miércoles, 30 de septiembre de 2020

LA CALLE DE LA MEDIA LUNA (1986), de Bob Swaim

 

Trabajar como lectora en el Instituto Anglo-Árabe será todo lo interesante que uno puede desear, pero no da para vivir. Así que no hay nada mejor para completar ingresos que ofrecerse como una señorita de compañía de alta gama. Y eso posee una extraña atracción porque, en la cama, se tiene mucho más dominio sobre los hombres y el dinero que desde la oficina de un despacho en el que se cuecen más secretos de lo que se pudiera pensar. Y Laureen, la lectora, va a ser fundamental en la firma de un tratado de paz entre los árabes y los israelíes porque, de alguna manera, va a influir en uno de los negociadores. La atmósfera de silencios se llega a hacer irrespirable y los espías, seres tristes y oscuros, comienzan a proliferar preguntándose hasta dónde puede llegar una doctora en filología árabe que no tiene reparos en prostituirse. Va a ser necesario jugar a varias bandas y la chica lo sabe.

Sin embargo, hay un elemento que lo embarra todo y hace que no sea tan fácil jugar a los espías. El maldito amor. La chica se ha enamorado del cliente y no quiere que salga perjudicado. La vida suele jugar malas pasadas y la mentira del sexo ha dado lugar a la verdad de la pasión. Laureen está dispuesta a todo para favorecer al negociador y la trama se complica. El asunto, con una mezcla inexacta e incómoda entre espionaje y melodrama, tiene un raro aire de credibilidad. El prestigio mal pagado que tanto se ha instalado en la sociedad acosa a esta mujer que sólo quiere ser libre y vivir con tranquilidad. Y lo que otorga realismo a sus tribulaciones es precisamente su capacidad para amar. No es sólo otra fría funcionaria que lleva una vida respetable por el día y otra más oculta por la noche. Tiene sentimientos, llora, ríe, sufre y, sobre todo, ama. Y no cabe duda de que el amor es el gran motor de muchas de nuestras acciones, por no decir todas.

Sigourney Weaver realiza un espléndido y esforzado trabajo en la piel de esta doctora lingüista que se encuentra con el inesperado hombre de su vida, que no es otro que Michael Caine. Entre medias, toda una amalgama de conspiraciones e intrigas internacionales se presentan, casi, como un inconveniente inquietante al desarrollo de ese amor que experimentan los dos personajes, que se adentran en un drama psicológico y romántico que se retuerce hasta el thriller político y el asesinato. Quizá falta algo de tensión en algunas escenas, algo sumergidas en un diálogo denso y prolijo, pero el conjunto no es tan malo como se dio a entender en el momento de su estreno y merece una mirada al abismo al que se asoma esta mujer que se convierte, insospechadamente, en la pieza clave de un trato que no llega nunca.

Allí, en la calle de la media luna, hay una chica esperando.

2 comentarios:

carpet_wally@gmail.com dijo...

Recuerdo esta película que vi en su día. Me pareció tal y como comentas, una película notable en planteamiento y atmósfera, muy bien interpretada, pero terriblemente falta de ritmo en bastantes ocasiones. Me suena como muy ochentera en las formas de los thriller psicologicos de entonces (muy pausada, muy hablada, muy de imágenes, muy de parones) y también en su estética.

Aunque no la recuerdo del todo bien, no me dejó más huella que un recuerdo borroso y un regusto por la interpretación de la Weaver y de Caine.

Tendría que revisarla, nunca es mal momento.

Abrazos a dos bandas

César Bardés dijo...

Estoy bastante de acuerdo con lo que apuntas. La película tiene muy buen planteamiento y, probablemente debido a una cierta inutilidad en la dirección, queda un poco lastrada por esos enormes vacíos de ritmo. Aún así, el argumento tenía tal interés que podía tapar sus defectos. Además, las interpretaciones de los dos son maravillosas y creo que, sinceramente, en buena parte salvan la película.
Abrazos desde la bicicleta.