jueves, 8 de marzo de 2018

GORRIÓN ROJO (2017), de Francis Lawrence

Los gorriones son unos pájaros pequeños, casi inofensivos, que embellecen la vida con su vuelo breve, pero repleto de energía. En su naturaleza está la observación, la capacidad de intuir los movimientos del ser humano que, lejos de ser su amigo, suele distinguirse por intentar la caza de todo cuanto le rodea. De vez en cuando, el gorrión canta. Más por protesta que por necesidad, pero lo hace con fuerza con un piar breve, casi ínfimo. Hay que tener cuidado con ellos. Pueden destruir todo lo sembrado.
Y ella es un gorrión que aprende a ser fuerte, a dominar sus escrúpulos sin dejar de sentirlos, a soportar lo más increíble y a ejecutar lo innombrable. Su mente es rápida y tiene talento, porque en unas pocas décimas de segundo, toma decisiones de supervivencia sin dejar de parecer el gorrión que siempre ha sido. Habrá que tener cuidado con ella. Es un pájaro de cuidado.
Quizá la guerra fría nunca acabó y aún hay espías danzando por Centroeuropa, tratando de conservar a informantes contra viento y marea y luchando por una superioridad que no está tan anticuada. El tablero de ajedrez aún sigue ahí, con muchos intereses de por medio, tratando de ganar para cada lado las piezas comidas. Y ella es la reina. Se mueve en todas las direcciones. SI hay que atacar, lo hace. Si hay que defender al rey, no duda. Si hay que manejar con maestría sus peones, no se acobarda. Está en medio de una manada de lobos sangrientos que están dispuestos a devorarla empezando por las piernas. Y ella se va a defender con su belleza y con su inteligencia.
La sombra de Alfred Hitchcock se proyecta sobre esta película, sobriamente dirigida por Francis Lawrence y muy competentemente interpretada por Jennifer Lawrence. Aún con escenas que hacen apretar los puños, la rubia se mueve entre bastidores de tensión, la música de James Newton Howard recuerda en algunos momentos a Bernard Herrman y los sentimientos sobrevuelan toda la trama, como intentando recordarnos que lo último que debe perder un espía es su propia alma, porque, si eso ocurre, entonces se convierte en un asesino. La inquietud se presenta desde el principio, a ritmo de ballet y con el misterio acechando. Más tarde, el aprendizaje resulta doloroso y despreciable, como presagiando un juego que se paga con la vida. Por último, la clase magistral acaba por aparecer en un giro de tuerca presidido por la lógica. Y así, con mimbres inconfundibles de cine clásico, se articula una nueva película de espías en la que nada es lo que debió de ser y todo puede encajar certeramente.

Ella es ese gorrión que nunca dejará de volar. Irá de rama en rama, tratando de salvar un día más para seguir recordándose quién es y cuál fue su sueño. Sin reparar en vidas que no merecen ser contadas, o en estúpidos juegos de poder que prescinden de las personas para que todo se reduzca a una mera cuestión de ambición. Tal vez, para que ella no pierda esos recuerdos, siempre habrá alguien que, en algún lugar, decida escuchar una melodía que un día fue un baile y, también, una ilusión. Vivimos en un mundo en el que ya no se danza y tampoco se posee la esperanza así que más vale seguir adelante con la seguridad de que alguien siente algo por nosotros.

2 comentarios:

CARPET_WALLY dijo...

Pues animado por tu crítica y algún comentario suelto que escuché por ahí, me atreví a desafiar a mi sentido precrítico. Lo cierto es que el trailer no hacía presagiar nada bueno, películita semierótica a mayor gloria de las curvas de la Yeni.

Y no, no van por ahí los tiros, las escenitas calentitas no son mayoría, y las que hay no son gratuitas o no del todo (pudieron quedarse en menos y tampoco hubiera pasado nada), pero estamos a lo que estamos y se trataba de despistar incluso al espectador. Si es cierto que es una película al servicio de la Lawrence que ocupa (y abarca) casi todas las escenas, pero compone su personaje con mucha suficiencia y da el tono que se debe cuando se necesita.

¿Que el giro de tuerca se ve venir?, Puede, pero no tanto como para descubrir el como y el cuando. Una muy buena intriga de espionaje, una propuesta más que interesante y un ritmo muy equilibrado. Yeni está muy bien, pero el habitualmente soso, Joel Edgerton da bien la réplica, y claro, Jeremy Irons infunde seriedad...menos correcta me pareció la Rampling, aunque a decir verdad nunca me gustó demasiado.

Yo aun hubiera rizado más el rizo ¿y si mamá y el tito hubieran jugado siempre juntos a los gorriones?

Una buena película, muy reivindicable 7,5 creo yo.

Abrazos con disquetes

César Bardés dijo...

Eso mismo es lo que yo pienso de la película. Es buena y reivindicable y coincido con tu puntuación. Es una vuelta al cine de espías clásico y, a lo mejor digo una tontería, pero me parece la mejor interpretación de la Yenni (y no va a ser la más recordada a no ser que se rescate dentro de unos años). Yo, por la estética de la película, ya me parecía que no iba a ser algo semierótico, aunque, por supuesto, el erotismo tenía que ser un arma en manos de este gorrión rojo. Por ponerle algún pero, se lo pondría a las algo largas escenas de tortura, intentando subrayar el sufrimiento de la protagonista y demás, pero hay que reconocer que la Lawrence sabe actuar en esta ocasión y llevarse todos los elogios.
El giro de tuerca lo intuí unos segundos antes de que ocurriera, pero eso no va en detrimento de la película porque es un giro de tuerca que, por otra parte, es totalmente lógico y muy aceptable (no es de esos giros de tuerca que ocurren porque sí, solamente con el fin de epatar).
Creo que el espíritu de John Le Carré, de Graham Greene y de "La chica de Petrovka" estaban alrededor de la película. Nunca alcanzaría el sobresaliente pero me parece que si merece un par de miradas.
Abrazos con capucha.