jueves, 15 de marzo de 2018

LA MUERTE DE STALIN (2017), de Armando Iannucci

Cuando muere el amado líder supremo, comienza la conspiración. El poder tiene demasiada erótica y es algo que hace mover las piezas con nerviosismo. Al fin y al cabo, la excitación sexual puede proceder de la capacidad de decidir sobre el destino de muchas personas, de perdonar su vida o de condenarla, de incluir cualquier nombre en una lista fatídica, de exigir una grabación de un concierto incluso después de que haya empezado. Lo que nadie sabe es que el poder concentrado engendra terror y no es fácil elevar al terror a la categoría de ridículo.
Así pues tenemos a Giorgy Malenkov, un tipo que se preocupa de la imagen, pero carente de personalidad. Es capaz de cambiar el sentido de una frase poniendo una coma en medio sólo para quedar bien. Es el elegido para llevar las riendas del país y le falta cintura, carisma, ingenio y oratoria. Lo tiene todo. Ni siquiera sabe vestir adecuadamente en las grandes ocasiones. Mira hacia el horizonte…pero allí no ve nada. Es más bien corto de vista y, tal vez, está demasiado preocupado por su cuello. Es un blanco fácil. Y nunca mejor dicho.
También anda por ahí conspirando Laurenti Beria. Es el más temido porque es el responsable de la policía política del Estado. Es un gordo vicioso, quizá algo más inteligente que los demás, pero rematadamente peligroso. Se ha movido más rápido y trata de jugar con astucia echando las culpas a los demás para parecer que, en el fondo, él no era tan malo, que hay que ofrecer un rostro reformista para apaciguar a un pueblo que ha sido masacrado en los sótanos de las cárceles. Tal vez, se pasa un poco de listo. Suele ocurrir cuando se manejan tantos nombres en listas que nunca deberían haber existido.
Así de impresionante y de medio lado está ese ruso mal encarado, el Mariscal Zukhov. Su cicatriz delata su valentía, pero tal vez se le enrojece cuando se pone en marcha su complot favorito. La traición y la rebeldía casan muy bien con su chatarra de pecho. Sólo hay que decir una palabra mágica. Guerra. Y el tipo se coge a un par de novias que se apellidan Kalashnikov y las hace hablar con elocuencia.
Campechano y divertido es Nikita Kruschev. Parece que no cuenta demasiado para nadie porque ése es el típico héroe de guerra que vino de los profundos campos de la Rusia interior. Sin embargo, sabe moverse con habilidad por los vericuetos del poder, maneja el don de la palabra para convencer y, a pesar de todo, es el hombre de talante más reformista. Y además tiene un sentido del humor que hace que esté deseando quitarse los zapatos al llegar a casa.

Con un reparto competente y la sátira a flor de cámara, Armando Iannucci parece que consigue lo imposible que es arrancar un par de suaves risas al horror y a la conspiración y, sin embargo, algo le falta. Quizá un poco más de mordiente en sus chistes, más gracia en sus situaciones, más valentía en su sarcasmo. O, simplemente, es el humor inglés que puede que les encante ridiculizar al mismo terror con unos diálogos bastante discutibles. Lo más gracioso de todo es el baile que siempre empieza en los pasillos del poder cuando la sucesión entra en juego. Todos son diferentes y no llegan a pensar que, en realidad, todos son iguales. 

2 comentarios:

dexterzgz dijo...

A mí me parece una sátira muy estimable, con momentos muy divertidos, otros muy bizarros, pero en general con un tono aceptable. Algunos diálogos son hilarantes y llenos de dobles sentidos (no capté todos) como el de la primera reunión entre todos los candidatos que se desarrolla en paralelo a la brillante escena de la sala de conciertos. Me sorprendió lo bien que está en general todo el reparto.

Debe ser muy difícil hacer humor negro con un tema tan serio como es el de los totalitarismos y el reguero de muertes y atrocidades que va dejando detrás. Evidentemente, no todo el mundo es Lubitsch y hacer "Ser o no ser" no está al alcance de cualquiera.

Abrazos por unanimidad

César Bardés dijo...

A mi lo que me parece es esa película en la que vas con la sonrisa puesta, estás a favor de reírte y demás y todo te parece que está por debajo de esa sonrisa salvo un par de cosas que sí que arrancan incluso la carcajada. Por supuesto, a Iannucci le puede el deseo de querer parecerse a Lubitsch pero acaba por resultar muy poco sutil y todo es como una especie de parodia sin gracia a pesar de que lo tiene todo a favor. Está bien rodada (mucho menos nerviosa que la estupenda "In the loop"), con unos actores fantásticos (a destacar Buscemi como Kruschev y Simon Russell Beale como Beria), con una dirección artística muy acertada (esos decorados interiores simulando la Rusia soviética...caramba, casi se puede hasta oler ese sempiterno olor a moho que tenían). El guión es mordiente pero le falta, sencillamente, gracia, ponerse al espectador de su parte, cosa que Lubitsch conseguía ya con la primera secuencia. Lo que sí consigue es transmitir lo tristísima que debió de ser esa época en el "paraíso" a pesar del tono satírico que tiene en todo momento.
Abrazos por una...nimidad.