viernes, 12 de mayo de 2017

UNA MUJER BAJO LA INFLUENCIA (1974), de John Cassavettes

Tal vez no lleguemos nunca a darnos cuenta de que algo se convierte en verdad a fuerza de repetirlo. Y eso es lo que le ocurre a Mabel. Ella no está bien, no tiene equilibrio en su vida. Su marido trabaja de noche y su suegra dice cosas que no debería y ella se siente ninguneada, apartada, echada a un lado. Aún así, en el centro de su inicio de locura, ella quiere aportar algo a la familia, algo positivo, que valga para que, al menos los demás, puedan tener ese equilibrio que a ella le falta. Y, sin embargo, solo se topa con acusaciones de que está loca, de que dice cosas que no debe, de que sus comportamientos son erráticos e imprevistos. Su inocencia comienza a ser torcida porque, de tanto decirle que ha perdido la cabeza, comienza a perderla de verdad y ya no tiene ningún control sobre sus actos. Su marido se presenta a comer con otros quince compañeros de trabajo y ella tiene que poner cara de que le encanta cocinar para tantos invitados…y lo hace de corazón y trata, a su manera, de hacer que todos estén cómodos pero cuando se le llama la atención, se hace de manera cruel y expeditiva, sin miramientos, sin reconocer la enorme ternura que subyace en un carácter que no quiere hacer mal a nadie. Mabel inicia la cuesta abajo porque ya no empieza a distinguir lo que está bien de lo que está mal, lo que agrada de lo que molesta, la utilidad de ella como madre y mujer del estorbo de una chiflada que solo pretende imponer su voluntad. Hasta cae en la infidelidad más absurda solo porque, en ese momento, se siente abandonada.

Gena Rowlands hace un papel tan impresionante en esta película que uno llega a preguntarse de qué madera está hecha una actriz para ser tan adorable y, a la vez, tan rechazable. Ella es el centro y el motivo de la película y deambula por la escena con tal dominio de las expresiones que cree estar viendo un pedazo de vida en un hogar ajeno. A su lado, Peter Falk, como el desorientado marido que no sabe cómo llegar al corazón de su mujer porque él es esencialmente torpe, con arranques estúpidos de genio que no llevan a ninguna parte, con la simpleza de un hombre normal que quiere amar con normalidad y que no sabe comportarse normalmente. Mientras, alrededor de ambos, todo un universo que destaca porque es incapaz de comunicarse pues, sencillamente, no se escucha. Palabras despreciables que humillan a cualquiera que quiere verse con un reconocimiento en su rutina, la catástrofe del hundimiento en la locura, el regreso, la inoportuna fiesta de bienvenida…El director John Cassavettes nos ofreció aquí un par de lecciones sobre el cariño y la apariencia, sobre el inmenso y verdadero amor que atesora una mujer que, por culpa de la influencia, no puede expresarlo y decide arrojarse al abismo sin sentido. 

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