin nada alrededor, sin la certeza de que puede seguir adelante en su vida sin que nadie le escuche. Tal vez solo la locura.

Deliberadamente lenta y apasionante, Francis Ford Coppola dirigió una película difícil e intensa con un Gene Hackman sencillamente extraordinario en el papel de Harry Caul, el hombre que escuchaba de manera imposible conversaciones que eran posibles mientras, lentamente, se va hundiendo en la incomunicación y en el aislamiento. Un prefacio de lo que hoy en día también está ocurriendo. Por eso es mejor fijarse en algunos ejemplos que el auténtico cine nos ha dado. Quieran o no, son reflejos de una realidad que era impensable, pero que, con el paso de los años, toma cuerpo hasta hacerse invisible y presente. Harry Caul lo sabe bien, muy bien, mientras desgrana las notas de su saxo y pierde una vez más el tren de la normalidad. 

4 comentarios:

dexterzgz dijo...

Bah, una peliculita que el amigo Francis Ford se tomó en plan relax entre padrino y padrino... Pero, qué barbaridad, cómo pudo este tío encadenar las dos primeras partes de la trilogía mafiosa con la odisea de Harry Caul y luego irse a Vietnam para hacer "Apocalypse Now". Así no me extraña nada que "Corazonada" o "Cotton Club" pasen como obras menores de una filmografía que, pese a lo que ha venido pasando en los últimos tiempos, es una de las más incontestables de la historia del cine..

Una obra maestra como un piano, esta de "La conversación". Me es difícil empezar destacando un punto en concreto. No sé si hacerlo con la MAGISTRAL interpretación de Hackman secundado de forma intachable por el grandísimo Cazale. O de su perfecta estrucutra con un comienzo brillante, esa cámara revoloteando como un moscardón (una mosca cojonera más bien) por el ancho de la plaza hasta posarse en la pareja objeto de la intriga. O su final, uno de los más impactantes de la historia.

Por no hablar, claro, de su espíritu visionario. Con los ecos del Watergate, estamos en una época marcada por la paranoía conspiranoide (y lo que te rondaré, morena). Es curioso que en los posters de los padrinos se insinúe la presencia de una marioneta movida por los hilos del poder. Aquí la imagen es evidente. Al margen de esto, el cine, desde mucho antes que Hitchcock ha sido esa "ventana indiscreta" que nos permite asomarnos a la "vida de los otros". "La conversación" es también una reflexión sobre el papel del cine en nuestras vidas. Por cierto que yo siempre he mantenido la curiosa teoría de que en "Otra mujer", otra película sobre escuchas y secretos, Allen no incluyó a Hackman en el reparto porque sí.

Abrazos desde la furgoneta

César Bardés dijo...

Pues muy de acuerdo en todo lo que dices. "La conversación" es una obra maestra del gran Coppola, del mejor Coppola y lo peor de todo es que es la gran olvidada cuando se trata de hablar de las grandes películas del maestro. Desde luego, la interpretación de Hackman es absolutamente magistral, como lo es la utilización de Robert Duvall (recordemos que ya había sido Tom Hagen) en ese papel que resulta de lo más enigmático. Lo que verdaderamente atrae de la película es no solo el hecho del espionaje privado y demás, sino cómo se puede interpretar una conversación cogida al azar y cómo puede significar algo totalmente diferente. La subjetividad está muy presente en la película y Coppola, en una pirueta de estilo incontestable, lo que hace es contarlo con total objetividad. Todos vemos a través de los ojos de Harry Caul, en realidad un hombre extremadamente ridículo a pesar de ser el mejor en su profesión. Resulta fascinante también observar, con los ojos de hoy, el aislamiento de Harry Caul cuando su profesión precisamente trata de escuchar conversaciones ajenas y, no solo eso, sino que en esta ocasión trata de intervenir arrastrado por su propia situación personal, carente de cariño hasta la desolación.
Es muy posible que Woody Allen incluyera a Hackman en el reparto de "Otra mujer" por lo que insinúas. (Allen y Coppola, además, son amigos). Lo cierto es que, pasando por encima de muchos supuestos expertos, Coppola es el más ambicioso de todos los cineastas de su generación (ahí incluímos nombres como Spielberg, de Palma, Kaufman, Scorsese y Lucas), y, posiblemente, el más talentoso. Lo que pasa es que, también, es el que más riesgos ha corrido y eso le ha pasado una factura muy, muy alta. Para mí, un cineasta imprescindible.
Abrazos con micrófono.

CARPET_WALLY dijo...

Y qué digo yo ahora, estoy tan de acuerdo con vosotros, sobre Coppola, sobre su talento y su riesgo, sobre estas películas menores en su filmografia que son maravillosas y pequeñas (por comparación) obras maestras...

Lo de Hackman aquí es prodigioso cierto y ya que estáis con paralelismos, habría que comentar que otra vez a Hackman le podemos encontrar en otra obra turbadora ( o que lo pudo ser más si no se hubiera derivado hacia el puro cine e acción) con unos mimbres quizá similares, la vigilancia continua, el no estar nunca libre de una cámara o un micrófono, se trata de "Enemigo público" protagonizada pro Will Smith.

De hecho, películas actuales como la saga Bourne también utilizan el recurso de que nada puede escapar a los ojos del que busca y sabe como buscar. Por cierto, hasta el otro día no vi la última y lo único que me motivó de toda la película fue Alicia Vikander, que ya ni siquiera Tommy Lee Jones le daba fuerza a una saga algo agotada.

Abrazos ocultos.

César Bardés dijo...

Curiosamente, no hace mucho tiempo, unos meses, hablaba con un conocido cinéfago de pro y de hecho y me decía que "Enemigo público", aparte de ser una de las mejores películas del extinto Tony Scott, era también una especie de segunda parte de "La conversación" y que el personaje de Gene Hackman podía ser tomado perfectamente como el propio Harry Caul unos cuantos años después. No os falta razón a ninguno.
En cualquier caso, Coppola sí que juega en otra liga, incluso cuando hace una película modesta como "Tetro". Hay que reconocer que es un director con una visión impresionante, que ha sido el mejor durante toda una época y que nos ha regalado obras maestras incontestables porque sabía, además, que el cine era algo que dominaba, por muchas luchas que tuviera que librar. Creo que los espectadores (los de verdad) tenemos una deuda impagable con él.
Abrazos con cinta de bobina.